La historia de Nujood
Hillary Clinton dijo que era “una de las mujeres más extraordinarias que había conocido”. Si se tiene en cuenta que lo dijo en el 2008, cuando Nujood Mohammed Ali ganó el premioWomenof the Year de la revista Glamour, el término mujer es realmente lo más llamativo de la frase de Clinton. Porque en ese momento Nujood tenía sólo diez años y acababa de conseguir algo muy insólito en su país: el primer divorcio de una niña en Yemen. Su historia, que he devorado gracias a la edición de The New York Times, es la crónica de una fuerza interior tan increíble que empequeñece cualquiera de nuestras fútiles gestas. Nacida en una aldea rural del sur de Yemen, un día su vida de niña acabó cuando su padre llegó con una “buena” noticia: la había comprometido en matrimonio. Justo empezaba a saber escribir y soñaba con leer algún día.
Pero llegó la boda y la infancia se convirtió en una vida de adulta encerrada tras un niqab de violaciones, violencia, miedo pavoroso y soledad profunda. Recurrió a sus padres, a sus hermanos, a todos los que podían escuchar su tragedia, y todos le exigieron que volviera a “sus obligaciones”. Prohibido jugar, prohibido mostrar el rostro, prohibido salir y todas las noches, la violación, los golpes y los insultos del marido, veinte años mayor que ella. Un día, la segunda mujer de su padre, repudiada y que vivía de la limosna, le susurró: ve a ver a un juez, y le dio las pocas monedas que tenía. Y así fue como esta frágil niña de 10 años, sin saber leer y perdida en una aldea, subió a un autobús, llegó a Saná, la capital, deambuló por las calles y finalmente encontró el edificio de un tribunal.
Allí, después de preguntar a todo el mundo, consiguió llegar hasta Mohammed al Gadha, que la acogió en su casa. Su historia y la de su aguerrida abogada, Shada Nasser, la ha recogido la corresponsal de Le Figaro en Líbano, Delphine Minoui, y se ha convertido en un clamor internacional contra la práctica usual del matrimonio legal de criaturas en muchos países del islam. En Yemen está permitido casar a las niñas a partir de los 8 años, aunque la ley dice que no pueden practicar sexo si no están “maduras” para ello. La ley no especifica qué significa “madurez”, lo cual convierte esa legalidad en un terrorífico paraíso de la pederastia.
Nujood ha conseguido escapar de ese infierno, tanto por la insólita fuerza de su interior, como por la valentía de su abogada, y ahora sueña con llegar a ser, ella misma, abogada. Pero en su país hay miles de Nujood que duermen cada noche con su peor enemigo, condenadas a la soledad, el maltrato, la violación y el embarazo infantil. Su corta vida se convierte muy pronto en una condena perpetua, donde sólo habitará la tristeza más profunda. Son las niñas esposas, auténticas esclavas de unas leyes, unas tradiciones y unos hombres que odian a las niñas y odian a las mujeres