SITEL y la oreja del fascismo
La mentira, la falacia y el eufemismo se apoderaron hace tiempo de la retórica gubernamental y partitocrática. Rodríguez y sus secuaces parecen salidos de las fauces del dragón rojo en su pasión por convertir en victoria sobre papel manchado la derrota de sus antepasados frentepopulistas a los que no llegaron a conocer o de una ascendencia franquista de la que reniegan. Sí conservamos memoria personal, aunque sería petulante decir que histórica, quienes vivimos y fuimos sujetos pasivos de los acontecimientos en la década de los años treinta.
El escándalo de SITEL, ese cerebro electrónico y fantasmal que controla y almacena las conversaciones telefónicas de cualesquiera españoles, actualiza las premoniciones de Orwell sobre el ojo vigilante del Gran Hermano en su actualísima novela “1984”. Para mí exhuma el recuerdo de aquellos cartelones en zona roja que, junto al dibujo de una gran oreja, campeaba el lema “La oreja del fascismo” y pedía a sus militantes y seguidores que se guardaran de hablar de lo que sabían pues el enemigo, la “quinta columna”, estaba al acecho. Estrambótico llamamiento pues eran ellos, su “sistema”, quienes movilizaban un vastísima red de chivatos y delatores para descubrir “fascistas” y encarcelarlos o liquidarlos. Ellos sí que eran “la oreja del fascismo”.
Otro eufemismo de entonces que viene muy al pelo se encuentra en los partes de guerra del Ejército Rojo, o Ejército Popular, pues de las dos maneras se denominaba lo que ahora se nos presenta como Ejército de la República. Por ejemplo, el muy reiterado a medida que avanzaba la contienda: “Retirada estratégica para consolidar posiciones”. Es evidente que también el gobierno Rodríguez protagoniza una permanente “retirada estratégica” con sus mentiras y manipulaciones de la agonía institucional y económica que ha provocado y agrava día tras día. Naturalmente que los culpables son los empresarios y la “derechona”, el equivalente a los “fascistas” de antaño para sus perros de presa sindicales, los mismos hoy que antaño.
Uno más entre otros muchos que me vienen a la memoria: a los asesinados cuyos cadáveres eran rescatados y llevados a los depósitos judiciales (de muchos miles jamás fueron hallados sus restos) se atribuía la muerte a “hemorragia incontenible” o “paro cardiaco” y así figura en los Registros Civiles pese a que en las fotografías forenses , cuando se hacías, aparecían sus cabezas con las perforaciones de las balas y tantas veces con los rostros desfigurados. Ahora los asesinados por el terrorismo o los militares caídos en guerras lejanas murieron en “accidentes” que les produjeron hemorragia incontenible o paro cardiaco. Y accidentes de una u otra naturaleza, atribuidos a la oposición o a quien sea, son también las onerosas consecuencias para la sociedad de las tropelías, desmanes y desafíos totalitarios del poder.
Y por supuesto aquel “UHP paga” que proliferó en la zona roja que viví. UHP eran las siglas de Uníos Hermanos Proletarios que en la clandestinidad de los perseguidos se traducían por “Uníos Hijos de la Pasionaria” o “Uníos Hijos de Puta”. Los milicianos y congéneres entraban en un establecimiento, bebían, comían o arramblaban con las mercancías que les apetecían y se marchaban tras levantar el puño y gritar “UHP paga”. El gobierno Rodríguez hace caso omiso de la hecatombe económica en que nos ha metido y gasta sin freno en financiar el reparto de condones dentro y fuera de España, en proteger en Africa o Iberoamérica a maricones y lesbianas, en alimentar las arcas de los tiranos bajo el eufemismo de ayudas al desarrollo, en comprar votos parlamentarios para la aprobación de sus desvaríos presupuestarios o de otra naturaleza, en ayudar a organizaciones terroristas como Hamas, en pagar los chantajes de los piratas, en subvenciones a transeúntes a los que ha sumido en la miseria, en instrumentar costosísimas campañas de imagen para presumir un prestigio internacional inexistente o en inyectar masas de dinero a los bancos para que compren la tremenda deuda del Estado que genera una desquiciada política económica. Pero ya expresó con propiedad una antigua ministro de Cultura que para Rodríguez y sus secuaces el dinero público no es de nadie. O sea, que “UHP paga”. Y somos nosotros, los atribulados e indefensos contribuyentes, los expoliados por los UHP de ahora.
No voy a entrar en el polémico asunto de precisar el concepto objetivo de fascismo desde una rigurosa perspectiva histórica y de Derecho Político. Tampoco sobre sus analogías y diferencias con el nacional-socialismo o variantes del marxismo, desde el internacionalismo socialista al pannacionalismo eslavo de Stalin, admirador a ultranza de Iván el Terrible y Pedro el Grande de Todas las Rusias, de los que se sentía émulo y reencarnación. Unos y otros tuvieron al socialismo como común origen ideológico. Pero la traslación del internacionalismo al nacionalismo, en todos los casos con vocación expansiva, que ahora se diría imperialista, y por supuesto totalitaria, les hizo justificar su existencia en la sobrevaloración de sus mitos culturales, históricos y antropológicos. Y precisamente de esa acumulación de prejuicios surgieron sus respectivas peculiaridades.
Se ha escrito y dicho hasta la saciedad que están obligados a repetirla los pueblos que olvidan su historia. Más aún quienes la falsifican y convierten en dogma imperativo. Nunca se vuelve atrás en vano. Menos aún en materia política. Rodríguez, un psicópata revisionista, está obsesionado con la idea de que España retorne no ya tanto a la II República como a la revolucionaria de la III, instaurada tras las elecciones fraudulentas de febrero de 1936 que dieron el triunfo al Frente Popular, de inmediato empeñado en establecer en nuestro territorio, por las bravas, un Estado federal de corte soviético y dependiente de Moscú. Resulta del todo consecuente que, en pos de ese modelo, de cuyo derrumbe fue anticipo la caída del Muro de Berlín, nuestro valetudinario socialismo enseñe las uñas sucias del añorado Estado totalitario y policiaco. Ni que Pérez Rubalcaba, superviviente de todas las crisis internas del PSOE desde el Congreso de Suresnes, se acerca tanto al perfil del soviético Beria, aunque, para nuestra fortuna, todavía no exista un paralelismo terminal con la Lubianka. Pero sí mazmoras y muertes políticas. De las físicas se han encargado el bandolerismo etarra y las milicias irregulares del terrorismo islámico, compañeros de viaje hacia el R.I.P. de España.
SITEL se ha convertido en la gran oreja del fascismo rojo. No exagero en la calificación de rojo al actual gobierno de una España más brutalmente fragmentada que un feto abortado en clínicas convertidas en estajanovista matadero de inocentes. El propio Rodríguez se definió como rojo en ocasión solemne. Y no fue una ocurrencia, pese a ser el sujeto una fábrica de gilipolleces e irresponsabilidades en serie. Las neuronas de su limitado cerebro se cortocircuitan con el cableado eléctrico de la rojería retrospectiva.
Creo innecesario detenerme en la explicación del contenido, el alcance y el uso que el ministerio de Interior hace de SITEL. Tampoco de una ilicitud confirmada por altas instancias judiciales y jurídicas promovidas por el gobierno Aznar, su comprador, las cuales le aconsejaron su almacenamiento. Han sido de sobra divulgadas. La utilización de SITEL por el gobierno Rodríguez deja al cacareado Estado Derecho más destrozado que el cuerpo de un terrorista suicida, si es que ya no lo estaba bastante. Y con el concurso, además, de jueces y fiscales proclives a favorecer o a tapar las exigencias totalitarias del que algunos de mis colegas llaman con sorna el Gran Timonel. El Watergate expulsó a Nixon de la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Y fue algo así como una picardía infantil en comparación con el uso del SITEL en un país en que el hombre libre y honrado debe esconderse para no parecer ridículo y anacrónico. ¿Hasta tal extremo alcanza la abyección?
SITEL es sólo un paso más de tuerca en un largo proceso de control y sometimiento del individuo y de chantaje a instituciones, grupos y personas que se opongan al sistema o puedan serle incómodos. Después de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York se instrumentó un mecanismo electrónico que barre de manera sistemática todo lo que circula por Internet. Cuando en un idioma u otro intercepta toda una serie de vocablos considerados sospechosos, se procede a su análisis, bloqueo e incluso destrucción. Pero existen otros métodos de control, alguno de ellos tanto más perniciosos para la libertad si, además, se compaginan con el SITEL. Me refiero a uno que hace años fue objeto de polémica, presto acallada, y hoy perfeccionado y extendido a todas las actividades de una persona. Me refiero al conocido como código de barras, o del 6-6-6 por su estructura numérica. El 6 corresponde a cada una de las tres dobles barras que encierran los restantes guarismos de identificación.
El código de barras se ha generalizado y abarca desde la Sanidad, incluidas las recetas de medicamentos, a nuestras relaciones con entidades financieras, las compras que hacemos, el sistema tributario y otras actividades bastante comunes. Se denunció cuando el sistema se iniciaba la existencia en Bruselas de un poderoso ordenador que almacenaba y cruzaba los datos empresariales y personales igual que hoy Hacienda para saber si hemos ocultado algunos ingresos. La tecnología electrónica ha avanzado espectacularmente desde entonces y supongo que el viejo Berta seria sustituido por otro de muy superior capacidad y combinación de datos. ¿Imagina el lector lo que puede dar de sí el conocimiento de nuestras enfermedades, de lo que consumimos, del dinero que trasegamos , de lo que gastamos en viajes o diversiones y un largo etcétera? Descubriremos, y más si añadimos SITEL, que estamos absolutamente desnudos e impotentes ante el ojo avizor del Gran Hermano. Y sería ingenuo creer que se limita al espacio de los respectivos gobiernos, entre ellos el nuestro. El Gran Hermano es el instrumento de poder del Nuevo Orden Mundial en su marcha acelerada hacia la creación del Gobierno Mundial. El código de barras es algo así como una prisión invisible de la que difícilmente podemos escapar. Y el SITEL, su policía y cancerbero.
Nadie niega, salvo los obtusos prisioneros de un partidismo emocional, que tras la matanza del 11 de marzo en Madrid se encaramó al gobierno, estoy convencido de que conforme a lo previsto, una patulea de mediocres e ineptos bajo el mando de un paranoico y mitómano que se cree el elegido para resucitar la III República frentepopulista y restaurar el sistema derrotado de un abuelo que jugó a los dos paños. A uno en el 34 y a otro en el 36, cual correspondía a un disciplinado masón. Pero se engañan quienes crean que son consecuencia exclusiva de tales insuficiencias el despeñadero federalista, la prostitución de la instituciones básicas del Estado, la burla continuada de la Constitución, la transgresión de principios básicos del Derecho siempre que conviene a sus trapacerías, la utilización de sectaria de miembros de la judicatura para graves violaciones de la Ley como la escucha de conversaciones entre acusados en prisión y sus abogados defensores, acciones de traición al Estado y la Patria como en el caso Faisán o las negociaciones protervas con el terrorismo nacionalvascongado, la destrucción de las Fuerzas Armadas, la generalización por ley del genocidio abortista, el pugnaz empeño en la aniquilación del catolicismo en beneficio del islamismo rampante, la conversión de la sociedad en una gigantesca letrina donde la mayoría bracea en la mierda suministrada a toneladas…
Quienes hayan leído mis artículos sobre la conspiración mundialista, avaladas por investigadores de solvencia, habrán de admitir que Rodríguez y su multitud de sicarios bien instalados y pagados son ejecutores exacerbados de un poder que está por encima de ellos y al que se deben.