Muerte en La Cartuja
La muerte por una u otra causa siempre está presente a lo largo de nuestra vida y se halla ligada a una serie de consecuencias dolorosas y emocionales según las circunstancias que la causaron y la vida que tuvo su protagonista. Hay muertes que a pesar de ser testimonios ejemplares de placidez, entereza y resignación, pasan inadvertidas más allá de los estrictos límites más íntimos y familiares y otras que alcanzan difusiones desmesuradas, no en razón a su meritoria y digna manera de vivir y traspasar la barrera de la eternidad, sino a la fama y logros económicos alcanzados por el difunto no siempre gracias a procedimientos recomendables. Cuando el difunto es una persona muy popular, su repercusión se hace notable y se lanzan las campanas al vuelo del ditirambo y los recuerdos como si su ausencia fuera a marcar un antes y un después en nuestras vidas. Las mayores y más ruidosas lamentaciones, suelen proceder generalmente de los que han hecho del pésame y la visita al tanatorio un habitual comportamiento social, aunque sus sentimientos se hallen distantes de tan triste escenario. Son los que suelen ocupar los espacios más visibles del duelo e intentan atender a cuantos entrevistadores y micros se les acercan, deshaciéndose en elogios y alabanzas al difunto del que todos han sido amiguísimos,, aunque en un pasado reciente, cuando aún no era previsible su muerte, lo hayan puesto a parir. Muchos de estos “duelistas” de pacotilla, abandonada la fúnebre estancia donde han dejado constancia de su hipócrita sentimiento de dolor, se olvidan del difunto y de sus afligidos familiares, satisfechos al haber cumplido con el compromiso social y a la espera de un nuevo y trágico desenlace que les haga entrar nuevamente en acción ante la cámara e interpretar la consabida mascarada. Hablamos de los llamados nuevos plañideros que ávidos por figurar visitan recintos y velatorios donde saben se encontrarán con los medios de comunicación, para hacerse notar como amigos del difunto y de paso intentar saludar y hacerse ver por ese productor, empresario o director que saben estará en dicho lugar. Simple cuestión de oportunismo y vanidad. Lo cual no quiere decir que no haya otros que vayan por amistad y sincero sentimiento.
Hoy le ha tocado el triste turno a Florinda Chico, la popular y admirada actriz cómica, ayer a Juanito Navarro, otro gran cómico y figura muy popular, a Paco Marsó, el eterno amor y desamor de Conchita Velasco, a Carla Duval, que nos sorprendió a todos por su resignada y admirable entereza en el momento de morir, hasta para pedir despedirse de sus hijas. Algo inimaginable para quienes no hayan pasado por ese duro y amargo trance. Quedé impactado ante su tremenda fuerza moral y dignidad en ese difícil momento, porque estamos acostumbrados a ver en la muerte de los famosos el mismo ritual, idéntico despliegue informativo, las consabidas alabanzas al ausente y los ojos de las dolidas visitantes tras esas gafas negras, pretendiendo ocultar a la curiosidad ajena unos ojos que se suponen llenos de lágrimas, pero si penetráramos la opacidad de sus enlutados cristales, descubriríamos su farsa y sequedad de sus mejillas. Una fachada admirablemente perfilada para que en las fotos den el cliché de un dolor que en el fondo no sienten. Dechados de hipocresía que ni al muerto sirven, ni a los vivos que se quedan y lo han perdido, les suponen alivio alguno, sino un continuo mareo de besos y apretones de manos que, a veces, perturban su necesidad de aislarse para meditar y rezar por el difunto. El sentimiento, cuando es sincero, no precisa de estas estudiadas demostraciones, ni gafas que oculten las simuladas emociones. Si sienten la necesidad de llorar, que no lo oculten, que lo hagan al descubierto, ya que no es deshonra, ni debilidad expresar los verdaderos sentimientos públicamente.
Aunque la muerte siempre nos preocupa, no a todos lo hace con la misma intensidad y el mismo recelo. Para algunos es una terrible realidad que amarga sus vidas con mayor o menor frecuencia y muy diferentes consecuencias. Para otros, es el regreso a la casa del Padre al que en vida se han entregado sin reservas. El pasado sábado, en un profundo silencio y una total soledad, sin merodeadores, ni aduladores de bambalinas, murió una persona cuya vida fue un permanente ejemplo de amor a Dios y renuncia total a las pompas y vanidades de este mundo, de las que él por nacimiento y posición podría haber disfrutado a lo largo de toda su existencia. He sentido la lógica tristeza ante la ausencia de este familiar tan allegado, pero en este caso especial una sana envidia y una gran admiración ante la placidez y carencia de remordimientos con las que habrá dado ese gran paso a la eternidad. Y lo envidio, sin que ello me suponga renunciar a lo que mi estilo de vida me ha deparado. Que según Santa Teresa, hasta en los pucheros anda el Señor y también puede estar en las entrañables páginas de “vistazo”, donde acostumbramos a honrar su Santo Nombre y respetar sus normas. Sé que al final de nuestros días, cuando todo acaba o todo empieza, según de qué lado se mire, él habrá dado ese gran salto al Más Allá con mayor serenidad y confianza que lo haré yo. No tengo la menor duda. Me estoy refiriendo a la muerte de un primo hermano, Joaquín Arbolí Desvalls, del que supe hace unos pocos años que era el Abad de la Cartuja de Montalegre, en Tiana (Badalona), lugar donde murió el pasado sábado en su austera y sencilla celda. No digo que entregó su vida a Dios, porque ya lo hizo y de manera total y abnegada, cuando abandonó su doctorado en Química y la privilegiada posición social que gozaba, -su madre pertenecía a la nobleza-, para convertirse en un humilde siervo de Dios. Destaco esta circunstancia para resaltar el enorme sacrificio y renuncia que tuvo que hacer ya que la Orden de los Cartujos es la que vive en mayor pobreza de todas cuantas existen en la Iglesia.
El religioso de esta severa Orden dedica toda su vida a la oración. Su lema. “Ora et labora”, define su diaria actividad. No reciben visitas y sólo disponen de un día a la semana para pasear por el exterior del monasterio. Rige entre ellos el más absoluto silencio, sólo roto y de manera muy parca, según creo, el día de San Bruno, fundador de la Orden. Lo curioso es que éste santo, no ha sido canonizado por la Iglesia, aunque tiene autorizado su culto entre los miembros de su Orden y los cristianos. Su alimentación habitual es a base de pan y agua, excepto los domingos y jueves que añaden huevos y queso y los martes y sábado, que tocan las verduras. Nunca comen carne y el pescado sólo cuando se lo regalan. Comen una sola vez al día y cada uno en su celda, ya que sólo se reúnen en la capilla para algunos de sus numerosos rezos durante las horas del día y de la noche. Ha muerto a los 78 años, de los que muchos más de su mitad los pasó encerrado tras esos toscos y aislados muros donde transcurría su humilde y “privilegiada” existencia.
Recuerdo que en su viaje de novios mi hermana visitó a su madre y familiares en su palacio barcelonés de la Vía Layetana, quedando sorprendida ante el maravilloso parque que lo rodeaba, llamado “El Laberinto”, que abrían al público en días determinados. Criados de librea, doncellas con cofias y guantes y todo un ceremonial refinado y social al que el desaparecido Abad de la Cartuja había renunciando en su juventud siguiendo la vocación religiosa y entrega total a Dios en las más duras condiciones. Su madre, Pilar Desvalls, era la viuda de mi tío Joaquín Arbolí, uno de los diez hermanos de mi padre. Él había muerto en 1931, a los 33 años de edad, como consecuencia de un accidente de aviación. Era capitán de Corbeta y marino aviador. Entonces aún no existía nuestro ejército del Aire y algunos marinos eran especializados para pilotar nuestros primeros aviones militares. Su muerte se produjo realizando un vuelo de práctica, cuando era profesor de la Escuela en la que se instruían los pilotos y que entonces se hallaba, creo recordar, en el Prat de Llobregat. Fue el primer aviador militar español muerto en accidente de servicio. Chiclana, su tierra natal, que también es la mía, le dedicó una de sus calles, que los actuales socialistas eliminaron del callejero para poner en su lugar la actual Corredera, siguiendo ese terco afán por cambiar todo, menos lo que realmente importa. Algo ilógico si se tiene en cuenta que el homenaje le fue dedicado durante la República y por un ayuntamiento de izquierda. No tienen la menor idea sobre la Historia y sus hijos más notables. Aún no me explico cómo puedo querer tanto y llevar tan profundamente enraizado el amor a un pueblo que es tan desagradecido, como olvidadizo. Y ellos saben por qué lo digo.
Uno de sus hermanos, mi primo Juan José, el mayor, hizo la carrera diplomática y la última noticia que tuve de él es que era el embajador de España en Kuwait, cuando ocurrió la invasión iraquí que dio lugar a la primera guerra del Golfo. No sé por dónde andará ahora. Conocí a uno de sus hijos que estaba a punto de cantar misa, como sacerdote. La semilla sigue dando sus frutos. Hay también una hermana, mi prima María del Carmen, casada con un empresario catalán. No sé si será de las que hoy se llaman Carme, como la Chacón.
Una humilde celda, mucha oración, duro trabajo, una tremenda soledad y un silencio absoluto, fue la vida que eligió este familiar allegado para su permanente búsqueda de Dios, que al fin habrá encontrado y ya gozará de su presencia. Ahora lo envidio y le guardo admiración y un profundo respeto. Son los seres que nacen para empezar a morir y mueren para empezar a nacer. En sus monasterios no tienen televisión, ni radio y sus familiares sólo pueden visitarles dos días al año. Nada puede conturbar la paz que deben sentir en su permanente comunión con Dios. Son seres especiales que consideran a la muerte como una auténtica resurrección. No me extrañaría que sus cantos mortuorios fueran aleluyas. Su cartuja es la única que queda en la comarca catalana.
Nuestras vidas han sido totalmente diferentes y mucho más rica en méritos y virtudes la suya, por supuesto. Él acató el mandato de Cristo de que dejara todas sus pertenencias y hasta sus apetencias y le siguiera y ahora debe estar recibiendo su merecida recompensa. Seguro que sus hermanos no habrán rezado salmos de tristeza, ni se habrán oído llantos de amargura, sino de gloria y alabanza al Creador por haberle recibido. Laus Deo y descansa en paz, mi afortunado primo.
Buscando datos de JUAN DE NEA encuentro las Cartas sobre la oración de Jesús que no me han dado información sobre el personaje que busco.. sinó sobre mi. Y llego a este artículo “tan puesto en el mundo y en la actualidad”.. que primeramente me ha sorprendido encontrarlo aquí. Pero que muestra la conjunción existente entre la vida interior y la exterior…también refiriéndonos a estar dentro de la cartuja o fuera de ella.. Un@ nace, vive, se desarrolla y se muere. Y en realidad lo importante de veras, es marcharte siendo un quebrado entero. Si eres “5” ó “7” ó… Leer más »
Gracias por su fantástico artículo. Los cartujos, desde mi punto de vista, son las personas más coherentes. Ellos han visto lo que el mundo les ofrece y dicen: No, gracias. Abundan casos de monjes cartujos que han pertenecido a familias con fortuna, pero ellos siendo inteligentes, han sabido renunciar.
Mis condolencias para con Ud., y le agradezco que haya escrito esta nota. Yo soy joven (apenas empiezo la carrera) y creo que también tengo un futuro prometedor en el Servicio Exterior de mi país, pero creo que lo dejaré todo para unirme a la Orden cartujana. Para mí no sería un sacrificio dejarlo todo y escapar del mundo, sino un gran alivio. Una vida que sea realmente teocéntrica y no una en la cual Dios quede relegado a un reducido espacio según la presión de las demás ocupaciones. Una vida de silencio y paz frente a un mundo superfluo… Leer más »
Felicidades por tan clara vocación. No olvides que hay momentos de “desolatio”, pero perseverando llegarás a ser feliz. Yo estoy casado y con hijos, aparte que hay que tener mucho equilibrio.
Buen camino.
Me acabo de enterar de la noticia en la Vanguardia en una esquela que hace referencia a su fallecimiento desde dos semanas antes. Conocí al padre llamado Jesús Maria Arbolí Desvalls que por nombre de pila tenía el de Joaquim que desconocia por mi parte. Eramos muy amigos, hablo de 30 años atras. Yo estuve en la Cartuja De Montalegre. El era el padre procurador y tengo un muy grato recuerdo de todo lo que “procuraba” por mi y por todos. Conservo algún regalo de el, un libro de la vida de San Juan de la Cruz. Yo me salí… Leer más »