¿A quién beneficia el doble atentado de Noruega?: A la casta europea y al mulá Krekar, tanto monta
Redacción/Alerta Digital.- El peso de la contradicción debería servirles al menos para pervertir menos el lenguaje con fines tan sectarios. La casta y sus terminales mediáticas se relamen estos días de sus heridas electorales en países como Holanda, Italia, Suecia o Dinamarca y es tanto su entusiasmo que acaso cabría preguntarse si el doble atentado de Oslo no habrá tenido para ellos el mismo efecto vivificador que el que tendría un flotador para un náufrago en medio del océano.
De tanto repetir el mismo argumento de la islamofobia de Anders Behring Breivik van a conseguir que hasta los más inclinados a aceptar sus teorías se terminen preguntando: ¿Un islamófobo que mata sin embargo a jóvenes de cultura cristiana en un país donde miles de musulmanes campan a sus anchas? Que nos expliquen esa contradicción o la atribuyan, como sería lo natural si estuviéramos hablando de gente decente, a la acción de un psicópata. Sin adjetivación política posible.
Mal hacen los partidos identitarios europeos en ponerse estos días a la defensiva, como si tuvieran que justificarse y soportar con benignidad franciscana las invectivas y calumnias que proceden de la casta y sus altavoces propagandísticos. De igual forma que es comúnmente aceptado que la obra sangrienta de un pistolero de ETA (organización con un sustento ideológico marxista) no criminaliza a las formaciones políticas de izquierda; ni la barbarie de un terrorista suicida a sus hermanos islámicos de fe, ¿por qué tiene que ser diferente ahora y por qué se pretende grabar en el subconsciente colectivo, impune y desvergonzadamente, la idea de que Breivik y los partidos identitarios son y representan la misma cosa? ¿Por qué se acepta un argumento tan repugnante?
Defendía el historiador Xavier Casals en la cadena SER la relación entre las motivaciones criminales del ‘pistolero de Oslo’ y la munición ideológica proporcionada por las formaciones que defienden la identidad cultural y espiritual europea. Aparte de que en cualquier sistema serio debería probar judicialmente sus aseveraciones, nadie parece tener voluntad de hacer memoria y recordarle a los miles de Casals que en España existen que, ya puestos a mencionar las relaciones entre partidos políticos y actuaciones criminales, no hay rastro de algún grupo identitario europeo que haya pactado con ETA, ni alimentado la guerra sucia con fondos reservados, ni torturado y asesinado a Lasa y Zabala, ni secuestrado a Marey, ni vendido armas al régimen del coronel Gadafi; ni establecido acuerdos y consorcios con la mafia italiana, tales fueron los casos del socialista Craxi y del democristiano Andreotti; ni surtido de pistoleros a grupos terroristas tan genuinamente de izquierdas como la misma ETA, el IRA, Sendero Luminoso, las Brigadas Rojas, el Ejército Rojo Japonés o las FARC, entre otros muchos; ni mantenido relaciones con gobiernos que defienden el exterminio de judíos, la mutilación de niñas o el exterminio de minorías étnicas; ni organizando guerras internacionales para defender las razones del mercado, ni negociado contratos internacionales con reyezuelos genocidas y ministros narcotraficantes, ni avalado a multinacionales farmacéuticas que experimentan con niños del tercer mundo los efectos de sus dudosos fármacos, ni aprobado normas en contra de la vida, la familia y la paz ciudadana… La lista de agravios sería interminable. Ahora lo que toca es hablar de Noruega y lanzar una pregunta nuclear al aire: ¿A quién ha beneficiado hasta ahora el doble atentado de Noruega? Quid pro quo? ¿A los partidos identitarios o a la casta infame? ¿A Geert Wilders o al mulá Krekar? ¿Al Partido Laborista o al Partido del Progreso noruegos?
La sombra de Krekar…
El Foregin Policy explica que hace dos años, la cadena estadounidense NBC realizó un reality show sobre los cazadores de terroristas que durante mucho tiempo han evadido a la justicia. ‘The Wanted’, como se llamaba la serie, destacó el caso del mulá Krekar, un iraquí al que Estados Unidos, las Naciones Unidas y la Interpol tenían en su punto de mira por sus relaciones con grupos terroristas.
El programa mostró al equipo de la NBC acechando a Krekar en las calles de Oslo, algo extremadamente peligroso, aunque Krekar siempre estuvo sospechosamente a una llamada telefónica de distancia de cualquier medio de comunicación que quisiera darle alcance. Krekar escapó del marcaje de la NBC. Se trata sin duda del hombre mejor informado de Noruega.
‘The Wanted’ fue cancelada tras dos episodios, pero el show de Krekar continuó hasta la semana pasada, cuando fue arrestado por amenazar a políticos noruegos. El viernes, una bomba estalló en Oslo, en un edificio del gobierno. Luego hubo un tiroteo en la isla en Noruega.
Antes de que el grupo islámico Ansar Al-Yihad Al-Alami, del que forma parte Krekar, reivindicara los ataques, el mulá ya se había convertido en el enemigo público número 1 del país escandinavo, aunque las autoridades laboristas y la Policía simularan no darse cuenta.
Krekar, iraquí de origen kurdo, huyó del régimen de Saddam Hussein tras años de estar ligado a movimientos islámicos y de la Yihad. Llegó a Noruega como refugiado en 1991, donde ha disfrutado desde entonces de gran libertad para ejercer como predicador incendiario.
Krekar está acusado también de viajar libremente, violando las leyes del derecho de asilo, además de ayudar a crear Ansar Al Yihad, el grupo islámico que implantó un gobierno estilo talibán en zonas kurdas de Irak antes de la invasión de Estados Unidos. Después de la invasión, Ansar al-Islam, que se atribuyó los ataques del viernes a los pocos minutos de producirse, se convirtió en parte de la alianza de insurgentes salafistas conocido como Ansar al-Sunna.
Hasta ahora pesaban solicitudes de extradición contra el mulá que procedían de Jordania, Irak y los Estados Unidos Los intentos para su deportación chocaron de bruces una y otra vez con la burocracia y la protección legal de Noruega, cuyo Gobierno laborista ha impulsado más normas en favor de los islámicos que cualquier país musulmán teóricamente moderado.
“Él y toda su familia han sido apoyados por el Gobierno noruego, pero Krekar sigue amenazando a los noruegos y a sus dirigentes”, dijo un periodista que investigaba el caso.
En una entrevista de 2003 con la televisión holandesa, el mulá Krekar hizo un llamamiento en favor de la perpetración de fieros ataques terroristas contra intereses de Estados Unidos. “No sólo los soldados, sino también a los civiles que ayudan a los estadounidenses deben morir. Si alguien les da un vaso de agua, también debe ser asesinado”, dijo Krekar, que aún así siguió gozando de la protección de la degenerada casta de Noruega.
Krekar agradeció la protección de los dirigentes noruegos con incontables amenazas contra ellos. Desde el atraco al banco Kreditbanken de la vecina Suecia, nunca el ‘síndrome de Estocolmo’ se había manifestado de forma tan elocuente. La semana pasada sin ir más lejos Krekar volvió a amenazar con un macroatentado en el caso de ser deportado a otro país. La Justicia noruega hizo un amago de procesarle por amenazas terroristas. Sólo papel mojado, y él lo sabía. Tanto como para responder al 22-J con un inquietante y revelador silencio, lo que debería servir al menos para que se analizara lo ocurrido desde otra perspectiva bien distinta a la oficial. Lo que estos días se dirime en tertulias, análisis y debates no es tanto la seguridad de los europeos como el robustecimiento de los intereses electorales de los partidos tradicionales gracias y no a pesar de un repugnante y sangriento suceso.