La Audiencia Provincial de Alicante ha condenado a 14 años y dos meses de cárcel por violar a la hija de su pareja, menor de edad, y contagiarle el virus del papiloma humano, que puede generar cáncer de útero.

La sala considera al acusado, Franklin Estuardo Z. B., de origen ecuatoriano, autor de un delito continuado de violación en concurso con otro de causación de grave enfermedad por el contagio del papiloma.

Durante el juicio, la menor, que en aquel entonces tenía 11 años, relató cómo el compañero sentimental de su madre aprovechaba las ocasiones en las que estaban solos para forzarla a mantener relaciones sexuales. «En ocasiones abusaba de mí hasta tres veces al día. Una vez se compró una caja de condones y la gastó en menos de un mes. Era cuando se le antojaba», explicó la adolescente en un escalofriante testimonio.

Además, el procesado, que está en prisión preventiva desde marzo de 2010, mantuvo relaciones con la víctima a pesar de que sabía que su madre padecía cáncer de útero, y se lo contagió a la niña.

Según sostuvo la Fiscalía en el juicio, Franklin Estuardo Z. B. llegó a pegar a la menor con una correa para obligarla a acostarse con él. En otras ocasiones la amenazaba diciendo que, si no accedía a sus pretensiones sexuales, no le pagaría a su padre el tratamiento para afrontar su cáncer de útero.

El procesado, para el que la Fiscalía solicitaba una pena de 15 años de cárcel, aprovechaba los momentos en que ambos se quedaban a solas en una vivienda de Aspe para violar a la menor. La chica y su hermano estaban al cuidado de este hombre y de una tía porque su madre entonces estaba trabajando en Barcelona.

Fue precisamente a esa pariente a quien la víctima confesó el infierno que estaba viviendo. También reveló su calvario particular a una vecina de su edad, a la madre de ésta y a su hermano. Todos ellos confirmaron durante el juicio el relato de la adolescente.

Su tía, por ejemplo, ratificó que la niña le contó todo llorando cuando le puso un cordón en el cuello, una vieja tradición en Ecuador que tiene como objetivo comprobar la virginidad de las jóvenes. «Se puso muy nerviosa y me dijo que no tenía valor para decírselo a su madre», testificó.

Por su parte, el acusado lo negó todo y argumentó que la niña le había denunciado porque era muy estricto y le marcaba límites.