La españolidad de Melilla no es asunto que pueda ser cuestionado ni siquiera discutido. Razones históricas de peso avalan las tesis españolas con respecto a las pretensiones anexionistas de Marruecos. Ello no obsta para que Melilla se esté convirtiendo en una metástasis para el resto de España. PSOE y PP llevan años disputando en aquella ciudad una alocada carrera consistente en demostrar quién es el más multicultural de los dos. Si el PP ataca poniendo a un musulmán al frente nada menos que de la delegación del Gobierno en Melilla, el PSOE contraataca a punto como está de elegir a un miembro de la misma confesión para dirigir el partido. Entre tanto, PSOE y PP cifran sus expectativas de voto en Melilla en mantener contento a un electorado cuyas claves a la hora de interpretar el proceso de validación de la representación popular es bien distinto al que nosotros tenemos.

Ya en 1989, la Junta Electoral Central obligó a que las elecciones generales de ese año se repitieran en Melilla al haberse detectado a miembros del PSOE comprando votos a las puertas de un colegio electoral, en uno de los barrios con una densa población musulmana. El partido representativo de los musulmanes melillenses, Coalición por Melilla, ha denunciado el oscuro entramado que se produce en la ciudad cada vez que hay elecciones. Hay musulmanes que literalmente ofrecen su voto al partido que le ofrezca más dinero. Desde la Asociación Pro Melilla (APROME) se ha denunciado con insistencia esta atípica circunstancia, frente a la que las autoridades españolas prefieren mirar hacia otro lado.

Otro factor de riesgo para España son las concesiones masivas de DNI que se llevan a cabo desde finales de la década de los 80. El número dos de la Comunidad Islámica de España, Félix Herrero, denunció en AD la existencia de alcaldes, parlamentarios y hasta generales marroquíes que están en posición de la nacionalidad española. La situación resulta tan grotesca como aquel marroquí de Casablanca que pretendía demostrar su arraigo en la ciudad de Melilla presentando…¡un resguardo de la quiniela fechado cuatro años antes!.

PSOE y PP están dispuestos a cualquier cosa para mantener el apoyo electoral de los musulmanes, aunque a veces esas decisiones comprometan seriamente el futuro de otras zonas de España. Muchos de los marroquíes de origen que tramitaron su nacionalidad española en Melilla residen actualmente en Cataluña y otras zonas de la geografía peninsular.

De tales barros, los lodos estadísticos que nadie menciona. Desde 1988, alrededor de 35.000 ciudadanos de origen español han abandonado Melilla y hallado acomodo en la provincia de Málaga. Aunque éste haya sido un éxodo sin precedentes en la historia de la Unión Europea, apenas ha merecido análisis, ni estudios sociológicos, ni floripondios como los que suelen utilizar los defensores de la multiculturalidad. ¿Qué ha sucedido para que 35.000 españoles (el equivalente a la población de Ávila), abandonen su ciudad de origen y que los escasos miles que aún permanecen en ella digan estar dispuestos a dar el mismo paso? ¿Guarda este éxodo alguna relación con el hecho de que los musulmanes residentes en aquella ciudad autónoma se hayan multiplicado por cinco en los últimos 20 años? ¿O acaso incidentes tan llamativos como los ataques contra intereses judíos, las agresiones contra iglesias y sinagogas o la llegada de grupos integristas han podido servir de catalizador para esos masivos traslados de melillenses a territorio peninsular? Fuentes del CNI han alertado acerca de la proliferación de grupos islamistas muy radicalizados en Melilla. Incluso este periódico ofreció pruebas recientemente acerca de la conexión entre musulmanes melillenses y radicales marroquíes.

Este sainete multicultural que vive la ciudad de Melilla tuvo su momento de máximo esplendor hace unos años. Centenares de españoles aferrados pese a todo a su identidad religiosa pretendían celebrar una romería dedicada a la Virgen del Rocío, similar a las que se celebra cada año en muchas localidades de nuestro país. Para ello tenían que desplazarse hasta una pequeña ermita situada en los pinares de Rostrogorgo, muy cerca del acuartelamiento del Tercio I de La Legión. Los devotos, arracimados y con el miedo dibujado en sus rostros, tuvieron que realizar el recorrido escoltados por policías pertenecientes a unidades de intervención llegados desde distintos puntos de España. Se pretendía evitar así los graves incidentes del año anterior, cuando jóvenes radicales (la mayoría en posesión de la nacionalidad española) apedreraron a los romeros a su paso por el barrio de Cabrerizas, provocando una docena de heridos. Como siempre, la prensa española decidió mirar para otro lado. Hace tiempo que las agresiones a los cristianos dejaron de ser noticia en Europa.

Por otra parte, un entramado de corrupción ha hecho presa en aquella ciudad, a tal fin que islamistas, narcotraficantes y blanqueadores de dinero han consolidado un pestilente consorcio de intereses que arruina las expectativas de Melilla como ciudad cultural, social y legalmente española. Los lectores deben saber que buena parte de la droga que llega a España desde Marruecos lo hace a través de organizaciones mafiosa que en muchos casos operan desde Melilla y Ceuta. O que parte del dinero obtenido por envenenar a los jóvenes españoles termina en Melilla y Ceuta su proceso de blanqueo. O que muchas de las viviendas que se adquieren legalmente en Melilla son en realidad propiedad de destacados miembros de la clase dirigente marroquí. Muchos melillenses, entre tanto, prefieren poner la mano y callar.

Por si fuera poco, nueve de cada diez alumbramientos en el hospital comarcal pertenecen a familias de confesón islámica. La paulatina e imparable desoccidentalización de Melilla constituye la mejor declaración de principios en contra de esa gran estafa moral e intelectual que representan los defensores de la multiculturalidad en cualquiera de sus tenebrosas formas.

Muchos lectores han mostrado su indignación por el tratamiento dado por AD a la noticia de que un musulmán será el próximo líder de los extraviados socialistas melillenses. Nos dibujan un cuadro típico de Blancanieves al reivindicar la convivencia casi idílica que registra la ciudad entre todas sus confesiones y la fraternidad interconfesional imperante. Si todo es tan sencillo, ¿por qué entonces más de un tercio de la población española de origen ha abandonado la ciudad desde 1991? ¿Por qué ha desaparecido el comercio tradicional? ¿Por qué si la convivencia es tan fértil no se registran matrimonios entre melillenses de las dos religiones mayoritarias? ¿Por qué en los lugares de ocio más selectivos no existe esa mescolanza étnica de la que algunos presumen? ¿Cuántos musulmanes son socios del Club Náutico o del Club de Golf? ¿Cuántos españoles acuden con sus familias a disfrutar del pintoresquismo árabe del barrio de la Cañada? ¿Cuántas parejas de una y otra religión salen juntas a divertirse? Como siempre, la falacia y la hipocresía tratando de camuflar la realidad: ni musulmanes ni cristianos se soportan y si tienen que convivir juntos es por necesidad y no por deseo. Sin el incentivo económico del plus de residencia que perciben en Melilla los funcionarios, la mayoría de éstos ya estaría viviendo lejos de allí.

La prueba más clara de este desencuentro se produce cada vez que hay unas jornadas de puente. Cientos de melillenses abandonan apresuradamente la ciudad buscando el oxigenante cambio de aire de la península. Siete de cada diez melillenses de origen español tiene casa en la península. Ocho de cada diez españoles abandonan la ciudad cuando les llega la jubilación. Así que las cartas boca arriba, sin más falacias, mentiras ni glosas multiculturales. Para cuentos, los de José Calleja.