Nuevos datos sobre el misterioso asesinato de Gabaldón, encargado en 1939 del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo (I)
Por Blas Piñar Pinedo.- En estos primeros días de marzo logré reunirme con una de las nietas y uno de los hijos de Isaac Gabaldón, el llamado muerto de la carretera de Extremadura asesinado en extrañas circunstancias, junto a su hija Pilar y su chófer José Luis Díaz, en la noche del 29 de julio de 1939. Gabaldón era un Guardia Civil, agente del Servicio de Información Militar y encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo cuando le mataron.
Encuentro con la familia
Beatriz, la nieta, había contactado conmigo gracias a las redes sociales. Me siguió algún tiempo. Aunque me había visto en Intereconomía, cuando el concurso de El Candidato, necesitaba asegurarse de que podía confiar en mí. Cuando me conoció me dijo:
-Tu nombre acabó por darme esa confianza.
Y eso a pesar del enfado de sus padres con mi abuelo Blas Piñar debido a la publicación de cierta información del caso Gabaldón en la revista Fuerza Nueva, a finales de los años setenta. José Antonio Gabaldón, padre de Beatriz, me miró con seriedad y me confirmó su irritación:
-Literalmente mandé a la mierda a tu abuelo. Le visité en su Notaría para pedirle que no publicaran más información sobre el asesinato de mi padre porque eso perjudicaba al ascenso de mi hermano Luis, que estaba a punto de ser General de Aviación. El me preguntó que si tenía miedo. Yo le dije: soy Falangista, no tengo miedo.
Mientras su esposa Beatriz Montemayor me sirve una taza de café, me mira y me pregunta:
-¿Le importa que le diga lo que pienso de Fuerza Nueva?
-No. Puede decir lo que quiera. Faltaría más. No me trate de usted.
-En Fuerza Nueva había mucho histérico. Y su abuelo hizo mal en disolver el partido. Yo soy patriota, pero no histérica. Nosotros somos de la Falange. Yo, desde niña –y me mostraba una foto de un grupo de chicas falangistas, de Talavera de la Reina, al poco de acabar la guerra.
-Dejen de publicar cosas del asunto Gabaldón. No lleva a ningún sitio. Su vida corre peligro. Se lo advierto.
La Tesis Prohibida
Yo había escuchado a mi abuelo contar cosas de aquel misterioso crimen y me impactó la semejanza que podía observar, sobretodo cuando analicé el proceso judicial de unos mil doscientos folios, con otras operaciones tenebrosas del poder, como el asesinato de Carrero el 20 de diciembre de de 1973, el Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el atentado contra Aznar el 19 de abril de 1995 y la masacre de Madrid del 11 de marzo de 2004. Así que publiqué La Tesis Prohibida, una novela construida a partir de la muerte de Gabaldón y donde esos atentados tenebrosos se relacionan en una hipótesis realista, en la que todo lo que se cuenta podría ser cierto.
Desde que se publicó mi libro, he intentado seguir investigando sobre el oscuro caso del muerto de la carretera del oeste. Así se había referido a Gabaldón ni más ni menos que Milans del Bosch, que en una carta de 1981 dirigida al General Gutiérrez Mellado, escribe: “sobre tu conciencia pesa el muerto de la carretera del oeste”.
Gracias a La Tesis Prohibida, hace unas semanas, contactó conmigo la nieta de nuestro protagonista, Beatriz Gabaldón. Hace pocos días estuve con sus padres, José Antonio y Beatriz. Dedicamos unas horas a charlar sobre el asunto. Nuevas reuniones prometen más datos interesantes. Pero lo averiguado hasta la fecha llegará a impresionarles.
Gabaldón y la guerra
Cuando la revolución del 34, Gabaldón era el Jefe de la Guardia Civil en Talavera de la Reina. Su integridad personal y la defensa del orden le llevaron a ser odiado por la potente izquierda de la ciudad, que se manifestaban gritando:
-Queremos pan y carbón y la cabeza de Gabaldón.
Dada la situación de preguerra y la agitación de Talavera, a principios del año 36 trasladaron a Gabaldón a Sama de Langreo, cerca de Oviedo. Su esposa se llamaba Manuela; tenían 9 hijos. Debido al repentino cambio de puesto y a la peligrosa situación en Asturias, Gabaldón pidió a uno de sus hermanos, que vivía en Arenas de San Pedro, que se hiciera cargo de su familia. Y llegó el Alzamiento. Arenas de San Pedro quedaba en zona roja, así que Manuela y sus nueve hijos huyeron a Ávila con el cuñado, pues eran conocidos militantes de la Falange. A los pocos días de la sublevación militar, un tal Bardají, que también era de Arenas, reclutó a 200 falangistas en Ávila con el objetivo de tomar el pueblo, dado que era una zona estratégica al otro lado de las montañas. Bardají organizó varios autobuses y dos hijos de Gabaldón, Alfonso y Luis, se apuntaron a la arriesgada misión.
Cuando llegaron a Arenas, Bardají se dirigió a su casa con algunos de los falangistas, hizo acopio de las cosas de valor y huyó a Ávila en el coche de algún amigo, abandonando a los falangistas que había utilizado como excusa y como protección. Los milicianos decidieron defenderse de la incursión y detuvieron a la mayor parte de los falangistas, entre ellos a Alfonso Gabaldón. Les cortaron las manos con una hoz y les fusilaron en una zona conocida como “El berrocal”. Luis salvó la vida escondiéndose en una cárcel y contando al Director de la misma que era huérfano y que no sabía quienes eran sus padres. Luis murió hace un año y llegó a General de Aviación, sin importarle demasiado ni la política ni la investigación del asesinato de su padre.
En octubre del 36, liberado Oviedo, Isaac Gabaldón es trasladado a Plasencia, para organizar las tropas que participarían en noviembre en el intento sobre Madrid. Una vez fracasado el asalto nacional a la capital, Gabaldón fue destinado al SIM, a las órdenes del General Hungría, con el encargo especial de organizar a toda prisa un Archivo de Logias, Masonería y Comunismo con el objetivo de evitar las posibles infiltraciones del enemigo en el bando nacional. Y entre los agentes que estaban bajo el mando de nuestro protagonista se encontraba el Capitán Manuel Gutiérrez Mellado, un doble agente conocido como Teodosio. Nunca se llevaron bien.
Gabaldón y el oscuro SIM
Terminada la guerra, el Comandante Gabaldón pidió al General Hungría que le trasladara del SIM a otro departamento. No le dejaron. Por lo visto, Gabaldón era un hombre muy honrado y venía denunciando que desde el final de la guerra, los agentes del SIM solían robar y cometer todo tipo de abusos en las casas de las personas que investigaban. No le trasladaron y le ordenaron hacer la vista gorda. Pero su integridad no se lo permitía. Y seguía denunciando a otros mandos la corrupción del SIM. Como además tenía información comprometedora en su Archivo de Logias, entre muchos de los militares pertenecientes a la Masonería se gestó un gran odio a Gabaldón, ante el temor de que se conociera su pertenencia a las logias y aquello acabara por perjudicar sus carreras, dada la fijación de Franco con los masones. Tanto era el odio hacia el agente del SIM que, al final de una cena entre compañeros, cuando las copas alteraban los comportamientos y de la risa se llegaba a la discusión, el mismo Gutiérrez Mellado amenazó de muerte a Gabaldón.
El asesinato
En el mes de julio del 39, Gabaldón estaba en Madrid preparando la nueva casa de la familia con ayuda de su primogénito, de nombre Manuel. Querían aprovechar el verano para trasladar a toda la familia desde la casa de Talavera, donde vivían desde el final de la guerra, a un chalé en la Colonia Iturbe en la calle Doctor Esquerdo. Después de un paseo, en una noche de calor sofocante, cuando regresaron a la casa de Madrid, Gabaldón se dirigió a su hijo:
-“No enciendas las luces. Te voy a explicar una cosa importante. Subamos al piso de arriba. Mira, ahí en frente, desde esa ventana, me están vigilando. Y allí, y también allí –señalaba los diversos lugares apuntando con firmeza. –Debes saber que estoy en una misión muy peligrosa. Con ayuda de mi secretario, hemos organizado toda la información sobre la Masonería en España. El General Franco está muy pendiente del avance de nuestro trabajo. Aquí en casa he conservado copia de todos los documentos que he entregado a la Dirección General. Sólo tu sabes que ésta copia existe”.
A los pocos días, Gabaldón marchó a Talavera a ver a la familia y organizar el traslado a Madrid. Aún quería completar cierta misión relacionada con un masón de Extremadura. El día 30 de julio, además, se iba a celebrar en Arenas de San Pedro el funeral por su hijo Alfonso, asesinado tres años antes por los rojos, y quería ir con su esposa y sus hijos. El día 29 por la mañana partió temprano con su chófer y su hija Pilar, de quince años. Se llevó a su hija para despistar, para que no pareciera que iba de misión. Sabía que le tenían ganas. Le habían amenazado. Regresaron por la noche. A la altura de Oropesa, unos hombres vestidos con uniforme del Ejército Nacional le dieron el alto. Gabaldón era muy prudente y sabía que nunca, bajo ningún concepto, se debía parar en la carretera, y menos de noche y menos cuando se iba en una misión. En ése momento del relato, su hijo José Antonio me agarra del brazo, presionando con su fuerte mano:
-Sólo pudo parar por un motivo. Mi padre sólo podía tener un motivo –remarcó- para parar su coche y aceptar conversar con alguien en aquella noche tenebrosa –me agarró aún más fuerte del brazo para transmitirme la importancia de su afirmación; me estremecí, temblé y balbucenado por la emoción, le pregunté:
-¡¿Por qué paró entonces?!
-Creo que sólo pudo parar porque entre quienes le daban el alto tenía que estar uno de sus subordinados en el SIM. No tengo pruebas. Pero estoy seguro de que paró porque quien le pidió detener el coche era ni más ni menos que Gutiérrez Mellado. Estoy absolutamente convencido de que tuvo que ser así.
A la mañana siguiente aparecieron en un cañaveral los tres cuerpos con varios tiros. Cuentan en Talavera que tres de los asesinos, nada más matar a Gabaldón, fueron a cobrar tres mil pesetas a casa del médico Sanguino, Gran Maestro de la Logia de Talavera. A los pocos días se fusiló en Madrid a 56 personas, entre ellas las famosas Trece Rojas, con la excusa de haber organizado un atraco para robar a Gabaldón. Esa era la versión oficial.
El día que iban a fusilar a todas aquellas personas, de las que la mayoría nada tuvieron que ver con el asesinato de Gabaldón, se presentó Gutiérrez Mellado para liberar a uno de los tres asesinos, miembros de las Juventudes Socialistas, confidentes del SIM, que habían sido detenidos al día siguiente del crimen, porque estaban perfectamente fichados. ¿Les suena de la película del 11M?
La escena es impresionante. Los condenados en el paredón. Los verdugos a punto de disparar. Se presenta allí Gutiérrez Mellado y pide llevarse a uno de los autores materiales del crimen, conocido como El Pionero, de nombre Sinesio. Consta en una resolución judicial del 20 de octubre de 1939, que El Pionero fue liberado de la muerte por Gutiérrez Mellado, justo cuando estaba en el paredón y ante el pasmo de los otros 56 que sí fueron tiroteados sin compasión. En ese documento, el juez instructor afirma que “se terminan las diligencias sobre El Pionero, liberado el 6 de agosto por Gutiérrez Mellado siguiendo órdenes de la superioridad para trasladarle a la cárcel de Porlier, según acredita el Teniente Rafael Puga”. Luego se dijo que El Pionero fue fusilado, pero sin embargo, cuando otra investigación exhumó la tumba del confidente y asesino, no encontraron su cuerpo.
Al día siguiente del asesinato de Gabaldón, asesinaron en Madrid a su secretario y asaltaron el Archivo de Logias y la casa de Doctor Esquerdo. Nunca más se supo de los documentos sobre la Masonería, salvo algunas páginas que aparecen en el sumario del caso, la mayoría con tachaduras.
Las amenazas
Manuela, la esposa de Gabaldón recibió todo tipo de amenazas porque se empeñó en conocer la verdad sobre el asesinato de su esposo y de su hija. Intentó que Franco la recibiera, logrando por fin audiencia, pero un día antes le avisaron de que no la recibiría, diciéndola que o dejaba el asunto o sus hijos que cursaban en la Academia Militar serían expulsados. No contentos con tal abuso, le dijeron que además, le dejarían sin pensión de viudedad. Así trataban a una madre que en plena posguerra tenía que sacar a siete hijos adelante, la mayoría menores.
También recibió amenazas uno de los jueces que abrió diligencias sobre el asunto, unos años después. El juez instructor, Ricardo Monet, denunció en mayo de 1941, según consta en otro documento que “le amenazaron con morir como Gabaldón si investigaba el crimen, y por eso –decía- no puedo mover el ojo porque me matan y acepté así un traslado a Canarias.”
Manuel, el hijo de Gabaldón, con los años fue ascendiendo en la carrera militar. Llegó a ser escolta de Franco, que un día le preguntó por su padre; es decir, Franco conocía la siniestra historia del muerto de la carretera de Extremadura. Después, Manuel fue destinado a un organismo conocido como de Represión de la Masonería, dependiente de la Secretaría General del Movimiento. Un día, Manuel dio cuenta de que ciertos masones habían pedido audiencia al Jefe del Estado. Sin mediar palabra le detuvieron y le encerraron durante varios meses en un castillo cercano a Talavera la Real.
Las preguntas
¿Por qué mataron en realidad a Gabaldón? ¿Por denunciar la corrupción y los abusos del SIM, por la información sobre la Masonería o por ambas razones? Se cuenta también la historia de ciertos papeles de Portugal que al parecer componían un informe secreto del Gobierno de Salazar en los que se detallaba un minucioso plan de los aliados para matar a Franco, por el temor de que su inicial alianza con Hitler –luego hábilmente rota por el Gobierne español- hiciera que España se pusiera del lado de Alemania en el conflicto mundial que estaba a punto de estallar. Quedan otras preguntas. ¿Por qué amenazaron de muerte a mi abuelo cuando en plena Transición publicó información del caso Gabaldón? ¿Qué querían ocultar casi cuarenta años después? Algo me dice –y no exagero- que para explicar muchos de los oscuros sucesos de la política española del último medio siglo, incluido la masacre de marzo 2004, debemos averiguar la verdad de éste crimen. ¿Acaso no resulta obvio, que desde el principio del régimen franquista, las mismas cloacas han permanecido dirigiendo con los golpes de timón oportunos, la política nacional? Y conocido esto y comprobando el devenir de la historia de ETA y el proceso actual que el Partido Popular está dispuesto a concluir, traicionado a tantos de los suyos que se dejaron la vida defendiendo España, ¿no resulta aún más evidente que incluso esas cloacas manejan el terrorismo según convenga, desde el asesinato de Carrero hasta el caso Faisán, pasando por la masacre de Madrid? Me atrevo a terminar afirmando que para averiguar toda la verdad que nos han ocultado sobre los atentados del 11M hay que descubrir antes quiénes y por qué mataron a Isaac Gabaldón.
Esa foto no se corresponde con el lugar del asesinato de Isaac Gabaldón, que fue a las afueras de Talavera de la Reina, exactamente a 2 kilómetros de Talavera. Pasó más de un día hasta que encontraron el cadaver. El Pionero fue fusilado, algún tiempo después y el juez militar hizo exhumar el cadáver para ser identificado por sus hermano y cuñada. No fue Gutiérrez Mellado quien sacó al Pionero, cuando fusilaron a los demás implicados, sino otro oficial del ejército de Franco. Es una vergüenza de artículo.
SI NO MIENTEN MAS ES POR QUE YA NO TIENEN DONDE MENTIR SI FRANCO LEVANTARA LA CABEZA SE LAS CORTABA A ELLOS
¿Qué tal por la logia, Juanillo?
jajajajaja, muy buen relato humorístico.
De lo mas interesante.