Por Branka Berberijan.- Una vez más aterriza en España un macroproyecto masónico de ingeniería social, sin que nadie se percatara del impacto que tendría éste en la destrucción de la sociedad, en el sufrimiento y la ruina de muchas familias, incluida la presión a las arcas sociales, ya que la curación de un adicto al juego vale un ojo de la cara.

Si, señores, se trata de Eurovegas, el humillante proyecto de ocio y vicio que el magnate estadounidense Sheldon Adelson quiere implementar en España. Y es humillante no sólo por su esencia, sino también por la arrogancia del empresario, que no ofrece, sino pide y exige, dictando condiciones que rozan la ilegalidad constitucional, tanto en el ámbito fiscal y medioambiental, como en su orden de que en su imperio particular se derogasen las leyes que no le convienen, y se aprobasen unas nuevas, cortadas por el patrón de sus deseos y necesidades egoístas.

La más monstruosa entre ellas, la que autorizaría a nuestros hijos acceder a los casinos a los catorce años, y es que el magnate lo tiene todo muy bien atado y calculado: una vez que a los menores se les cree la adicción, y cuando se les acabe el último céntimo de los cerditos de color rosado, irían agrediendo a sus padres para sacarles dinero, delinquirán, u ofrecerán sus esbeltas caderas a los viejos pervertidos a cambio de tres peras gordas, todo a fin de llenar los bolsillos sin fondo de este feligrés de Carnero de Oro. Y Strauss Khan ya no tendría que ir violando a las camareras de piso, se estarían abriendo ante sus viciosos ojos los tiernos muslos blanquecinos de nuestras hijas enseñándole los encantos de sus entrañas verdes, invitando a su terrible y amenazante arma cargada de viagra a penetrar en sus viñas aún selladas. Y todo sería lege artis, ya que, lamentablemente, en España según la ley, la relación sexual con una niña de trece años se considera consentida, según esta paradójica ley que ampara a los viejos verdes y vierte toda la responsabilidad sobre las cabezas de las menores, que a lo mejor ni siquiera les haya bajado la primera regla y que, por cualquier circunstancia se ven obligadas a aceptar las indecentes ofertas de cualquier desalmado podrido de pasta.

Parece mentira que en este país existe la ley de pederastia, cuando a los mismos pederastas les protege otra ley que es claro contradictio in adjecto con la primera. Y así, con Eurovegas, se añadiría otro capítulo más a la sistemática destrucción de la civilización cristiana.

A estas alturas es difícil esperar que baje Dios y lo arregle, así como lo hizo en Sodoma, las estructuras gubernamentales no van a hacerlo ya que no ven nada malo en el proyecto, todo lo contrario, y los únicos que pueden impedir esta acelerada erosión moral de la sociedad son los ciudadanos que deberían rebelarse contra estos planes de esclavitud, que lo único que ofrecen,-bajo la máscara de creación de empleo-, es depravar la sociedad cristiana hasta los límites insospechados.

Visto lo visto, parece que Cristina Cifuentes tampoco iba descabellada pidiendo que se retirase la palabra cristiano de la definición del partido gobernante, quizás sólo hubiera querido que se reconociera una realidad cada vez más patente, una realidad que convirtió el adjetivo en cuestión en mero flósculo, puesto que la cultura cristiana muy poco tiene que ver con la ingeniería social versus Sódoma, que tan generosamente nos ofrece tanto el magnate Sheldon Adelson como los que avalan su ruin proyecto.

Bien es verdad que España necesita inversiones extranjeras desesperadamente, pero hay que optar por las que traerán el desarrollo industrial y científico que generaría trabajo digno, y no por éstas cuya única finalidad es que sus promotores se forren a corto plazo convirtiendo nuestro país en uno de los más grandes prostíbulos del mundo mundial, en que la flor de nuestra juventud acabaría como putrefactos desechos de una sociedad que ha perdido el norte y la escala entera de los valores éticos.