B.D.- La escena ilustra de manera tan clara como chocante el día a día de Francia, con una población musulmana cada vez más desacomplejada y agresiva. El moro de la calle ya siente que tiene esa “masa crítica” que le permite comportarse sin tapujos ni miramientos, según sus instintos y su natural hostilidad hacia el elemento nativo sobre el cual ya no se priva de ejercer sus pretensiones de conquistador. (Ver video).

Esos gritos son una declaración de guerra, una manifestación desafiante de odio, una amenaza en toda regla: “Infieles, os esperá la sumisión y la muerte”. Esta escena prefigura el escenario por venir en los próximos tiempos. Al odio vociferado y a las amenazas proferidas en la confianza del número y la fuerza de la intimidación a una población atemorizada y apática, pronto sucederán los actos de violencia física, el paso a la fase superior de esa toma de posesión del terreno y de afianzamiento de la conquista. De las declamaciones se pasará a la agresión sistemática y masiva. El ejército de Alá afila el alfanje y se las promete felices.

El episodio del autobús reproduce en pequeño, en el espacio restringido de un vehículo, la realidad que afecta a una sociedad entera. Los moros, crecidos en audacia por el número y la consciencia de la debilidad y el miedo ajenos, dejan salir, con la confianza de su fuerza y su cohesión, la expresión de su odio y sus ansias de dominación. Su impaciencia crece al tiempo que se fortalece su sentimiento de poder. Un poco más y considerarán llegado el momento de la confrontación general. ¡Allahu Akbar! ¡Oh Alá!

Esto es lo que cantan

“¡Convierte a sus hijos en huérfanos! ¡Oh Alá! ¡Dispersa a sus mujeres y haz que sus hijos sean huérfanos! ¡Oh Alá! ¡Haz que la gloria del islam esté en todas partes! ¡Oh Alá! ¡Dad la gloria a nuestros hermanos oprimidos de Palestina! ¡Alá es grande! ¡Alá es grande! ¡No hay más dios que Alá y los sionistas son los enemigos de Alá! ¡No hay más dios que Alá y los mártires son los amados de Alá! Etc…”.