Apología de Serafín Fanjul
Años ha que me enteré de la existencia de “Al Andalus contra España, la forja del mito” y lo pude sacar de la biblioteca de la universidad de Sevilla. Me leí el libro rápidamente, y me causó una honda impresión. Fue más o menos contemporáneo a mi primera lectura de “Defensa de la Hispanidad” de Ramiro de Maeztu. Qué tiempos aquellos, donde comenzaba a divisar mi vocación americanista.
La obra del catedrático gallego está consagrada en muy buena medida a combatir los “mitos andalusíes” que básicamente se gestaron en el romanticismo extranjero del siglo XIX por viajeros que demostraron conocer muy poco nuestra patria, y que vio su “confirmación política” en el andalucismo de Blas Infante. Una de las “ideas-fuerza” de esta ideologización interesada de la historia es identificar Al Andalus con Andalucía. Por enésima vez tendremos que explicar que el término “Andaluzía” hace referencia a los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén con las correspondientes “marcas” de Algeciras y Gibraltar; un término geográfico nacido de la Reconquista de San Fernando III que con los años, aunó una importante comunidad de caracteres culturales, y que tan andalusí eran Toledo, Lérida, Zaragoza o Madrid como Niebla y Cádiz. En época de dominio muslímico, “Andalucía” no existió. Granada no entrará en la geografía andaluza hasta el liberalismo decimonónico.
El que fuera director del Instituto Hispánico de El Cairo trabaja contracorriente sobre un par de principales mitos: El desarrollo del buen salvaje de Rousseau sobre nuestro solar y la alianza de civilizaciones, esto quizá ya en la línea de S. Huntington. Con todo, rebate con contundencia a las lamentables ideologizaciones de un erudito como fue Américo Castro (También rebatido por un gigante como fue Jean Dumont), así como a todas sus derivaciones: Véanse los trabajos de Antonio Gala, llenos de incoherencias, anacronismos, ignorancias, faltas de documentación, baja calidad.
Fanjul, pues, viene a incidir sobre la contradicción para con España: Por un lado, seguimos siendo el ombligo del mundo y parece que el resto del globo no existe. Por otro lado, hemos escogido con sañoso infundio la auto-humillación y el complejo de inferioridad. O la misma contradicción de la Leyenda Negra: Somos muy malos porque no dejamos ni un moro ni un judío y sin embargo nuestra identidad puede ser rechazada por ser una mezcla de moros y judíos. ¿En qué quedamos?
Resalta como temas como el “legado andalusí” son grandes piezas de la maniobra de negocios que, tanto “historiadores” a sueldo como faranduleros y oligarcas de la politiquería llevan hacia adelante para conjugar sus pingües negocios con los países árabes.
Desarrolla una descripción completa acerca de lo que ha sido el pueblo árabe y de lo que es, y de cómo ha interactuado e influido con otros pueblos, ya sean helenos, egipcios, persas, eslavos, bereberes, hindúes o hispanos.
En algo que no estamos de acuerdo es que Fanjul se muestra “excesivamente crítico” con quienes consideran que España se reunificó como “lógica del pasado godo”. Si bien en la cronística se produjeron algunos mitos contradictorios, llegando a cierto rechazo de Roma y a idealizar demasiado a los visigodos (Con los germanos, España siguió siendo romana), la nación española siguió siendo una continuidad lógica de aquella Hispania Goda, y tanto San Isidoro como Recaredo son puntales en ello. Aunque también reconocemos, como Fernando Sánchez-Dragó le dijo a Juan Antonio Cebrián, que realmente los lazos unitarios de la Hispania Goda eran débiles.
Nuestro autor ha sido discípulo de García Gómez y Elías Terés S. en cuanto a los estudios arabistas. En cuanto a la historiografía, se apoya mucho en Sánchez-Albornoz, no sin crítica, pero se nota que con cariño. En “La quimera de Al Andalus”, que es un complemento a su primeriza obra, trata contra el mito moderno de los morunos en América, algo jaleado por dos personajes ya fallecidos: El ex comunista Mansur Escudero y la duquesa de Medina Sidonia, la duquesa roja, que por supuesto, jamás renunció a sus posesiones y privilegios.
¿Cuáles son las reales influencias arábigas, muy exiguas y cada vez más? ¿Cuál fue la verdadera aportación al léxico? ¿Cuál fue el papel de los moriscos? ¿Cuáles son los tópicos que a lo largo del tiempo se han conservado o mutando sobre ellos? Para el flamenco también labora un capítulo importante, así como para las músicas más o menos folklóricas de España. Cuestiones candentes que a nuestro parecer, D. Serafín trabaja con harto acierto. Una de las cuestiones que expone es que, por ejemplo, la variedad musical en los países árabes está medio muerta por la férrea estructura coránica, poco amiga de la música en sí, como lo fue por ejemplo Ibn Arabi. También habla de la influencia de los cristianos hispanos en los propios musulmanes, y el papel de los mozárabes e incluso de algunos alarifes bizantinos que trabajaron en Córdoba.
Y bueno, ¿eran españoles los moriscos? Nunca así se sintieron, al igual que los sefarditas. ¿Fue Al Andalus=España? No, siempre se consideró otra cosa. No soportó ni el nombre tradicional del país.
Algo básico que hay que saber para argumentar sobre el tema, y sobre el que tantas contradicciones incurren los américo-castristas que pretenden alejar de la hispanidad a los visigodos: Blas Infante llega a identificar a castellanos con germanos; y por supuesto, sin detenerse en que no sólo fueron castellanos ni por asomo…. Nos podríamos preguntar si esto no es racismo, u otra clase de etnocentrismo tal y como se plantea Fanjul…. Los mismos moriscos se resistieron a integrarse en la Hispanidad, y como pasa con toda la “umma”, los intentos de conversión fueron por desgracia mayormente infructuosos. Empero, los mismitos que critican los decretos expedidos desde los Reyes Católicos a Felipe IV son los que ni hablan de cómo trató Al Andalus a los “dhimníes”, ni de cómo siguen siendo tratados los cristianos árabes. Eso de la igualdad, cuando no conviene, se acude al romanticismo y demás zarandajas. Estamos demasiado acostumbrados a ello.
No hubo tolerancia en Al Andalus. Ni de una parte ni de otra. Las estupideces tan ladradas no son históricas, ni rigurosas, sino ideológicas e “interesadas”. Se puede hablar de las causas de la tardanza de la Reconquista, de la ubicación real del islam en la península, de la cierta “interacción cultural” que en casos más bien contados hubo; pero poco más. De donde no hay no se puede sacar, pero el dinero y el interés parecen hacer el resto, con evidencias que no son ni por asomo tales. Es que estos “neoandalusíes” se niegan no ya a ofrecer pruebas serias, que por descontado nunca lo hacen, sino siquiera a discutir. Y de ello han hecho buen acopio en según qué países islámicos, destacando quizá Marruecos y Siria, alimentando unas historietas que no se sostienen por ningún lado.
No confundan mi postura: No niego las influencias que han quedado de una época histórica. No las niego por ejemplo en la repostería; si ustedes prueban dulcería del Magreb, les recordará al turrón, los polvorones o los pestiños. No caigo en la pelea entre Claudio Sánchez Albornoz y Américo Castro, que a mi juicio tan bien sintetizó el malogrado e inolvidable Juan Antonio Cebrián. Ni siquiera caigo en la “lucha de civilizaciones” de Huntigton. Ni tampoco caigo en la deformación o en la exageración: Los árabes no inventaron los baños, el regadío o el arco de herradura. La palabra “zaguán” viene porque los árabes la toman del griego “stuan”.
Asimismo, Al Andalus no fue “exactamente árabe”, sino que por la contra jugó mucho peso lo bereber y lo muladí, tal y como señaló ya en el siglo XIX el polígrafo portugués Joaquim Pedro de Oliveira Martins.
Me sigo preguntando, pues: Si la presencia musulmana fue tan larga en Valencia o el Algarve como en Andalucía, ¿cómo es que allí no ha quedado ese “sentimiento arabista”? Pues como no había quedado aquí hasta el romanticismo luego politizado. Ese sentimiento no existía ni siquiera en el mundo árabe. ¿Por qué valencianos o algarveses no escogieron una bandera musulmana como símbolo “identitario” y nosotros sí, sin que siquiera se nos dijera el significado? Pues por lo mismo que intentamos referir. Por la misma decepción que se llevó Merimée al encontrar “muy poco moro” en la Península según sus propias palabras, cuando él venía buscando que todo fuera omeya o nazarí. O como aquel peregrino italiano que tanto se decepcionó en Córdoba e intentó convencer a sus habitantes del siglo XIX que se vistieran con turbante y chilaba.
La Historia está para estudiarla e intentar ser lo más objetivo posible, no para ideologizarla y escoger lo que más conviene cual oferta de hipermercado.
Dice mi maestro y amigo Francisco Rivas que hay mucho historiador medievalista que parece negar hasta que el islam pasó por la Península. Eso es cierto, tan cierto como que los países islámicos quieren borrar automáticamente su pasado cristiano. Como que hubo papas norteafricanos y como existió Cipriano de Cartago y San Agustín de Hipona. Por eso, ambos convenimos en despreciar la ideologización de la historia y un vano presentismo calculado en una mentalidad buenista que de buena no tiene nada, sino todo lo contrario.
¿Están pensando los tunecinos en darle la nacionalidad a griegos y germanos que fueron expulsados de su territorio? ¿Por qué no se habla de los cristianos árabes que Arabia Saudita expulsó? ¿Y de los cristianos bereberes que huyeron a la Península Ibérica en el siglo VII? ¿Y los turcos con griegos y armenios?
Los españoles a veces somos gente extraña. Antes nos moríamos por demostrar un irrefutable pasado visigodo y ahora nos morimos por demostrar un irrefutable pasado musulmán o hebraico. Al igual que muchos muladíes de Al Andalus se morían por intentar demostrar un antepasado de la Península Arábiga.
Y por ello, creo Serafín Fanjul, catedrático de Literatura Árabe y licenciado en Historia de especialidad americanista, constituye una prueba rompedora en estos tiempos arrogantes y confusos.
Según las crónicas musulmanas y extranjeras medievales España era Al Ánadlus y los reinos cristianos eran “Galicia”.Evidentemente que ambas poblaciones se influenciaron mutuamente y de ello surgió una gran cultura(por eso los islamistas,no musulamnes) piden la vuelta de Ál.andalus., que por cierto es tan española Al.Anadlus como el Reino de Aragón y el de León. ¿Como iban a encontrar los románticos del XIX algo moro en Valencia tras 300 años de aculturación nacionalcatólica? Tiempos confusos? Pero si ahora sabemos más que antes! Si desde el siglo XIX no vienen machacando que España era sólo cristiana y la reconquista se pasó… Leer más »
Esto de la historia tiene mucha miga. Sólo basta ver los diarios cada mañama. Una misma historia se cuenta de una manera u otra según la ideología del contador. Y además lo hacen convencidos de su “verdad”. Sobre la historia pesan los sentimientos. Despojarse de ellos es ser historiador. Pero, ¿dónde encontramos un Historiador?
¡Bravo señores de AD, Serafín Fanjul García está sembrado, es junto a Bergua, y a Renan, los que dicen la verdad sobre el Islam, es un hombre culto y sabe lo que dice, espero que la gente lo lea, sus artículos son muy bueno, don Serafín sabe lo que dice, y dice lo que sabe.