Blas Piñar: Mis recuerdos y contactos con… don Marcelino Olaechea Loizaga (XVI)
Por Blas Piñar.- Para mí, Don Marcelino Olaechea Loizaga, nacido en Baracaldo, (Vizcaya) y arzobispo que fue de Pamplona y de Valencia, es uno de los que a capa y espada defendió la guerra de liberación nacional como Cruzada, y permaneció fiel a esta definición cuando la pastoral política de la Iglesia cambió de signo. Recordarle es gratísimo para mí; confieso que frente a los durísimos ataques que recibí en la época que en ese cambio pastoral trajo consigo la Transición en España, me sirvió de ejemplo y me estimuló a seguir combatiendo por lo que hoy conocemos como “valores innegociables”.
Le escuché por primera vez, a través de la radio, cuando la famosa inundación de Valencia, de 14 de octubre de 1.957, verdaderamente catastrófica, que produjo verdaderos estragos (era otra época, y fueron reparados con la mayor rapidez). Don Marcelino quiso contribuir a esa reparación, no solo de palabra, a través de sus intervenciones radiofónicas, sino sacando a subasta su anillo pastoral. Era una delicia oírle.
Le conocí personalmente con ocasión del debate en las Cortes sobre la modificación del artículo 6 del “Fuero de los Españoles” para acomodarlo a lo dispuesto por las Declaración “Dignitatis Humanae” del Concilio Vaticano II.El proyecto de ley modificando el párrafo segundo del mencionado Fuero se publicó en el Boletín Oficial de la Cámara legislativa, del 10 de Marzo de 1.957.
Por una serie de circunstancias, que no son del caso, yo no pensaba intervenir en ese debate, que comenzó el 2 de mayo de 1.957, pero, al fin , intervine y muy intensamente. Voy a explicar porqué: Una noche –y por supuesto con anterioridad a dicho debate- me llamó por teléfono Federico Silva Muñoz, ministro de Obras Públicas. Me rogó que fuera por su despacho. Se trataba de un asunto muy importante. Me desplacé al Ministerio. Me esperaban, con el ministro, Don Marcelino Olaechea, arzobispo de Valencia, y don Joaquín Manglano y Cucaló de Montull, barón de Llaurí y de Cárcer, y procurador en Cortes, de ideología tradicionalista.
El asunto a tratar no era otro que el contenido del proyecto sobre la libertad religiosa. Don Marcelino nos aseguró que la Conferencia Episcopal se había limitado a pronunciar un nihil obstat y ello a los procuradores en Cortes no les obligaba en conciencia a aceptar ad pedem literis el texto remitido por el Gobierno. El texto podía y debía ser discutido, y retirado o rectificado. Con tal fin se había enviado a la Cámara Legislativa. El argumento me convenció. El arzobispo de Valencia esbozó un plan –sobre el que había reflexionado muy detenidamente- que expuso sin rebozos: en primer término, el barón de Cárcer presentaría y defendería una enmienda a la totalidad, que seguramente sería rechazada.
En segundo término, se presentarían enmiendas a los distintos artículos del proyecto por los procuradores que se sumaran a nuestros puntos de vista sobre la tensión unidad católica-pluralismo religioso. Para dar ejemplo, yo fui el primer firmante de varias enmiendas teniendo, por tanto, la obligación de defenderlas. Lo cierto es que no prosperaron ni la enmienda a la totalidad, ni las enmiendas parciales.
No obstante ello el 20 de mayo de 1.967, en el restaurante El Bosque” hubo una cena homenaje a los procuradores que habíamos defendido la unidad católica de España. Algunos “valientes”, amparándose en la oscuridad, arrojaron piedras contra el local.Se recibieron y leyeron muchas adhesiones, entre ellas, la de Don Marcelino Olachea, que en una carta dirigida a mí decía: “Muy querido amigo: Reciba mi aplauso más cordial, y con usted a todos esos grandes amigos, procuradores en Cortes, que han trabajado sin descanso y con entero acierto en la discusión del Proyecto de Ley del Derecho Civil a la Libertad Religiosa”. “Han sido ustedes fieles a la mente del Concilio Vaticano II en esta nuestra España, la de inmortal unidad religiosa, tesoro que hay que transmitir íntegro a la futura generación, “don el más precioso”, en palabras de nuestro Santísimo Padre el Papa Pablo VI, de orden y unidad superior para la promoción social, civil y espiritual del país”.“Obligados ustedes a discutir… nada menos que un proyecto de ley sobre el Derecho Civil a la Libertad Religiosa, no han podido estar mejor en la discusión de su articulado”. “Téngame con ustedes y de todo corazón en ese ágape fraterno y reciban con un gran abrazo la expresión de toda la gratitud y la más larga adhesión de su gran amigo Marcelino”.
El 27 de Noviembre de 1.970, a invitación del señor arzobispo, pronuncié una conferencia en el Ateneo Mercantil de Valencia, que titulé “Poesía a lo divino”. Con ella se clausuró la Asamblea Diocesana de Padres de Familia. Don Marcelino, que presidía, puesto en pié, me presentó, terminando con estas palabras, que agradecí, antes de hablar; “No se lo que el conferenciante va a decir, pero tal confianza tengo en él, que de antemano lo suscribo”.
Siendo ya dimisionario, y por consiguiente cesado como arzobispo de Valencia, en carta de 14 de Febrero de 1.972, me decía:“Muy querido amigo: He oído su discurso en el Palacio de la Música, de Barcelona. Lo he oído, pues mi ´otro yo`, mi secretario don Joaquín Mestre (lo tenía grabado). Mi aplauso más entusiasta, al que acompaño mi oración. Pido al Señor conserve para grandeza de su Iglesia y de su España, por muchos y muchos años, el vigor que hoy tiene, la mente, el corazón, la cultura, la acrisolada honradez, y la garganta de un gran apóstol. Un fortísimo abrazo”.
Aunque no tenga que ver directamente a relaciones conmigo, quiero dejar constancia de la sintonía de nuestra postura, con la del para mi inolvidable arzobispo.La Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes, de Septiembre de 1.971, con 123 votos a favor y 113 en contra, no alcanzando los dos tercios positivos para ser aprobada, puso sobre la mesa una proposición, la número 34, de la Primera Ponencia que decía así:“Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos”.
Don Marcelino comentó la propuesta, el 12 de Noviembre de 1.961, de esta forma:“Me consta que (la propuesta) hirió muy severamente a muchísimos ex combatientes españoles, que demostraron su gran amor a la Iglesia en momentos muy, pero que muy difíciles. Si aquella Iglesia, con figuras de talla gigantesca, como Pio XI, Pio XII, el cardenal Gomá, el doctor Irurita, monseñor Pla y Deniel se equivocó ¿quién nos asegura que esta serie de enanos de ahora no se equivocan más aún? ¡Nuestra buena fe escupida por quienes deberían darnos las gracias!”.
Fue el 9 de Abril de 1.939, pocos días después de concluir la guerra, publicó en Pamplona, de donde era entonces arzobispo, una pastoral, “Amor a la Patria”, de la que recogí en mi libro “Bandera Discutida”, estos párrafos:“Con fe en Dios. Con unión de corazones. Con la vuelta al hogar y al trabajo. La escena en uno de los pueblecitos encantadores del Batzan. Dios ha pedido a sus moradores un gran sacrificio. La mistad de los mozos habían dado la vida por El y por la Patria, en los campos de batallas. Prácticamente aquel día la visita pastoral.
En la hermosa Iglesia parroquial se habían congregado los fieles. Enlutadas las mujeres, los ojos enjutos y en silencio sepulcral los labios . Entereza más que espartana.
El sabio y celoso sacerdote tenía con los niños de la doctrina y los mocitos aspirantes de la Acción Católica este sencillo diálogo:
-¿Amáis a España, hijos míos? Y respondían todos con grito estentóreo: – ¡Hoy más que nunca!
Os confesamos que un temblor de emoción y de gloria queda vibrando en nuestro cuerpo.Aquellos ángeles de Ciga eran el eco de todos los corazones españoles. Hoy amamos a España más que nunca, más que nunca. Más que nunca porque hoy pensamos con mayor atención y diligencia lo que ella vale.
Millares y millares de mártires, millares y millares de héroes han caído en el platillo de la balanza. No hay hogar que no tenga luto, ni corazón que no tenga dolor, ni mejilla que no surque el llanto.
En todas nuestras fiestas llamean al sol las colgaduras rojo y gualda adornando ventanas y balcones; pero ostentan y ostentarán, por muchos lustros, crespones negros, como un llanto sereno sobre la enseña nacional.
Jamás, a través de la historia, tuvo menos hipérbole la frase lapidaria del poeta: no hay puñado de tierra sin una tumba española.
Ningún pueblo ha mostrado mayor virilidad que el nuestro; y si aún quedan en el resto del mundo caballeros del ideal, los veremos cruzar, peregrinos por las tierras de España, en busca de las huellas sublimes de unos héroes de leyenda, que supieron morir y vencer. Ninguna patria ha costado a sus hijos lo que a España los suyos; porque ninguna vale tanto como nuestra Madre.
No registra la Historia una Cruzada más Cruzada. Nunca hubo enemigo más feroz ni más impío; jamás cruzados más sinceros ni más valientes.
Para mí es un estímulo que me emociona profundamente, y por muchos motivos, saber que poco antes de morir, testigos presenciales de sus últimos momentos, aseguran el gran interés que mostraba el prelado por conseguir el número 302 de “Fuerza Nueva”, en el que se publicaba un discurso mío.
*Fundador de Fuerza Nueva, escritor, político y notario.
Guerra de liberación? Más bien guerra de exterminio contra quien apoyaba a un gobierno legítimo. Asesinos y canallas como Franco, Yagûe, Mola, Asensio, y todos sus conmilitones perpetraron la ignominia más grande que ha acontecido en la Europa del Sur. Si la República hubiera fusilado a Sanjurjo en el 32, estos, digamos, valentes no hubieran tenido bemoles de sublevarse,
Ejemplares que la Historia los recoge como HOMBRES DE BIEN EN DEFENSA DE LA IGLESIA, entre ellos el Cardenal GOMÁ que, por cierto, su excepcional trayectoria es imprescindible sea dada a conocer hoy día. Es Dios hecho Niño Jesús, Jesucristo muerto y resucitado que subió al Cielo pero volverá para juzgarnos vivos o muertos… Esta es la IGLESIA que nos honramos defender exactamente igual que los primeros cristianos.
Creo que hay una errata cuando se refiere al año en que se reforma el art 6 del Fuero de los Españoles. Creo que se refiere al año 1967 tanto al final del tercer párrafo como al principio de cuarto. 1957 es un error, salvo mejor documentado lector.
Sr Piñar -como Caballero Cristiano-, el que suscribe siempre a su servicio
Fernando Nicolás