Blas Piñar: Mis recuerdos y contactos con… Marcelo González, cardenal arzobispo de Toledo (XVIII)
Por Blas Piñar.- Mis relaciones con don Marcelo González, el cardenal arzobispo de Toledo, la archidiócesis primada, fueron cordialísimas. Mi primer contacto con él se produjo, con ocasión de un acto de Acción Católica en el cine Calderón de Valladolid, el 21 de mayo de 1.955. Fechada el 2 de junio recibí de él una carta, que le agradecí, y que copio:
Muy señor mío y distinguido amigo:
“El domingo pasado tuve que salirme del Teatro Calderón, para ir a predicar a la catedral, momentos antes de que usted finalizase su discurso, por lo cual no me fue posible saludarle y expresarle mi felicitación.
“Esta es calurosa, cordial y sincera por todo cuanto dijo, particularmente en la última parte al referirse con gran delicadeza a las orientaciones que nos son necesarias. Reciba esta felicitación mía, como un testimonio de escaso valor si se mira a la persona que lo hace, pero al que yo quiero darle la significación propia de mi cargo de Consiliario Diocesano. Es mucho lo que debemos todos nosotros a los seglares que como usted realizan una labor tan espléndida. Ojalá no prenda nunca en su alma el cansancio y pueda seguir adelante trabajando mucho por Jesucristo.
“Todos los miembros de este Consejo Diocesano desean manifestarle por mi medio los mismos sentimientos, y esperamos que no sea esta la última ocasión en que le veamos por aquí”.
“Aprovecho esta ocasión para ofrecerme de usted affmo. Ss amigo capellán”.
Don Marcelo fue nombrado Obispo de Astorga. Vino a visitarme. Le acompañó don Santiago Calvo Valencia, sacerdote, que más tarde sería deán de la Catedral de Toledo. Pero es más, por razones profesionales me encomendó un asunto difícil, que era preciso resolver de acuerdo con el Código de Derecho canónico. Tuve que trabajar de firme, y gracias a Dios, con éxito. Lo hice con sumo gusto y gratuitamente. Don Marcelo, agradecido, me regaló las pastorales que había publicado en el Boletín eclesiástico de su diócesis, y que conservo.
Tuve una intervención en su nombramiento de arzobispo de Barcelona. Federico Silva, a la sazón ministro de obras públicas, antes de comenzar una reunión con el Caudillo, me llamó por teléfono desde el Palacio de El Pardo, para preguntarme a quién propondría yo como primero de la terna, que había que enviar a Roma, para ser arzobispo de aquella archidiócesis catalana. Le respondí sin vacilaciones que a Don Marcelo y le expuse las razones en que yo apoyaba la propuesta.
Habiendo tomado posesión, y ya en Barcelona, en uno de mis viajes a la Ciudad Condal, pensé si debía o no visitar a Don Marcelo; no visitarle podía estimarlo como descortesía, pero visitarle, dada la situación conflictiva de aquella diócesis, podía incrementarla. Preferí la primera interpretación al aumento de la conflictividad y no le visité.
Coincidí con don Marcelo en un viaje a Roma. Tuvimos ocasión de hablar en el avión de muchas cosas, y entre ellas de los nombramientos episcopales que se estaban produciendo en España, con motivo del “aggiornamento”. Me dijo que él, reiteradamente, había dado el nombre de Don Demetrio Fernández González, entonces párroco de Santo Tomé en Toledo, hoy Obispo de Córdoba, pero que no le habían hecho caso.
En Roma, y dando un paseo con él, y comentando la situación de la iglesia en España, me indicó que en Barcelona “no tenía nada que hacer”, y fue designado arzobispo de Toledo. Después de tomar posesión, nos vimos en Madrid. Tuvimos una conversación larga y amistosa que se centró en el proceso, ya ultimado a nivel diocesano, de beatificación de Antonio Rivera, y que no se había enviado a Roma en la época del Cardenal Tarancón. Quiero hacer constar que don Marcelo, en mayo de 1.987 prologó el libro de María de Pablos Ramírez de Arellano “El Angel del Alcázar. Biografía de Antonio Rivera y su ambiente”. Dicho prólogo, que comienza así: “Antonio Rivera fue un regalo de Dios”, termina con estas palabras: “El es el ejemplo (que) continua gritando al cabo de los años que el Evangelio es siempre joven y está siempre abierto al clamor de la generosidad juvenil. Es tiempo ya de sembrar y de invocar a Cristo en nuestras vidas. De llenarnos de Dios. Apoyándonos en el ejemplo de Antonio Rivera, testigo y Apóstol”.
Me cupo el honor, no solo de escribir el epílogo del libro, en mi calidad de presidente del Secretariado pro beatificación del ángel del Alcázar, sino de ver unidos, para recordar a Antonio Rivera, a don Marcelo y al que esto escribe.
No ignoro los problemas que suscitó la celebración de la Misa de “corpore in-sepulto”, y que, al fin, fue ofrecida por son Marcelo en la Plaza de Oriente el 23 de noviembre de 1.975. En su homilía, entre otras cosas , dijo: “Brille (para Franco) la luz del agradecimiento por el inmenso regalo de realidades positivas que nos deja este hombre excepcional que ha querido darnos a todos un abrazo a la hora de morir, invocando en la conciencia los nombres de Dios y de España”.
Al concluir la Misa y poner en marcha el furgón que trasladaba al Valle de los Caídos los restos mortales del Caudillo, estuve al lado de don Marcelo, que en su homilía en la catedral de Toledo , el 21 de noviembre de 1.975, había proclamado que Franco era “la encarnación de la Patria Española”. Una enorme multitud aplaudía sin cesar. Me emocionó profundamente y le dije, sabiendo lo que se escondía entre bastidores: “Ahora entierran a Franco, y mañana comenzarán a destruir su obra”.
Quiero destacar que don Marcelo se puso al frente de la llamada “Gloriosa minoría episcopal”, (él y ocho obispos), que de forma clarividente y en verdad profética, vaticinó las graves consecuencias que produciría el “si”, en referéndum de la Constitución, señalando con toda claridad sus cinco grandes defectos absolutamente inaceptables para un católico..
Por eso no puede extrañarme que Manuel Fraga visitara a Don Marcelo para convencerle de que él y su partido darían una interpretación satisfactoria al texto constitucional, que para conseguirlo y tener mayoría en las Cámaras era preciso contar con el voto favorable del electorado católico. Tengo pruebas de que el argumento, ciertamente hábil, debió impresionar al arzobispo, pero también me consta, que no tardó en descubrir que formaba parte del proceso de descristianización de España; y así me lo dijo, ante un testigo excepcional, luego de su cese como arzobispo de Toledo. Así lo prueba que el 4 de Julio de 1.983, se preguntase porqué el pueblo español identificado por su fe cristiana, con una admirable fidelidad y servicio a la Iglesia, que ha hecho fructificar la semilla evangélica en multitud de ocasiones, da sus votos a partidos políticos que en su programa propugnan una nueva cultura que directa o indirectamente, llevaría a la desaparición del sentido cristiano de la vida y en la realidad de la familia cristiana”.
Mi relación personal con don Marcelo se intensificó con mis bodas de oro. Yo había contraído matrimonio el 22 de Noviembre de 1.944, en la capilla del Colegio Mayor Jiménez Cisneros. La fecha de la boda coincidió con la de mi cumpleaños. Para celebrarlo decidí ir a Roma con los hijos y nietos y conseguir que nos recibiera el Papa Juan Pablo II. Gestioné esta visita don Marcelo. Reproduzco la carta que recibió del Vaticano.
Prefattura
DELLA CASAPONTIFICIA
IL PERFETTO Città del Vaticano, 15 novembre 1.994
Eminenza Reverendissima:
Ho ricevuto il Suo Fax dell´8 corr., con il quale Ella si fa interprete del vivo desiderio del Coniugi BLAS PIÑAR LOPEZ e Carmen GUTIERREC DUQUE di partecipare con i fal¡miliari all´ Udiencza Generale di mercoledi 7 dicembre p.v., in occasione delle loro “nozze d´oro”.
Mentre mi reco a premura di informare Vostra Eminenza de aver preso attenta nota di quanto cominicato, sono lieto di assicuraLa che la presenza di questo grupo familare (60 persone) riceverà la dovuta considerazione el corso di tale Udienza (ore 11.00, in Vaticano).
In mancanza di un preciso recapito in Roma, i relativi inviti, con le indicazioni esatte per accedre all´Aula Paolo VI, saranno depositati presso il Corpo delle Guardie Svizzere del Portone di Bronzo, ove si potranno ritirare fin dalle ore 15.00 del martedí precedente, o comunque non oltre le ore 10.00 di quel mercoledi.
Profitto volentieri della circostanza per confermarmi con sensi di stima e di devoto ossequio
Dell, Eminenza Vostra Rev. Ma
Dono Monduzuzzim, Prefetto)
Ya en Roma, el encuentro con el Papa turvo lugar el 7 de diciembre de 1.944. Las invitaciones para acceder al Aula Pablo VI, decían así:
PREFETTURA DELLA CASA PONTIFICIA
Permesso personale per partecipare all´Udienza del Santo Padre che avrà luogo in Vaticano, nell´Aula Pablo VI, mercolidì 7 dicembre 1994 alle ore 11.
Ingresso: C
PRIMA FILA D Nª —
All´Aula si accede da Piazza San Pietro –Colonnato di sinistra.
No quiero ocultar que la víspera un sacerdote español que trabajaba en el Vaticano, nos dijo que tendríamos dificultades, como luego pudimos comprobar. Alguien, muy influyente, debió hacer objeciones poco simpáticas sobre mí, hasta el punto de que el apellido Piñar no se pronunció, cuando el Papa, simpatiquísimo, se acercó a saludarnos y a prometernos una oración per España. Antes, cuando yo le besaba el anillo, Juan Pablo II, cogiendo con sus manos las mías, me dijo sonriendo: “le están aplaudiendo”. Yo le respondí: ”son mis hijos y nietos”.
Aparte de otras cosas, le llevaba un ejemplar, dedicado, de mi libro: “El derecho a vivir”, que recogió un obispo situado a la derecha del Papa e ignoro si se lo entregó a él, ya que ni siquiera tuve acuse de recibo.
El encuentro con Juan Pablo II despertó polémica tanto en Italia como en España. Llegó a publicarse que las fotografías, que conservo, las hizo un profesional que llevé conmigo, cuando lo cierto es que el autor de las mismas fue el fotógrafo oficial del Vaticano.
Tengo razones fundadas para identificar al intrigante que hizo cuanto estuvo en sus manos para que surgieran las dificultades, propias de la tensión política del momento. Pero ni he querido ni quiero buscar las pruebas de esa identificación.
Don Marcelo, personalmente, me dijo que al concluir la audiencia general en el Aula Pablo VI, nos recibiría el Papa, encantadísimo, y en privado, a toda la familia.
Ya nos extrañó, sin embargo, que al comenzar la audiencia y mencionar algunos nombres de grupos presentes se nos presentó como “una familia de Toledo y Madrid”.
Al retirarse el Papa se anunció que este recibiría a los cadetes en la Aeronáutica militar argentina y a unos recién casados, que habían contraído matrimonio en varias diócesis italianas. De nosotros no se dijo nada.
Me acerqué, sorprendido y perplejo, al obispo a que seguidamente hago referencia. Le di cuenta de la carta del Vaticano, ya transcrita, y de mi conversación con don Marcelo. El obispo me hizo un gesto despectivo y desagradable, no me dirigió la palabra, y se ausentó. Es lógico que saliéramos seriamente preocupados.
Para colmo de las dificultades las bendiciones apostólicas que adquirimos y que conserva uno de mis hijos, están dedicadas a personas que se apellidan Gutiérrez (que es el apellido de mi esposa) y no Piñar.
Ya en España, a mi mujer, a mí y a toda la familia (tan numerosa) nos recibió don Marcelo en el Palacio arzobispal. Tenía noticias de lo ocurrido en Roma, lo que le indignó. Estuvo no solo amable, sino amabilísimo. Así lo demuestran las fotografías que repaso de vez en cuando, y se guardan en mi archivo.
Creo que el último encuentro que tuve con don Marcelo fue en Ávila, y en el monasterio de la Encarnación, de las Carmelitas Descalzas. Ofició una Misa con motivo de los actos que allí se celebran anualmente, conmemorando la transverberación de Santa Teresa de Jesús. Me di cuenta de que no se encontraba bien de salud. El, un orador sagrado e impresionante, por la forma y el fondo, tuvo pausas en su homilía. El tiempo no pasa en balde, pero no quiso justificar su ausencia con ese pretexto.
Si el cardenal Gomá, arzobispo de Toledo, fue arzobispo clave de la Cruzada por Dios y por España, don Marcelo, también cardenal y arzobispo de la misma diócesis, fue el que mantuvo en el curso de la Transición y del “aggiornamento”, el espíritu y los ideales de aquella.
He escrito estas líneas porque se las merece quien supo amar profundamente a la Iglesia y a la Patria.
Don Marcelo solo tenía un defecto: Era amigo de José Bono y nadie, y menos un cardenal, puede ser amigo de un alto dirigente de un partido abortista.La repugnancia y aborrecimiento del genocidio de personas absolutamente inocentes e indefensas no admite excepciones
Gracias Dn Blas (que por cierto, ayer 3 Febrero fue su Santo, felicidades) por compartir con todos nosotros, los momentos ordinarios y extraordinarios de su vida dentro y fuera del gobierno.
Y es una verdadera leccion de como moverse en la vida con rectitud cristiana y de buen ciudadano español, y en definitiva que los que asi pensamos, es que estamos correctos en el camino a seguir, y no hay mas tu tia.
A Don Blan Piñar,gracias por sus relatos,y que Dios nuestro señor le bendiga una vez más,Pero dadas las circunstancias por las que atraviesa nuestra querida Patria es indispensable su Noble y leal familia,para sacar a España de esta situación,en la que nos han dejado los enemigos de la civilización Cristiana. Viva España
¡Señor mío, en manos de quién cayó España!
Sr Piñar, su inquebrantable Fe es un ejemplo para la Cristiandad
Que Dios le bendiga
Don Blas, muy alentadora como emocionante su reseña. Gracias por mencionar al Cardenal Gomá y, claro está, su delicada y estimada referencia al insigne Cardenal Don Marcelo González.
En relación al Cardenal Gomá ya nadie quiere hablar de las gravísimas circunstancias que le rodearon por ser el Primado de España en comunión con el Santo Padre y ´directo observador de Franco para el bien de España e inconfundible catalán que le correspondió unir a España con Dios.