Dando caña: El republicano en Zarzuela (IV)
Enrique de Diego.- Julio Ariza estaba inusualmente amable. Quería verme y no había seguido el pequeño protocolo interno a través de su fiel secretaria, Ana Roldán. Se prodigaba en las llamadas. Deseaba saber si estaba llegando y, por último, me pidió que le esperara en la puerta de Castellana, 36. Bajaba y tomaríamos un café en ‘El Plató’, la cafetería-restaurante propiedad del restaurador Pedro Larumbe, frecuentada por ‘gatoadictos’. Quizás inusualmente no sea el término apropiado, más bien, extrañamente, pues era notorio que quería que se nos viera juntos, algo que llevaba tiempo sin producirse, pues me había sometido a un claro proceso de marginación interna.
Tomamos asiento en una mesa de ‘El Plató’ y Ariza no pidió nada. Tenía el máximo interés en contarme que había sido recibido en el Palacio de La Moncloa por José Luis Rodríguez Zapatero, a iniciativa del saliente presidente del Gobierno, pues ya había anunciado que no se presentaría a la reelección, lo que hubiera representado una derrota segura. Zapatero, preparando su salida, estaba haciendo una ronda entre empresarios de la comunicación, para buscar cercanía y comprensión.
El socialista le explicó que todo lo había hecho con la mejor intención y según criterios morales, tal y como él los entendía. Así, con el ‘matrimonio’ entre homosexuales, cuestión arduamente combatida por Intereconomía y hacia la que Ariza mostraba auténtica aversión, había pretendido reducir el sufrimiento de quienes él consideraba discriminados por su orientación sexual. Ariza, cuyo Grupo se presentaba como “orgulloso de ser de derechas”, dio una larga cambiada a su interlocutor, intentando descolocarle con la especie de que él era más de izquierdas. No compartía el egoísmo de la derecha. Basaba tal posición geométrica en el hecho de que había creado ochocientos puestos de trabajo. “Salió a despedirme hasta el coche”.
Ariza me miraba para ver qué impresión me estaba causando. Se le veía con la satisfacción efímera de lo que siempre había querido ser: un triunfador. Aquella visita le incluía en el club de los señores del mundo. Ya no era el accionista mayoritario de una radio y una revista, sino que estaba a la cabeza de un Grupo de comunicación que, necesariamente, tenía que ser tenido en cuenta por el presidente del Gobierno. Acostumbrado al análisis político, establecí opinión en lo que me parecieron términos objetivos:
– Pues si que está mal Zapatero, si te llama a tí, que los socialistas te sitúan en la extrema derecha.
Era obvio que el nefasto Zapatero estaba buscando arnica para una retirada tranquila a fin de gozar de los privilegios de la casta que incluían el sueldo de expresidente y de miembro nato del Consejo de Estado: más de 140.000 euros al año por no hacer nada. España no es Islandia. En el fondo, lo que había hecho Zapatero era reconocer a Ariza como un par de la casta. Se trataba de que ningún medio o grupo de comunicación abriera debate alguno sobre la gestión de Zapatero, que incluía más de cinco millones de parados y una economía en quiebra desde julio de 2011, ni planteara exigencia de responsabilidades. Es fundamental, como en los tiempos medievales, que el pueblo llano considere a los políticos profesionales, a la élite de la casta parasitaria, como un estado natural, inmune e impune. ¿Cuántos políticos españoles están en prisión con una situación de corrupción generalizada? ¿Cuántos responsables de la quiebra de las cajas han sido juzgados?
Ariza adoptó más tono de solemnidad que de misterio:
– También he estado en Zarzuela.
– Lo suponía –dije, esbozando una sonrisa triunfal.
Desde que a finales de 2010, publiqué mi libro La monarquía inútil había asumido, con responsabilidad, los riesgos personales que sobrevendrían y sobrevinieron, y había establecido la conjetura de que el monarca querría entrevistarse con Ariza. Una suposición, basada en mi dilatada experiencia como periodista, de que los lacayos no son atendidos, porque esos son seguros, pero sí los críticos y levantiscos. Llamar y recibir a Ariza en Zarzuela era una forma de mostrar curiosidad y de hacer, sin necesidad de expresarlo, una llamada a controlar mejor a sus empleados.
Juan Carlos le hizo la consabida pregunta de qué expectativas de futuro consideraba que tenía la institución, que es como siempre se refiere al puesto profesional vitalicio y hereditario. Ariza, encantado, se explayó en la temporal posición de valido o consejero. Asumiendo las buenas maneras cortesanas, Ariza no me contó ni una sola de las palabras del Borbón, al que en todo momento de nuestra conversación se refirió como ‘Su Majestad’, un título que, en nuestros años medios, se reservaba exclusivamente a Dios, y que a mí me produce, en la línea de nuestros venerados ancestros, sarpullidos. Ariza le aconsejó que visitara residencias de ancianos y comedores de Cáritas.
– Y tú por qué te pones a aconsejarle.
– Le he dicho que debe saber cómo viven hoy los españoles.
– Nunca hará eso. Por de pronto, el Gobierno y los políticos no se lo permitirían. Y, por supuesto, a él ni se le pasa por la cabeza porque es el jefe de la casta parasitaria.
Terminamos la conversación en la que había querido deslumbrarme con su introducción en el clan de los poderosos y yo me dirigí hacia Radio Inter, la radio generalista que nadie cuidaba, y a cuyo frente estaba el inútil de Diego Martínez Perán, y cuya sede en Modesto Lafuente, 42, también alquilada, aunque a coste mucho más razonable que el desorbitado de Castellana, 36, era un destierro.
La marcha de la sede central y de Radio Intereconomía había sido la consecuencia directa de la salida al mercado de mi demoledor libro La monarquía inútil. Intenté no tener que escribirlo, porque al que consideraba mejor preparado para afrontar la tarea era Jesús Cacho, pero tras entrevistarme con él y plantearle que la culminación lógica de sus espléndidos libros de investigación era uno sobre el reinado de Juan Carlos y percibir que no estaba dispuesto, en absoluto, me dispuse a afrontar la tarea de señalar la obviedad que la gran culpable de la crisis económica, social y moral de España es la monarquía y, por supuesto, Juan Carlos de Borbón. La monarquía inútil debe mucho a El negocio de la libertad de Jesús Cacho, aunque desarrolla una apoyatura intelectual inédita. La monarquía inútil es también el desarrollo lógico de mi libro Casta parasitaria, en el que describo que el modelo político hace inviable a la sociedad porque se basa en la instalación de una casta parasitaria –cuyo núcleo duro lo componen los políticos profesionales- que depreda a las clases medias, a empresarios, autónomos y trabajadores. Era preciso señalar la evidencia de que Juan Carlos es el jefe de la casta parasitaria, que la montó al comienzo de la transición –con la locura de las autonomías- y que consistió en una abrumadora, e irresponsable, compra de voluntades de los partidos en forma de puestos de trabajo, de botín electoral, a cambio de eliminar el debate monarquía-república y evitar el necesario referéndum sobre el modelo de Estado. Era de responsabilidad patriótica indicar que la monarquía, por antinatural y obligada a la cesión, es un factor de disgregación y de ruptura de la unidad nacional, en contra de lo predicado durante décadas por la monopolística propaganda cortesana. Y de estricta justicia poner en evidencia la inutilidad de la monarquía y su elevadísimo coste, pues al margen de las cifras presupuestarias, pues ha generado una nueva aristocracia depredadora e insostenible que es la de los citados políticos profesionales.
Por mi Patria estoy dispuesto a cualquier sacrificio y sé que la libertad tiene un precio que siempre estoy dispuesto a pagar. Tenía que publicar La monarquía inútil y lo hice. Para eso soy propietario de la Editorial Rambla, que puse en marcha, cuando comprobé que el dominio de la casta parasitaria también era muy fuerte en el entrañable mundo del libro, en torno al cual tantas batallas dieron los hombres libres para conseguir la libertad de imprenta. Por tanto, vio la luz sin comprometer al Grupo Intereconomía, dejándolo, pues, al margen de responsabilidades y riesgos, asumiéndolos yo en exclusiva.
De sobra sabía que Julio Ariza, aunque siempre se ha manifestado como republicano en la intimidad, tiene un temor reverencial al monarca que raya en el terror. Ese estado de ánimo lo interiorizó o se lo reforzó a raíz de una conversación con Federico Trillo, quien le dijo que “el Borbón es muy mal enemigo” y justificó el diagnóstico en que era muy capaz y bien podía descolgar el teléfono para comunicarse con cuatro o cinco personas, del tipo de César Alierta, Emilio Botín o Ignacio Galán, que controlan las grandes empresas del Ibex y suculentas cuentas publicitarias y asfixiar económicamente a un grupo de comunicación. Así se considera en privado al monarca, como enemigo de la libertad, a quien en público se ensalza por todo lo contrario. Esta suposición liberticida, bastante verosímil, está detrás de la clamorosa omertá con que se ha rodeado a todo lo relacionado con el monarca y su familia y que sólo en estos tiempo se está rompiendo, con la inestimable ayuda de los negocios mafiosos de Iñaki Urdangarín, quien también ocupa un espacio sorprendente en esta historia, como ahora se verá.
En ese sentido, tengo el convencimiento de que La monarquía inútil abrió la veda, porque así funcionan la información y la difusión de ideas en esta España en la que la cobardía se confunde con la moderación y el servilismo con la buena educación. Abierta la veda, si no es fulminado jupiterinamente el transgresor, por la senda aparece la jauría. Por teléfono, de manera muy desabrida, Julio Ariza me conminó: “no te metas con el rey”. No lo hacía desde Intereconomía, aunque nada se dice en el ideario del Grupo sobre la materia, así que no había justificación para adoptar las medidas que se adoptaron: marginarme, enviarme a Radio Inter, que era como el destierro de El Cid.
El encargado de la operación fue Diego Martínez Perán, con la macabra ocurrencia de que mi programa A Fondo no se emitiera a primera hora por la Onda Media, que es por donde escuchaban la vieja Radio Intercontinental los pocos fieles oyentes que habían quedado a la emisora de los Serrano Súñer. O la de, literalmente, taparme en Cataluña o la de ir pasando las emisoras asociadas a Radio Intereconomía. Como tiendo a crecerme ante las dificultades y a hacer de la necesidad, virtud, el destierro me resultó benigno y placentero. Dediqué la primera hora a historia de España y a la rememoración de nuestros héroes, porque si en todas las épocas hubiera amado a nuestra Patria, en ésta de degradación y tanta ofensas tiendo a hacerlo con pasión. Pronto me fue afeado por Julio Ariza, cuyo patriotismo es endeble, como nos había dado muestras a los de la Plataforma de las Clases Medias en un hecho lamentable que luego contaré. Los medios técnicos de Radio Ínter eran anticuados, a pesar de contar con un equipo de técnicos muy profesional, que solventaban las deficiencias. A pesar de los obstáculos, el programa “A Fondo” funcionó y se ganó el cariño de los oyentes que siempre tuvieron los micrófonos abiertos para intervenir en directo, pues considero, en estos tiempos, la participación un imperativo categórico.
Radio Ínter no había concitado nunca el más mínimo interés de Ariza, que nunca ha funcionado con una visión de conjunto del Grupo. ni de gestión ordenada, sino a impulsos. Aunque Radio Ínter es el único medio rentable del Grupo, Ariza no le prestaba ninguna atención y quizás por eso funcionaba lo suficiente para dar beneficios. Hubiera sido una gran oportunidad de éxito hacer una radio generalista profesional y de impacto, en un momento en el que casi toda la competencia había descuidado ese flanco, pero todas las energías de Ariza se consumían en Intereconomía TV y en el creciente desastre de La Gaceta. A fuerza de que todo pasara por él, de que nada se moviera sin su aprobación, de cercenar cualquier iniciativa y de ir ascendiendo a los mediocres serviles, no quedaba ningún ejecutivo capaz de dinamizar nada. Desde la salida de Xavier Horcajo de la dirección general de TV, de hecho nadie de los mandos de Ariza sabía lo más mínimo de medios de comunicación. ni tenían interés en adquirir conocimientos sobre ellos. Diego Martínez Perán reconocía no saber nada de radio, ni de periodismo en general, pero era capaz de referirse como ‘dios’ en relación con Julio Ariza y sostener que “siempre lleva razón”; suposición calcada de la consigna del fascismo italiano: “el Duce siempre tiene razón”. Intereconomía no era una empresa sino una autocracia marchando decididamente hacia el hundimiento.
En Modesto Lafuente, 42, sede de Radio Inter, había un ambiente aceptable, incluso grato. No había luchas por el poder. Había más de cien silenciosos programadores de animación que trabajaban en una película de Tadeus Jones. No se relacionaban con nadie fuera de su entorno y parecían de otro Grupo y casi de otra galaxia. También estaba allí la redacción de Alba, una revista católica que dirigía con bastante creatividad Gonzalo Altozano; el semanario había concitado el interés compulsivo de Julio Ariza durante los tres primeros meses de su salida, luego había dejado de hacerle el más mínimo caso. Ariza había liado a su amigos más militantemente católicos para que invirtieran en Alba y era el único medio del Grupo en el que Intereconomía no tenía la mayoría. En septiembre, Ariza dio la orden de que Alba dejara de publicarse, pero tuvo que desdecirse porque no había consultado con los accionistas que, lógicamente, querían saber qué iba a pasar con su dinero.
Radio Ínter estaba desvertebrada y dejada a la mano de Dios y eso era lo que le permitía funcionar. Eso y que en Modesto Lafuente había un buen comercial, Matías Varas, que intentaba, además, generar una sensación de equipo. Incluso organizó dos sesiones fotográficas con los directores de programas que realizó, con su perfeccionismo y pericia habituales, Carmen G. Benavides. Iban destinadas a hacer anuncios promocionales que se publicarían, hipotéticamente, en La Gaceta. Sabía que nunca verían la luz, porque estaba yo y ni Carlos Dávila ni Julio Ariza lo permitirían, pero había que seguir el juego. Uno de esos directores de programas era Emilio Javier, todo un caballero; otro era Carlos Peñaloza, un colombiano que pastoreaba las mañanas con la angustiosa sensación de que era su última oportunidad y que tendía por instinto a la adulación, y María José Bosch, en las tardes, añorando siempre su tiempo en la COPE y presumiendo de su cercanía a Ariza.
Para fortalecer ese supuesto espíritu de equipo, Matías Varas organizó un almuerzo al que se apuntó Diego Martínez Perán, quien, sin esperar a los postres, arremetió contra mí: poco menos que yo era el culpable de los males del Grupo. Lo acababan de destituir como director comercial, materia en que era considerado un perfecto incompetente, y le habían dejado sólo con la responsabilidad de Radio Ínter, cuestión en la que no tenía ni idea. Cuando planté cara a su absurda arremetida, Perán retrocedió indicando que él estaba de acuerdo conmigo, pero las cosas que yo decía resultaban peligrosas. Perán, siendo director comercial en ejercicio, se enteró por el correo electrónico de que se había firmado un acuerdo de colaboración con la comercial de Tele5 por el que se le cedía la gestión publicitaria de Intereconomía TV. Esa etapa funcionó, pero cuando Tele5 rompió el acuerdo, para fusionarse con la 4, Ariza se echó en brazos de la comercial de la Sexta y eso fue un desastre sin paliativos: la facturación cayó estrepitosamente y los pagos se retrasaron o no se realizaron. Desde comienzos de 2011, el Grupo Intereconomía entró en un escenario imposible: ingresaba un tercio de lo que gastaba. Tras la Sexta, el acuerdo se estableció con Vocento que había prácticamente cerrado su televisión y al que se cedía el 50% de cualquier anuncio. Demencial. Intereconomía desconfiaba de su propio equipo de comerciales y Ariza simplemente mantenía a su amigo Perán sin funciones reales. Éste tipo de personajes ociosos emponzoñan las empresas.
Como Radio Ínter funcionaba y tenía beneficios empezó el desembarco desde Castellana, 36, que resultó tan lesivo como una plaga de langosta. Por las mañanas, se hizo frecuente en las ondas la presencia soporífera de Alfredo Dagnino, que había sido arrumbado de la presidencia de la Asociación Católica de Propagandistas y descabalgado de la presidencia y la dirección general del CEU, con zonas oscuras en la gestión y acusaciones de aprovechamiento personal del cargo, algo que nunca había sucedido en la historia del CEU. A mi programa, para controlarme, me enviaron a dos de los confidentes oficiales de Ariza y de Perán, que unían al desmerecido oficio de alcahueta cierta deformación hacia la maledicencia. Se trataba de Rafael Miner y Josep María Francás. Miner incluso tenía en su histórico un gesto cortesano más allá del deber. Había vendido su casa y había trasladado a su familia a vivir, de alquiler, en Mirasierra, al lado de Julio Ariza.
Cuando los anodinos Miner y Francás recalaron, por imposición, en mi programa, ya había ganado Rajoy las elecciones. Daba por supuesto que me esperaba un ostracismo aún más intenso y una larga travesía del desierto. No preveía que los acontecimientos que conllevarían mi salida de Intereconomía fueran a desencadenarse tan rápido. Suponía que al sistema, a la casta parasitaria, a su facción triunfante del PP, le era más conveniente tenerme controlado; pero me equivoqué: esa casta parasitaria estaba ya demasiado débil, no admitía disidencia alguna y quería mi cabeza.
Tras mi salida de Intereconomía, mucha gente en público –como los diarios digitales El Plural de Enric Sopena y El Aguijón de César Román- han concedido al factor monárquico una importancia capital, que me resisto a valorar en tan alta medida. Es cierto que desde que publiqué La monarquía inútil, Ariza se mostró paranoico en la temática; que las reconvenciones censoras llegaron hasta recriminarme mi libertad de expresión en la materia en mi twitter. Bueno, mi twitter no era propiedad de Intereconomía. Tampoco entendía que un simple twitter pudiera hacer temblar los cimientos de Zarzuela, pero Ariza se mostraba histérico e inquisitorial.
Había estallado con virulencia el caso Urdangarín en el que, para mi sorpresa, aparecía relacionado una persona a la que conocía bastante, Carlos García Revenga, funcionario de Zarzuela, secretario de las infantas (había sido profesor de Elena) y tesorero del Instituto Nòox. García Revenga es íntimo amigo de Ariza. Yo había asistido a muchos almuerzos, como una veintena, en los que empezábamos Ariza y yo solos, para sumarse al poco García Revenga, quien se expresaba con desenvoltura sobre las intimidades de Zarzuela. No sería la única conexión de Intereconomía con el caso Urdangarín. A través del sumario, también se hicieron públicos una serie de correos electrónicos de la asistente de Iñaki Urdangarín, en su entramado de empresas, que resultaba ser Julita Cuquerella Gamboa, hermana de Marcial, el figurante director general de Intereconomía TV. El mundo es un pañuelo y Zarzuela no limita al sur con Palermo, pero, desde luego, son demasiadas coincidencias, demasiadas zonas oscuras.
En medio de este ambiente enrarecido, una semana antes de que Federico Jiménez Losantos desencadenara de nuevo las hostilidades contra mí, Eduardo García Serrano fue portador de una extraña embajada. A García Serrano y a mí nos había unido José Bono, quien nos había denunciado, a través de la Fiscalía, sin gastar un euro de su bolsillo, sino con dinero del contribuyente. Habíamos salido ambos triunfantes, sobreseídas las diligencias abiertas a instancias del prepotente multimillonario. En mi comparecencia, ante la juez expresé que, como contribuyente, consideraba una pérdida de tiempo la sesión, cuando lo lógico es que la Justicia se dedicara a investigar el enriquecimiento del entonces presidente del Congreso que, además, de Hípica Almenara, había acumulado un patrimonio inmobiliario impropio de quien en 1999 declaraba, y así se publicó en el Diario Oficial de Castilla-la Mancha, tener deudas por valor de 5 millones de pesetas y menos de 2 millones de pesetas en sus cuentas corrientes.
El patrimonio inmobiliario calculado, en 2010, era de más de 6 millones de euros; o sea, más de mil millones de pesetas. Y eso lo que se sabe. No lo oculto. Cuando la juez me preguntó por mi afirmación de que Bono había edificado Hípica Almenara sin poner un euro de su bolsillo, aporté facturas originales que lo avalaban. Al fiscal le indiqué que consideraba una perversión del sistema la actuación de la Fiscalía, al servicio del poder. Lo dicho: Bono había generado entre García Serrano y yo una corriente de simpatía que nos llevaba a calificarnos –unidos también en nuestro común patriotismo y en nuestra admiración por el general Prim, ese gran catalán y, por ende, español- de ‘hermanos de sangre’. Participábamos ambos en algunos programas, con muy buena química, y Eduardo había comenzado a asistir al mío esporádicamente. Luego se mostraría cobarde en exceso en su desmerecido, pero obligado, papel de superviviente.
– Me ha llamado Julio Ariza a su despacho al terminar el informativo y me ha dicho que te transmita que no metas con el rey -me transmitió García Serrano.
– ¡Qué absurdo! –reaccioné-. Podía decírmelo directamente, sin problema.
– Es lo que le he dicho: Julio descuelga el teléfono y díselo a Enrique. Y me ha respondido: “¿Tú vas con él, no? Pues díselo. ¡Qué ni se le ocurra! Con todos los problemas que tengo, sólo faltaba abrir también ese frente”. Así que cumplo el encargo.
– La cuestión, Eduardo, es que yo me estoy metiendo con el rey. Ahora se está metiendo todo el mundo, con lo de Urdangarín, y cuando hay ese tipo de ambientes colectivos, por de pronto, yo no me apunto.
Cuando decía todo el mundo, no me refería a todos los medios, que estaban dando información cada vez más amplia de los negocios de Urdangarín con administraciones del PP, con Baleares y Valencia, sino a todo el mundo en Intereconomía. Xavier Horcajo había dedicado un monográfico de Más se perdió en Cuba a arremeter contra Zarzuela y había planteado preguntas a los espectadores de si no consideraban que Juan Carlos había engañado continuamente a los españoles o si era necesaria o no la monarquía. En Dando caña, Javier Algarra, también había soltado su lengua y la de sus contertulios. Ya he dicho que no me gusta participar en ningún linchamiento y a mí sólo me motiva abrir brecha e ir en vanguardia, así que no entendí ni el mensaje ni la vía para hacérmelo llegar.
Parecía que, a fin de cuentas, todo Intereconomía era irrelevante y sólo el más marginado de los periodistas del Grupo tenía credibilidad y autoridad moral.
El nerviosismo histérico de Ariza del que Eduardo García Serrano había sido depositario sólo podía entenderlo a la luz de la tela de araña en la que el presidente del Grupo de Intereconomía estaba prendido en el caso Urdangarín. Con su amigo íntimo Carlos García Revenga en la picota, obligado a dimitir y a abandonar Zarzuela, y la hermana de su director general de televisión de secretaria del imputado yerno del Borbón, Ariza no estaba al borde de un ataque de nervios, sino en plena sacudida, con una empresa en números rojos y con una estructura inviable, las nóminas habían empezado a retrasarse, con sobresalto general, y había empezado a pasarse el cepillo a los telespectadores bajo la argucia de una inexistente campaña de acoso gubernamental socialista, que era una grosera mentira y una forma mendaz de esconder todos los inmensos errores de la incompetencia megalómana de Ariza.
Una escena de paroxismo y pérdida completa del sentido de la realidad había sido el copioso aperitivo con el que Ariza había reunido a todo el acongojado personal de Intereconomía, a propósito de su cumpleaños, aunque varios días después. Subido a una mesa, sin micrófono, utilizó una expresión cuanto menos curiosa: “no tengo cara de ERE”. El aval para hacer esa afirmación no era tranquilizador: “el Grupo tiene un nivel de endeudamiento inferior a sus competidores”. Del tipo de alguien que dijera algo así como ‘no pasa nada, estoy fenomenal, porque tengo menos deudas que mis vecinos’. En realidad, las dificultades de Intereconomía ya habían sido detectadas en la auditoría de 2010 en la que se diagnosticaban problemas muy graves de liquidez. Promoviendo la extensión de un clima de terror interno, también indicó que “estaré muy atento a ver quien rema y quien no”. Ese día la mitología del Ariza-Midas, triunfador, que todo lo que tocaba se convertía en oro, que era capaz, mediante audacia y desmesura, de contradecir las normas de la contabilidad y el buen gobierno, saltó hecha añicos. Poco después vendrían más de treinta despidos que convirtieron la palabra de Ariza en algo irrelevante y manifiestamente falaz.
Quiero decir que aquel supuesto republicano que se había abismado en el lacayismo cortesano con una llamada del monarca tenía, en efecto, todos los frentes abiertos. Volviendo la mirada a la marisquería, a aquel almuerzo con Mariano Rajoy, en el que aquellos dos políticos profesionales establecieron, ante testigos, un pacto de intereses, Ariza llegaba exhausto a la tierra prometida y sólo podía salvarlo –o eso creía él- su jefe de filas, Rajoy. Era, en propiedad, un imposible, pues las administraciones no pagaban sus contratos, ni Rajoy iba a disponer de fondos reservados, ni probablemente Mariano tendría interés en un Ariza que no le iba a aportar más que un Grupo en ruinas y que, en el pasado, había jugado mucho más la carta de Esperanza Aguirre, que era la que tenía Presupuesto que repartir.
Sinceramente, creo que el factor monárquico y zarzuelero en mi salida de Intereconomía se ha exagerado y ha crecido como una leyenda urbana. Es cierto que, después, a varios de quienes me mostraron simpatía y apoyo se les han hecho llegar mensajes de que se separaran de mí, aduciendo mis principios republicanos, pero esta sociedad está llena de lacayos meritorios. Podría exagerar la nota y sentirme complacido con ser un perseguido de Zarzuela, pero en la vida es fundamental mirar a la realidad de frente y tener los pies bien asentados en el suelo. Quien pidió mi cabeza y a quien se le concedió fue al pequeño discípulo del coronel Lynch, Federico Jiménez Losantos, con esa grosera mentira de la conspiranoia sobre el 11-M montada, con trasfondo político y mercantilista, por Pedro J Ramírez, al servicio de la facción política del PP de José María Aznar y Esperanza Aguirre. Ha llegado el momento de aclarar esa persistente manipulación mantenida durante ocho años como entretenimiento al servicio de la casta parasitaria. Más adelante entraremos a fondo en la materia.
Del libro “Dando caña” (Editorial Rambla)
Para su adquisición:
Eduardo “el patriota de hojalata” Garcia Serrano, el que da la puntilla a la tertulia de falange y a la de López Dieguez cuando Ariza compra la inter en el 2009. El mismo que pasa de “mas azul mahón que el propio Ausente” a ser “el más pepero entre los lameculos peperos”, con especial predilección por Esperanza Aguirre y, ¡cómo no!, a insufribles “talentos” como Vidal Quadras. Patética la estirpe (tan patria) de los “supervivientes”, a los que cabe achacar gran parte de la culpa de la situacion actual pero a ellos todo les da igual mientras puedan hacer caja… Leer más »
Y DIGO YO , ¿POR QUE JULIO ARIZA NUNCA SALE EN SU TELEVISIÓN , NI EN NINGÚN PROGRAMA?
Moderador. Es muy importante que publique este vídeo si no le importa. Muestra la verdad de Siria. Es estremecedor.
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=YzehhebvSSI#at=25
ALFREDO DAGNINO es un chaquetero inutil que esta utizando a ARIZA,AIZCORBE,ROUCO,etc para trepar y forrarse a costa de la iglesia.
Recuerdo la primera hora de afondo con gran nostalgia, ilustrado por el comandante creo recordar si no perdone me (¿ treviño?) y los caballeros Legionarios que narraban las desventuras en el Alcazar o la fundacion de la Legion,en la memoria de un gran soldado que sirvio en filipinas,y a su vuelta quiso formar un ejercito disciplinado.Millan Astrai.
La intereconomia le que da pequeña,eligio un mal amigo,espero pronto una reposicion radio fonica de la memoria de grandes hombres que dio este pais.Blas de lezo.Capitanes,Luis Daoiz,Pedro Velarde.Castro mendez nuñez
Respeto la opinión escrita del sr. de Diego. Ahora bien, para mi lo primero es el honor en todos los órdenes, lo cuál no quiere decir que un periodista tenga su profunda formación ideológica y la suya es republicana que en nada se casa con Grupo Intereconomía. Todas las personas tenemos defectos pero hablemos de la Organización Mercantil dedicada exclusivamente a los medios de comunicación. En este tema, el Sr. Ariza tiene un diez por su alta responsabilidad al frente del Grupo. Deseo a este equipo todo el éxito del mundo. En cuanto a usted, Sr. de Diego, también le… Leer más »
No me opongo a quienes votaron contra mi proceder pero debo resaltar que lo único malo que dije es que no comparto el ser republicano. Respetemos la Constitución y también a S.M. El Rey como Jefe de Estado ¿qué sería de España con un Jefe de Estado como Felipe G., ZP o Rubalcaba después de la que nos ha tocado vivir? El Jefe de Estado es persona pero como Rey está muy sujeto, distinto son los que adulan alrededor de los altos cargos.
Que se respete la monarquía me parece correcto, pero el primero en desprestigiarla es el propio Rey.
Estoy deseoso de ver como usted puede explicar todas las irregularidades y falsificaciones de pruebas en el 11M. Y el papel a todas luces más que dudoso de todos los ministeriosdel interior, desde esas fechas a las actuales.
Explique, ¿ porque se esconden las pruebas de las explosiones y se lava con cetona y se paga a testigos en especie?
Excelente trabajo, Julio Ariza juega a muchas barajas y no es de fiar.
Cómo va a ser de fiar alguien que le ha hecho la carrera política al destacado masón grado 33º Mario Conde. Huele mal, apesta!!
Leí el otro día que el personaje mantiene una relación vamos a decir que “peculiar” con servicios de información.
Felicidades, Enrique, quedan pocos hombres como usted.
Respeto las opiniones, como la suya pero no conozco personalmente a Mario Conde, salvo que por su libro y exposición verbal en El Gato al Agua dijo “que había sido masón” ¿cuántos comunistas son respetados ahora en otros partidos? ¿se puede cambiar de religión? Todos cometemos errores y Mº Conde posiblemente lo cometió. Lo respeto como persona y dice ser CATÓLICO; por consiguiente, es fiel el Sr. Ariza con sus principios, persona magistral. Y en cuanto al periodista Sr. de Diego, lamento decirle a MARISCAL que TODOS somos honrados e ilustrados en diferentes grados, mientras los tribunales no digan lo… Leer más »
Mario Conde como dice usted cometió un error, pero se equivoca al decir que ha rectificado y sigue principios católicos. Falso. Hace propaganda de la masonería en entrevistas concedidas a medios, y como usted debe saber el Papa, los Papas, dejan muy clarito que la masonería es incompatible con el cristianismo. Todos no somos honrados. Y creo sinceramente que quedan pocos hombres como Enrique. Ami, alguien que va del brazo con masones de alto grado a sabiendas y que según cuenta por internet era de un grupo templario en su juventud no me merece crédito. No soy hombre dobleces, otros… Leer más »
Mario Conde escribe sobre Rene Guenom en Intereconomía, abrazando sus tesis. Guenom es el máson tradicionalista más conocido del mundo. Y al final se convirtió el islam. Por si alguien duda de que la masonería sigue siendo la guía de Conde y Ariza
http://www.intereconomia.com/blog/blog-mario-conde/reino-cantidad-20121103
Otro link sobre el masón que inspira como lectura de cabecera a Conde, y su camarada Ariza
René Guenom y la masoenría
http://www.symbolos.com/s10frar2.htm
Enrique,yo te leo y te admiro.
Joder pero no actúes como un chacal,aunque a quiénes atacas lo merezcan .
¡¡SÉ UN CABALLERO COMO SIDO SIEMPRE!!