De lacayos a felones: August Armengol y Robert Hernando rodean a Josep Anglada.

A. Robles.- Es indudable que de lo que hoy se acusa a Josep Anglada era conocido por esta colección de nulidades encabezada por Robert Hernando, traicioneros sin moral, sin honor, sin altura humana, sin dignidad y sin principios, que aparentaron durante años no percatarse de lo que era una evidencia a gritos: la utilización de PxC como un chiringuito económico por parte de Josep Anglada. Es indudable que las pulsiones cleptomaníacas de Josep Anglada no fueron obstáculo para que muchos de los Brutos hoy conjurados contra él recorrieran juntos el camino en armónica apariencia, con fingida lealtad, haciendo oídos sordos a las múltiples evidencias que retrataban al vicense como un trincón y un oportunista sin escrúpulos elevado a la máxima potencia.

En su apicarado desparpajo, Anglada convirtió la política en profesión y ha tenido una mejora en su calidad de vida no justificada por el modesto sueldo de concejal. Se habla de un piso en Perpignan, de coches de alta gama y de numerosas cuentas pendientes con la Seguridad Social. Fueron vanos los desesperados esfuerzos que, para evitar los trinques de Anglada y sus cuates, realizó un puñado de hombres limpios y anegados de patriotismo. Los únicos que no colaboraron en esta corrupción general en la que chapoteó siempre Plataforma per Catalunya so pretexto de combatir la inmigración. Quiero acordarme ahora de los concejales que abandonaron el partido, de Mateu Figuerola y de Gerard Bellalta. Figuerola, concejal independiente en Cervera, dijo al abandonar el partido en 2007: “Hay unos valores esenciales, que son los míos, previos a cualquier planteamiento partidista, y que están en juego en Plataforma per Catalunya”.

Aquellas acertadas palabras de Figuerola no impidieron que, los que hoy han hecho sentir a muchos honrados militantes de PxC la terrible desilución del rompimiento, callaran como prostitutas y colaboraran en la campaña de insidias e injurias puestas en marcha contra todos ellos desde el propio partido. Tiene gracia ver hoy al grasiento Robert Hernando atacar con miserable saña a quien consideró durante años, entre el aplauso y el vítor de decenas de militantes tan falsos y tan rastreros como él, la personificación de la providencia. “Anglada es un líder único e irrepetible”, solía soltar el indigno cada vez que tenía ocasión de referirse al palurdo de Vic. Incluso en la cena de la que habló Enrique de Diego en su magistral artículo publicado en AD sobre la destitución de Anglada, y de la que fui testigo, el miserable asintió con desmesura cuando Anglada aseguró que el PxC le debía 60.000 euros y que en el partido el único que mandaba era él.

Que tipos tan innobles, abyectos, arrastrados y viles haya respondido con la traición a quien, pese a todo, deberían agradecerle lo poco que son, que aún así es mucho más que no ser nada, nos muestra cómo una proyecto político, que llegó a aglutinar el deseo de cambio real de muchos catalanes, ha sucumbido una vez más al interés particular de un puñado de enanos.

Anglada, justo es admitirlo, se sacó un partido de la manga y estuvo a punto de poner en un brete al sistema pese a su escasa formación. Luego abjuró de los principios que decía defender y se convirtió en uno más de la castuza a la que decía oponerse. Justo es también reconocer que, sin el esfuerzo y el arrojo de Anglada, esta camarilla de mediocridades no habría salido nunca del ostracismo. Asociar el nombre de Armengol, de Hernando, de Armengol, de Parada, de Ordóñez, de Pallerola, de Mulleras, de la poco agraciada Menchu Martín, entre otras excrecencias políticas sin oficio ni beneficio, a cualquier cosa valiosa o meritoria, se me antoja tarea tan difícil como la de asociar a un bosquimano del Sáhara con un récord de natación.

Este periódico se alineará, sin titubeos y sin arriar una sola de sus creencias, con todos los militantes de PxC que sean capaces de asumir, con todo el honor y toda la importancia que ello implica, el papel de oposición al anunciado cambio que llevaría a Cataluña, de la noche a la mañana, a convertirse en una república mafiosa inundada de minaretes. Dios quiera que la llamada a la conciencia hecha por personas como Gerard Bellalta sirva para movilizar a todos los hombres y mujeres de PxC que mantienen nuestros ideales. La rectitud de esa conciencia les dirá de qué lado están los hombres que anteponen todo al servicio de España y de la civilización cristiana y de qué lado aquellos otros que a última hora están invocando conceptos en los que no creen, tratando de atraer a los militantes de buena voluntad.

Quienes han sido capaces de traicionar una vez, aunque el traicionado sea un bribón como Anglada, lo repetirían mañana con cualquiera de los que me están leyendo. Esta gente que vende su honor por un plato de lentejas o por una nómina municipal, merecería el más severo correctivo que se haya dado nunca en nombre de la dignidad humana, un concepto que estos canallas no han conocido ni conocerán mientras vivan.