Vivir de la sopa boba del Estado
Ramiro Grau Morancho.- Algunos de nuestros grandes pensadores, cuyo nombre ahora no recuerdo con certeza, decía que los españoles se dividían en dos clases: los que eran funcionarios y los que querían ser funcionarios. O dicho de otro modo: los que vivían del Estado y los que querían vivir del Estado.
Suprimidas las dichosas cesantías entre el siglo pasado y el anterior, lo cierto es que al empleado público (concepto más amplio, pues engloba a funcionarios, laborales, personal de confianza y enchufados en general), poco le importa quien gane las elecciones, pues ellos tienen el pesebre asegurado.
Podrán medrar más o menos, en función de su proximidad ideológica o personal a quienes ostenten temporalmente el poder, pero ellos a lo suyo, a hacer como que trabajan, de lunes a viernes, y sólo por las mañanas, que tampoco se trata de herniarse uno.
Por supuesto que hay honrosas excepciones, como el personal sanitario, que trabajan muchas veces en horario vespertino, nocturno, etc., por no hablar del día de Navidad o de Año Nuevo, que también. Pero en los últimos años, con la moda de privatizar todo, estamos asistiendo a la existencia de nuevos yacimientos de empleo en el sector privado, pero al socaire de lo público, con todas las ventajas de lo público, y ninguno de los inconvenientes de las empresas privadas.
La Agencia Española del ISBN, por ejemplo, que nos cobra 45 euros a los autores-editores por inscribir un libro en sus bases de datos, proceso que se hace informáticamente y que tenemos que realizar nosotros mismos. Ellos solamente se dedican a cobrar, por adelantado, faltaría más, no vaya a ser que alguno se escape sin pagar. ¡Y encima pensarán que están haciendo una gran labor por la promoción y divulgación del libro español! (Huelga decir que cuándo era un organismo oficial, la inscripción de un libro en sus bases de datos era gratuita).
O Cedro, Centro Español de Derechos Reprográficos, del que soy socio, cuyos 39 empleados se llevan más de dos millones de euros al año (El Confidencial dixit), más de un tercio del dinero recaudado… Claro, luego no hay nada o casi nada, sólo las migajas, para los escritores.
Sin ir más lejos, a mí, con una obra publicada de veintitantos libros, algunos con varias ediciones, me pagan (o más bien me dan una limosna) de unos cien euros anuales.
Pero eso sí, su directora se pone detrás el general, para pasar a ser directora general, que queda muy bonito, y ponerse un sueldo de 132.000 euros anuales, ó 11.000 euros mensuales. ¡Casi el doble de lo que gana el señor Presidente del Gobierno de España!
Obviamente con retribuciones así, a la hora de repartir, no queda nada o casi nada para los escritores a cuyo servicio teóricamente está, aunque más bien parece lo contrario: somos nosotros quienes les servimos a ellos.
Como decía don Ramiro de Maeztu (vilmente asesinado por el rojerío, dicho sea de paso), en su gran obra Defensa de la Hispanidad (Ed. Cultura Española, Madrid, 1941, 4ª. edición, pág. 142): “… la educación moderna, con su carácter enciclopédico en los grados primario y secundario y especializado en el superior no parece proponerse otro objetivo que desplegar ante los ojos admirados del alumno los productos de la cultura, con lo que no forma sino almas apocadas, que necesitarán la sopa boba del Estado para no morir de hambre, la educación antigua se empeñaba en obtener de cada hombre el rendimiento máximo”.
Y en esas estamos: de 17 millones de personas que trabajamos en España, 4 lo hacen a la sopa boba del Estado. En otras palabras, que 13 millones de trabajadores tenemos que cargar sobre nuestras sufridas espaldas con 10 millones de jubilados e inválidos (somos el país de Europa con más porcentaje de inválidos), 3 millones de parados percibiendo la prestación o el subsidio correspondiente, y 4 millones de comedores de la sopa boba. Por no hablar, que también de 5 administraciones públicas distintas (ayuntamientos, comarcas, diputaciones provinciales, gobiernos autonómicos y gobierno central) para administrar lo poco que hay que administrar: deuda pública, prestaciones sociales y poco más.
Verdaderamente dan ganas de hacer la maleta y salir corriendo, sólo con billete de ida…
*Abogado
España desde la mierdocracia ha sido un inmenso pesebre de funcionarios o parásitos como prefieran llamarle. Asi nos va.
No me cabe la menor duda de que tras la muerte del Caudillo, cuando los funestos padres de esta falsa patria del 78 diseñaron lo que en adelante se conocería con el rimbombante nombre de “democracia Española”, centraron toda su inteligencia y maldad en estructurar un estado de proporciones tan descomunales que a su lado el de EEUU palidece. Una desorbitada cifra de funcionarios, cargos públicos y demás apesebrados totalmente inútiles en un 90% que garantizan que el sistema siga inamovible e indestructible pese a la desastrosa gestión que llevamos 40 años sufriendo.
En Italia recientemente se ha aprobado un decreto ley por el que se suprime la inamovilidad en el empleo de los funcionarios públicos, y se les quitan los trienios, que devengaban automáticamente, y que suponían un incremeto de sus retribuciones, a costa del pueblo presuntamente “administrado” por ellos.
¡Y aquí deberíamos hacer lo mismo! Estoy seguro de que la mayoría del pueblo español aplaudirían ambas medidas.
La sociedad está secuestrada por los funcionarios. Son la base para que nada cambie.
Respecto a las excepciones cada vez son menos, si es que las hay.
Así es. Todo está organizado para sacarnos el dinero, que es lo único que les interesa. Hoy por hoy, un español TIENE QUE TRABAJAR SEIS MESES, es decir medio año, para el Estado. El resto del año para él mismo y su familia. ¿Pero que recibe de ese Estado que le quita la mitad de sus ingresos, que se dice pronto? Pues poco o muy poco: una educación para sus hijos cada día más pésima, una sanidad tercer mundista, y unas carreteras que dan pena, y son muy peligrosas, por falta de inversión y mantenimiento en ellas. Y unas fuerzas… Leer más »
Totalmente de acuerdo.
Se puede decir más alto, PERO NO MÁS CLARO.
Mi enhorabuena a su autor, POR DECIR LO QUE PIENSA, sin miedo a las críticas, que seguro las recibirá, por no decir lo “políticamente correcto”…
Si todos hiciéramos así, seguramente este país, antes llamado España, funcionaría mucho mejor.