Los raperos alemanes Farid Bang y Kollegah

Las fuerzas de seguridad alemanas tienen fichados a más de un millar de jóvenes musulmanes residentes en el país que han llevado su radicalización islamista al máximo y podrían estar a punto de cometer un atentado yihadista. Pero realidades como esta no han evitado que el Gobierno de Angela Merkel siga alimentando socioeconómicamente la amenaza del Islam más violento, hasta el punto de que, según una respuesta que el Ejecutivo de Berlín acaba de proporcionar al grupo parlamentario de Alternativa por Alemania (AfD), un ex guardaespaldas del terrorista Osama Bin Laden, responsable de los atentados del 11S en Estados Unidos, vive desde 1997 en Alemania bajo vigilancia y a costa de los contribuyentes.

Su nombre es Sami A., un tunecino de 42 años casado con una alemana y padre de tres hijos. La familia recibe desde 2008 una prestación mensual de 1.167 euros, cantidad que se corresponde con las ayudas previstas por el sistema alemán para los refugiados aunque el ex guardaespaldas del líder de la organización terrorista Al Qaeda, abatido en Paquistán por un comando militar estadounidense, nunca tuvo acceso a este estatuto. De hecho su petición del estatuto de refugiado fue rechazada en 2009. Sigue en Alemania porque el Alto Tribunal Administrativo de Renania consideró en 2017 que el riesgo de que fuera torturado o recibiera un trato denigrante en su país de nacimiento es demasiado alto, por lo que no ha podido ser deportado.

Para Eckhard Rehberg, de la Unión Cristianodemócrata de Merkel (CDU), “estamos protegiendo y financiando a un terrorista porque la ley nos impide deportarlo. No puedo estar de acuerdo con la interpretación de esa norma porque es evidente que atenta contra el sentido común”.

Lo más llamativo es que mientras ocurren este tipo de cosas, las élites políticas, económicas y culturales germanas continúan apoyando a todo tipo de extremistas islamistas. Tanto es así que, según cuenta La Tribuna del País Vasco, el director musical Daniel Barenboim acaba de anunciar que devolverá varios Premios ECHO obtenidos en Alemania en protesta por el reconocimiento de estos galardones a dos raperos musulmanes cuyas letras son una incitación al crimen. Fundamentalmente, son dos afirmaciones dichas en las canciones de Farid Bang y Kollegah las que más indignación han levantado: “Hagamos una vez más un Holocausto, venid con los cócteles Molotov” y “mi cuerpo está más definido que el de un preso de Auschwitz”.

Barenboim denuncia que rechaza su galardón (uno de los ás prestigiosos del país) porque la organización también premia a un disco de rap que contiene letras “claramente antisemitas, misóginas, homófobas y que de manera general desprecian la dignidad humana. Los intereses comerciales no pueden suplantar la decencia y la humanidad”.
La Staatskapelle de Dresde y su director titular, Christian Thielemann, también acaban de anunciar en su cuenta de Twitter que se distancian de los Premios ECHO y que devuelven sus premios de 2009 y 2004 al organizador.