¿Crítica o miedo?
Lo más alarmante de todo este esperpéntico sainete es que cualquier tonto con una cruz, una pancarta y un micrófono puede poner en jaque a los cuerpos de seguridad de todo el planeta. En un mundo algo más normal, o algo menos delirante, lo del bigotudo Terry Jones no habría pasado de estúpida provocación, en línea con el gusto por quemar libros que tienen algunos, desde que la tolerancia cero con la inteligencia se instaló en el cerebro de la historia.
Hitler y Stalin fueron maestros en dicho arte crematorio. Y, en las tierras excitadas del islamismo más fanático, el gusto por quemarlo todo, desde cruces católicas hasta fotos de dibujantes de cómics o escritores o pensadores, es un deporte con muchos adeptos. Los hinchas más fieros incluso intentan pasar de quemar fotos a poner bombitas en los propietarios de la cara. Terry Jones no ha inventado nada, porque parece que la estupidez es coetánea del hombre, desde que se convirtió en un animal erectus. Por supuesto, el mundo estaría mejor sin estos provocadores de pacotilla, cuyo histrionismo sólo sirve para convencernos de que la naturaleza se equivocó con el experimento humano.
Dicho todo lo cual, todo lo dicho no tiene ninguna importancia. Porque lo importante de lo que está ocurriendo no es lo que quiere hacer Terry Jones, sino el miedo que nos dan las consecuencias. ¿O acaso no llevamos miles de muertos en atentados? Es la famosa portada de la revista El Jueves, cuando el lío de las caricaturas de Mahoma, que decía: “Íbamos a dibujar a Mahoma, pero ¡nos hemos cagao!”. Hablemos en plata. Lo que hay detrás de la reacción internacional contra Jones no es una exaltación de tolerancia religiosa, sino una explosión cósmica de miedo. ¿No? Entonces, ¿por qué no existe la misma preocupación internacional con el acoso contra los cristianos en tierras musulmanas, contra la pena de muerte de algunos países por el solo hecho de llevar una cruz, por la destrucción de iglesias o sinagogas, e incluso por la muerte de religiosos? No nos tomemos el pelo más de lo necesario.
Jones y sus delirantes provocaciones son importantes porque tenemos un problema enorme con el mundo islámico, cuya incapacidad para vivir su propia Ilustración y conciliar las libertades del siglo XXI con los dogmas del XIV es cada día más lacerante. Es decir, tenemos un problema porque un cretino quema el Corán y en alguna montaña lejana deciden que pueden aprovecharlo para matar a centenares de personas que pasaban por el primer tren. Ese es nuestro problema, que, ante el islam, estamos muertos de miedo. El resto es literatura. ¿O la era de la cultura y la libertad no se fundamentó en airar a los dioses? Y hasta que el islam sea capaz de reírse de los suyos con la misma libertad con que los venera no entrará en la modernidad. Por ello mismo y desgraciadamente, el problema no es el tonto inútil del tal Jones.