Botín y la “pátina” española
En la presentación de resultados correspondientes al tercer trimestre del presente ejercicio, el consejero delegado del Grupo Santander, Alfredo Sáenz, dijo que la “pátina” española «no nos beneficia». Y añadió, «el mercado nos identifica como un banco español a todos los efectos». Un lastre si se tiene en cuenta que el Grupo Santander es ya un gigante internacional que recibe de su división española sólo del 17% de sus resultados netos.
Unas puntualizaciones: hasta hace pocos años, muy pocos, el Santander era un bancucho del tres al cuarto. Se hizo grande gracias a sus buenos “contactos” en los pasillos del poder y a sus, ahora denostados, clientes españoles. Y cuando sus filiales, chiringuitos y kioscos en Estados Unidos estuvieron a punto de irse al garete gracias a la estafa de Bernard Madoff, fue el Estado español, con el dinero de todos los contribuyentes, el que acudió en su rescate para evitarle el escándalo de una más que previsible quiebra. Esto fue así, por mucho que el señor Botín se niegue a admitir que recibió dinero público.
Repasemos someramente el caso. A finales de enero de 2009, el Santander decidió finalmente restituir las pérdidas producidas a sus clientes por el fraude piramidal del bróker Bernard L. Madoff, a pesar de que en un principio se opuso a esta solución e, incluso, había negado cualquier relación con el glamuroso manguibróker de Wall Street, también conocido como “Mangoff”.
La entidad presidida por Emilio Botín, fue la primera en anunciar que cubría las pérdidas de sus clientes afectados por el tocomocho de Madoff, y ofreció soluciones a sus clientes de banca privada que habían invertido en Optimal Strategic US Equity, un subfondo de Optimal, la gestora de inversiones alternativas del banco y uno de los principales afectados a nivel mundial por el escándalo del mangui Madoff.
Resumen: el aldeano Botín, fue embaucado por el trilero Madoff con el viejo ‘timo de la estampita’ y el Santander reconoció unas pérdidas de clientes por valor de 2.300 millones de euros por esta estafa, y el importe total de las inversiones que el Santander tuvo que restituir fue de 1.380 millones de euros. Esta ‘pasta gansa’ se la birlaron en sus ‘amados’ Estados Unidos otros tipos que son mucho más listos que el rústico Botín.
Sigamos. El apaño para solucionar el butrón tras el fiasco Madoff, fue una sustitución de activos, por la que los clientes de banca privada canjearon sus inversiones en Optimal Strategic por participaciones preferentes a emitir por el Grupo Santander por el citado importe de 1.380 millones de euros, con un cupón del 2% anual y una ‘opción de compra’ ejercitable por el emisor al año 10. Traducción: un cambio de cromos, o estampitas, si se prefiere el símil.
Conviene también recordar que las famosas agencias de calificación de deuda norteamericanas y británicas, las mismas que han hecho correr el infundio de que España está al borde de la quiebra, tenían calificadas con las máximas notas al arruinado banco Lehman Brothers, como también las tenía el quebrado banco británico Northern Rock, intervenido por el Gobierno de aquel país, y como también las tenían todos los chiringuitos bursátiles y trileros de Madoff. Sin olvidar a ENRON, la compañía eléctrica quebrada en 2001 que también gozaba de todas las bendiciones de estas supuestas agencias de calificación, como Arthur Andersen, que concedían buenas notas a cambio de sustanciosas ‘mordidas’ o sobornos. Éste es, en resumen, el turbulento mundo de banqueros, especuladores y estafadores que compiten en este sistema de economía de casino globalizada.
Tras el monumental tocomocho Madoff, que pringó al Santander hasta las trancas, en Florida, los bufetes Cremades (Madrid), Hanzman (Miami) y Labaton (Nueva York), interponían una demanda colectiva en la que acusaban al Santander, Optimal, directivos de esta firma, HSBC y PricewaterHouseCoopers por la estafa. En particular, alegaban que el Santander no tuvo la diligencia necesaria a la hora de invertir en el fondo de Madoff y que se benefició con un “enriquecimiento injusto”.
En los años previos al tocomocho Madoff, el Santander fue uno de los bancos más activo en inversiones en productos del manguibróker neoyorquino. Lo hizo a través de su filial de gestión alternativa, Optimal. Esta gestora, a su vez, delegó la gestión de uno de sus fondos estrella, el Optimal Strategic US Equity, en el estafador norteamericano. El Santander mantuvo su confianza en el manguibróker e incluso se reunió con él en numerosas ocasiones. Cosa que después negaron varios voceros de la entidad.
El Santander distribuyó los fondos ‘contaminados’ por Madoff principalmente entre inversores institucionales, los que menos trabas tienen para invertir su dinero en hedge fund. Pero también lo hizo con especial hincapié en Latinoamérica, de donde procedían más de la mitad de sus clientes afectados. Después del escándalo Madoff, el Santander hizo público que iniciaba la liquidación de varios fondos: “el Optimal Arbitrage, el Optimal Multi-Strategy, Global Trading, el Asian Opportunities, el Global Opportunities, el European Opportunities y el US Opportunities” para atender a las solicitudes de reembolsos que le estaban llegando.
Entre el producto afectado por Madoff y los fondos que se tuvo que cerrar, la filial del Santander habría perdido en torno a un 60% de sus activos gestionados durante el último año, previo al tocomocho Madoff. Toda esa ‘pasta gansa’ la perdió fuera de España, y el dinero para restituir las pérdidas a los estafados, salió de España. Conviene recordarlo. Lo digo por aquello que dice “es de bien nacidos, el ser agradecidos…”
Dos años después, el hombre Alfredo Sáenz, nos escupe en la cara diciendo que las dudas sobre la solvencia de la deuda pública de España es un verdadero problema para que las entidades nacionales acudan a los mercados, ya que ningún banco o caja tiene un ‘rating’ (la nota de la solvencia a la hora de afrontar el pago de las deudas) superior al del Estado. Le recuerdo a este sujeto que las maniobras financieras orquestadas en la oscuridad por su banco de pacotilla, tienen una buena parte de culpa en el asunto.
El hombre Sáenz, repitiendo cacofónicamente los mensajes del líder espiritual Botín, destacó que el sostén del banco se sitúa cada vez más fuera de España. No en vano, la división nacional redujo un 35% su beneficio hasta 995 millones, mientras el 37% de las ganancias le llegan ya de los negocios de Europa; el 42%, de Latinoamérica, con especial incidencia de Brasil, y 18% del Reino Unido. El 3% restante lo aporta el Sovereing (EEUU).
En ese caso, si esto es así realmente, sólo cabe esperar que la próxima vez que el Banco Santander y sus chiringuitos afiliados tengan problemas de solvencia, que pongan el dinero los gobiernos de esos países, y no los sufridos contribuyentes españoles. Porque si encima de hacernos cornudos, nos apalean… ¡maldita la gracia que tiene el asunto!
Una práctica recomendable sería que, cuando se producen estos butrones y quiebras, los presidentes y los consejos de administración de los bancos afectados, hiciesen frente a las pérdidas con sus patrimonios privados. ¿Por qué no les embargan todos sus bienes a los banqueros cuando quiebran los bancos que dirigen, como consecuencia de su mala gestión?