Santiago aguarda con expectación la llegada del Santo Padre
Santiago de Compostela se dispone a dar la bienvenida a Benedicto XVI, que llega este sábado a un país al que observa con sentimientos contradictorios. España es la patria de sus admirados Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, pero también la nación que, a su juicio, avanza a pasos agigantados hacia el laicismo. El Pontífice, en cuyo escudo personal figura la concha típica de los peregrinos, llega a la ciudad compostelana con ganas de impartir su magisterio, que se resume en el objetivo de “reevangelizar” Europa.
La segunda ciudad de la etapa española de Joseph Ratzinger es Barcelona, que acoge la visita del Papa en un ambiente muy politizado a causa de la cercanía de las elecciones autonómicas. Con independencia de consideraciones políticas, lo cierto es que el Pontífice ha puesto sus ojos en España. En agosto de 2011 vendrá a Madrid a participar en la Jornada Mundial de la Juventud, lo que convertirá a España en el país más visitado por el sucesor de Pedro. Durante el viaje pastoral, tanto Santiago como Barcelona permanecerán bajo la custodia policial de 6.000 agentes.
De tierra de santos, místicos y mártires, España ha pasado a ser la vanguardia europea del laicismo. Al menos así lo ven algunos miembros de la curia y de la jerarquía católica española, que ahora observan el solar nacional como un país de misión. Los datos son elocuentes: apenas el 14% de los católicos españoles van a misa y el año pasado las bodas civiles superaron en número a los matrimonios religiosos. Un 72% de la población se declara católica, cuando hace ocho años lo hacía el 80%. Por añadidura, las dos legislaturas de Zapatero han traído el matrimonio homosexual, el divorcio exprés y la posibilidad de que una chica de 16 años aborte sin el consentimiento de los padres. Está claro que para el Papa España necesita un repaso.
Aun reconociendo la pérdida de raíces cristianas, la jerarquía eclesiástica no da todo por perdido. Entre diez y ocho millones de españoles van a misa todos los domingos, lo que hace que en buena medida que la Iglesia siga siendo un poder fáctico. Bien lo sabe Zapatero, quien sabedor de la sangría de votos que puede suponer la deserción del electorado católico, ha enterrado la reforma de la ley de Libertad Religiosa, para satisfacción de la cúpula eclesial, que se veía venir una ‘guerra de crucifijos’.
200.000 visitas
Ratzinger no tendrá el carisma de Juan Pablo II, pero la gente se sigue echándose a la calle ante sus convocatorias. Santiago espera recibir 200.000 visitantes y se calcula que 150 millones de personas seguirán las andanzas del Benedicto XVI por televisión. En Santiago todo está preparado para recibir al Papa. Cuando llegue al aeropuerto de Lavacolla, en torno a las 11.30 horas, será recibido por los Príncipes, primero, y por el vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, después.
Ratzinger se desplazará en ‘papamóvil’ desde el aeródromo hasta el centro de la ciudad, adonde está previsto que se presente cerca del mediodía. Visitará la catedral y almorzará en el arzobispado con los cardenales españoles, el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal y el séquito pontificio. Tanta es la expectación que se han instalado nueve pantallas gigantes para los fieles que no puedan acudir a la misa que se celebrará en la plaza del Obraidoro, que tiene un aforo de 6.000 personas. El programa de actos termina a las siete y cuarto de la tarde, cuando parte su vuelo hacia Barcelona.
La Ciudad Condal, por su parte, también da los últimos detalles para recibir al Papa. En el perímetro del entorno del templo de la Sagrada Familia se ha colocado 57.000 sillas para seguir en la ceremonia de consagración al culto de la catedral de la Sagrada Familia. Al margen de los privilegiados que escuchen la eucaristía sentados, el Ayuntamiento prevé que 400.000 personas abarroten las calles para aclamar al Pontífice. Este calurosa acogida coincide con la politización de la visita. El tripartito está dividido: Esquerra Repuclicana e Iniciativa intervendrán en las protestas contra el Papa bajo el lema ‘Yo no te espero’, mientras el presidente de la Generalitat, José Montilla, arguye que Benedicto XVI encontrará “un país respetuoso con la religión católica”. Y en medio de todo esto, CiU apela a la sensibilidad de Ratzinger y le advierte de que no llega a cualquier parte, sino a una nación.
El coste del viaje exaspera los ánimos de los colectivos ateos, agnósticos y laicistas. Unos lo cifran en 3,7 millones de euros, otros elevan el número a cinco. En cualquier caso el Ayuntamiento de Barcelona ya ha avisado de que los beneficios que reportará la presencia del Papa en Cataluña ronda los 30 millones, entre gastos hoteleros, asistencia a restaurantes, transportes y proyección de la imagen de la ciudad en el mundo.