El Málaga sigue sin levantar cabeza
El Málaga ofrece un estado de encefalograma plano. Está sumido en una situación de inseguridad y dudas de la que va a costar salir pese a la llegada de un entrenador de prestigio y magnífico conocer de la Liga como Manuel Pellegrini. Ayer volvió a quedarse a cero (un punto en los seis últimos partidos) víctima de su pobre primera mitad, del gol encajado nuevamente en el primer minuto y también de una mejoría que apenas se tradujo en opciones de gol tras el descanso. El chileno deberá apretarse los machos para enderezar el rumbo.
Como se preveía, el adiós de Jesualdo Ferreira supone el retorno al ‘doble pivote’. Rafa Gil y Antonio Benítez, tanto monta, sustentaron al equipo bajo el caparazón de Sandro Silva y Apoño, la mejor pareja disponible para el corazón del equipo, aunque el detalle más relevante fue la suplencia de Fernando y, sobre todo, Quincy. Desde luego, si la intención a partir de ahora es jugar más arropados, el internacional ghanés deberá espabilar tácticamente para ocupar uno de los flancos. De hecho, cuando salió pasó a actuar como principal referente en ataque. Con la alineación en la mano quedaba comprobar si los teóricos extremos, Juanmi y Eliseu, actuaban en sus bandas ‘naturales’, derecha e izquierda, o si lo hacían a pierna cambiada, como suele hacer Manuel Pellegrini y como así sucedió. Y también la ubicación de Sebastián Fernández y Baha en ataque, porque se trata de dos futbolistas más de trabajo, desgaste y presión que de referencia arriba. A la postre ambos fueron turnándose.
Como en Pamplona, el Málaga salió del vestuario con un gol en contra. Y de nuevo por un despiste imperdonable. Si en el viejo El Sadar el regalo llegó en forma de penalti, anoche se produjo merced a una presión inexistente y a un miedo atroz a salir en busca de Javi Márquez, que avanzó metros y tuvo margen suficiente para ajustar la mira, armar el disparo y ejecutar. Se cumplía exactamente un minuto y a Arnau también lo pilló en frío.
Virtudes y defectos
Hoy por hoy, el Espanyol tiene todo aquello de lo que carece el Málaga: una presión homogénea, un dinamismo sin pausa en la media punta, una intensidad espectacular y también una lúcida salida del balón. De ahí que la exigua desventaja al descanso fuera un mal menor, porque no se puede acumular tanta cantidad de desajustes defensivos y de inadecuados movimientos ofensivos. Con esa amalgama de virtudes durante un solo periodo se contentó el cuadro ‘periquito’ para asegurar los tres puntos.
El Málaga debió darle gracias a Osvaldo al descanso, que en un periodo de cuatro minutos -en torno al ecuador de la primera mitad- dispuso de cuatro opciones, la más clara desbaratada por Arnau. Cómo no, el catalán volvió a ser providencial en el uno contra uno y pudo resarcirse así de esa tardía estirada en la acción del gol. La presencia del ariete españolista en zona de remate fue el producto especialmente de la movilidad de sus escoltas (Verdú, Callejón y Luis García), aunque también de la falta de sincronización entre los defensas y los dos medios centro, con una distancia en ocasiones sideral.
No es un secreto del Málaga, independientemente del entrenador o del sistema, carece de centro del campo. La única incorporación para esa zona tan básica, Sandro Silva, se ha revelado como un fiasco. Antes podía esgrimirse el argumento de las llegadas en oleadas del rival de turno. Ayer quedó de manifiesto que su debilidad táctica es muy preocupante, porque nunca se percataba del hueco que dejaba entre líneas. Bien es cierto que la inseguridad de los centrales también es una cuestión a revisar -en particular de Weligton-, porque a veces reculan en exceso y dejan un océano por delante. Pero el brasileño deja bastante que desear.
La única buena noticia del encuentro fue la participación de Apoño en el juego y, sobre todo, verlo sacar a pasear el abanico con aperturas de muchos metros a una u otra banda. El malagueño estuvo intermitente, pero en la primera mitad llevó el peso del juego y por primera vez recobró cierta dosis de confianza, igual que le sucedió a Jesús Gámez, al que por fin se le vio irrumpir por la banda. Tras el descanso, con un rival bien clavado en el terreno de juego, tuvo que limitarse al toque en corto.
Al Espanyol le bastó muy poco para manejar la primera parte gracias a la brújula de Javi Márquez, secundado extraordinariamente por el torroxeño Baena. La solvencia contrastó con el desequilibrio del dúo Sandro Silva-Apoño. Solo en la recta final el Málaga mejoró su imagen gracias a dos acciones en las que la finalización de Eliseu y Baha fue deficiente.
La intensidad del Málaga tampoco es la adecuada y en ese aspecto el Espanyol lo superó con creces en la primera mitad, aunque ese par de jugadas favorables al conjunto visitante provocó un crecimiento tras el descanso en el equipo ayer dirigido por Rafa Gil. El partido transcurrió casi constantemente en el campo del cuadro local, aunque para entonces los pupilos de Pochettino habían dado esa marcha atrás que tan bien le funciona y que le hace llevar demasiados puntos en función de los goles materializados.
Kameni no tuvo excesivo trabajo pese a que el Málaga llevó el peso del juego, aunque de nuevo en el primer minuto se produjo un descuido monumental en el dispositivo defensivo que pudo costar otro gol. Pellegrini deberá aleccionar bien a los suyos ante semejante falta de concentración. Fue la única aparición del Espanyol durante casi toda la segunda parte, porque hasta que se produjo un cierto equilibrio en la recta final el único disparo entre los palos de los locales correspondió a Osvaldo ya en el minuto 25.
Al Málaga le costó abrir la lata. El Espanyol estuvo siempre muy bien armado y ni siquiera sufrió en las contadas situaciones de superioridad generadas por el cuadro ayer naranja, básicamente por los errores de colocación de los laterales españolistas. Su pareja de centrales está muy afianzada. Mientras, comenzaron a hacerse muy evidentes las carencias ofensivas del cuadro que ahora conducirá Pellegrini (solo un par de tiros desde fuera del área). El equipo ya no tiene capacidad de sorpresa. Del esperanzador arranque de Liga desgraciadamente nada queda.