La cumbre del G-20 y otros cuentos chinos
Estados Unidos ha cometido un error de bulto pensando que podría mangonear a los chinos del mismo modo que lo ha venido haciendo con los europeos desde 1945. Los chinos van por libre. China no es un país occidental, con un sistema democrático y socioeconómico al uso. Es una repugnante dictadura comunista que se ha aprovechado de la avaricia de los mercachifles ultraliberales para plantarles cara en su propio terreno: el de la economía de casino globalizada.
La cacareada cumbre del G-20 celebrada en Seúl, ha finalizado con un timorato llamamiento a los países más ricos del planeta para que se ‘abstengan’ de hacer devaluaciones de divisas competitivas. Un eufemismo para maquillar las tensiones entre Estados Unidos y China a propósito de las sucesivas devaluaciones que ha venido realizando el régimen comunista-capitalista, manipulando el cambio de su moneda para mejorar, aun más si cabe, la competitividad de sus exportaciones.
Los chinos se han venido beneficiado de un sistema que ha abolido las trabas arancelarias en Europa y Estados Unidos, mientras ellos las mantienen en su país. La táctica del palo y la zanahoria la han practicado magistralmente. ¿Cuántas veces hemos oído que China es un mercado de 1300 millones de consumidores? Bueno ¿y qué? ¿Qué se supone que vamos a vender allí los españoles? ¿Jamones? ¡Nos han tomado el pelo! Mientras los bazares chinos, que no pagan impuestos igual que los comercios españoles, se nutren de las importaciones chinas para reventar el mercado español, aquí seguimos soñando con la quimera de unos turistas chinos que invadirán nuestras costas, pero que aún no han venido, y de unos consumidores compulsivos que todavía no se han decidido entre el ‘cerdo feliz’ y el jamón de bellota.
¡Se han burlado de nosotros! Pero también de los norteamericanos, que suelen ir de listillos por la vida. ¿No habíamos quedado en jugar al juego de rol del ‘mercado libre’ sin intervenciones de los Gobiernos? Ahora resulta que otra vez han de ser los Gobiernos los que intervengan para arreglar este desaguisado de la llamada ‘guerra de divisas’. Los chinos no son tontos, saben que el FMI, el Banco Mundial, y todas las demás mandangas monetarias y financieras revestidas de una pátina de internacionalidad, están manejadas por los propios norteamericanos, y les han dado con la puerta en las narices. China no es la Europa del Plan Marshall. Muy pronto superará a Estados Unidos como primera potencia económica, y militar, a escala mundial. ¿Siguen pensando los falsos profetas del libre mercado que la política deben realizarla contubernios de empresarios y banqueros privados?
El presidente Woodrow Wilson ya previno en 1918 sobre los peligros de dejar la diplomacia en manos privadas. Nixon dijo en 1949 que “China era un peligro para el mundo libre” y algunos lo seguimos creyendo así. Estados Unidos se ha equivocado, y en su fatal error, ha arrastrado a Europa y a medio mundo. Nos pasamos el día pendientes de Irán y de sus avances en materia nuclear, y olvidamos que China ya es una potencia atómica con capacidad militar para hacerle sombra a Estados Unidos y Rusia. Puede que Irán sea una amenaza para Israel, pero en Europa tenemos otros problemas, y nuestro “Irán” está al otro lado del Estrecho, no en el corazón de Asia.
Nos llenamos de razón para condenar al régimen comunista de los hermanos Castro, y aplaudimos y jaleamos como zafios palmeros las continuas violaciones de los derechos humanos en China. Mil veces más flagrantes que las que puedan darse en Cuba. Mandamos callar a Hugo Chávez, y no tenemos bemoles ni redaños para protestar ante los abusos de los dirigentes del Partido Comunista chino. ¿Quién se acuerda ya de los muertos de Tiananmén? ¿Qué fue de aquel valiente estudiante que se plantó ante los carros de combate en 1989?
Cualquier bajeza, o la claudicación más ignominiosa, son válidas con tal de que unos mezquinos mercachifles, puedan vender allí sus fruslerías y bagatelas. Con nuestra desidia e indolencia, hemos estado alimentando a una bestia pavorosa que ahora amenaza con devorarnos, y que ya ha lanzado los primeros rugidos amenazadores. Si los chinos siguen devaluando su moneda, y si la Unión Europea y Estados Unidos no imponen aranceles a sus importaciones, estamos condenados a la ruina económica y social. No hay vuelta de hoja. Y esa ruina económica se llevará por delante lo que un día se conoció como el ‘Estado de Bienestar’. ¿Queremos ese futuro de miseria y desesperación para nuestros hijos?
Deberíamos olvidarnos durante un rato de Mourinho y sus aspavientos, o de las marujadas y los chismorreos de alcoba de Belén Esteban, para preocuparnos de lo que se ha dicho en la manida cumbre del G-20, y preguntarnos si, además de ejercer de ‘Forrest Gump’ nuestro presidente, ha defendido convenientemente los intereses de los currifichantes de este país. Yo creo que no.