Berlanga, el hombre que dio nombre a un género
Se pueden contar con los dedos de una mano aquellos personajes que a lo largo de la historia han dado nombre a un estilo o a un género. Luis García Berlanga ha sido uno de ellos. Su nombre define lo ‘berlanguiano’, un humor entre entrañable y esperpéntico, típicamente hispano, que ha creado escuela y ha llenado varias décadas de comedias españolas. Berlanga ha sido la figura clave del cine español en el siglo XX.
Había nacido en Valencia el 12 de junio de 1921. De familia republicana (su padre fue diputado en la Segunda República) oriunda de Requena, era sobrino del confitero y autor de sainetes valenciano Luis Martí Alegre. Estudió con los jesuitas y en un internado en Suiza para matricularse después en Filosofía y Letras aunque antes, en 1934 toma la decisión de convertirse en director de cine tras asistir a una proyección de Don Quijote, de Pabst.
La guerra truncó sus estudios y tras la guerra se enrola voluntario en la División Azul para enjugar el pasado republicano de su padre. En el frente ruso conoce y traba amistad con Luis Ciges, que posteriormente se convertirá en uno de los actores imprescindibles de su cine. A su regreso escribió críticas de cine, organiza el Cine Club Universitario y comienza a frecuentar tertulias locales, hasta que en 1947 ingresó en la primera promoción del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), que con los años se convertiría en la Escuela Oficial de Cinematografía, de la que años después, y durante una década, sería profesor. Se diplomó en dirección y en 1950 ganó el primer premio del Concurso Nacional de Guiones con Familia provisional, escrito junto a José Luis Colina.
Un año después realizó su primer largometraje, Esa pareja feliz, junto a su compañero del IIEC, Juan Antonio Bardem. En 1952 dirigió, ya en solitario, Bienvenido Mr. Marshall, que se convirtió en el primer gran éxito del cine español de la posguerra y que estuvo a punto de ganar el Festival de Cannes si no es porque uno de los miembros del jurado, el actor Edward G. Robinson, la veta, considerando la película como antiamericana, molesto por el plano final en que una bandera americana es arrastrada por aguas fecales camino de ser tragada por una alcantarilla. En Bienvenido Mr. Marshall Berlanga ya apunta las principales características de su obra: feliz confluencia de tradición y modernidad, personajes entrañables metidos en situaciones absurdas como forma de supervivencia y un microcosmos social próximo al neorrealismo italiano.
Libertario y erotómano
De tendencias libertarias (lo que provocaba frecuentes discusiones con su colega Juan Antonio Bardem, militante del Partido Comunista de España en la clandestinidad) y erotómano confeso, su trayectoria se define por un constante enfrentamiento con los censores franquistas, que le prohíben muchos más guiones de los que logra realizar. Aún así sus películas que frecuentemente escribe junto a Rafael Azcona y que le produce Alfredo Matas, son un espejo, pasado por el humor y el esperpento, de la sociedad española de su tiempo: Calabuch (1956), Los jueves milagro (1957), Plácido (1961), El verdugo (1963)… Esta última, feroz alegato contra la pena de muerte, Premio FIPRESCI en el Festival de Venecia, levantó las iras del embajador de España en Roma, Alfredo Sánchez Bella, que movió cielo y tierra para que la película se prohibiese, afortunadamente con escaso éxito.
Para sus películas, Berlanga se rodeaba de un grupo de cómicos de primera fila: De Pepe Isbert a José Luis López Vázquez y de Manuel Alexandre a Amparo Soler Leal (la mujer de Alfredo Matas, su productor). Ellos ponían el humor y sobre todo ternura y humanismo en unos personajes no por grotescos menos entrañables. Pero pese a esto y haber creado un cine de gran raigambre popular, a Berlanga le es cada vez más difícil rodar en España, ya que no solo los censores miraban con lupa sus guiones sino que el propio Franco exigía ver sus películas antes de autorizar su estreno. El propio director contaba frecuentemente la anécdota de que le prohibieron un plano de la Gran Vía de Madrid, delante del desaparecido ‘night club’ Pasapoga porque según los censores “Berlanga era capaz de mostrar a dos sacerdotes saliendo del local”. Todo ello hace que en 1967 se tenga que ir a Argentina para rodar ‘La boutique’ y en 1973 a Francia para Tamaño natural, sin por ello perder ni un ápice de cronista de la realidad española.
Son muchos los guiones que ha dejado inéditos y uno de ellos, La vaquilla, no lo pudo llevar al cine hasta casi 20 años después de escrito, en 1984, nueve años después de la muerte de Franco. El propio Berlanga recordaba como “en el capítulo de insatisfacciones está la lista de guiones que, contra mi voluntad, se han visto forzados a permanecer en los cajones: Los aficionados, Los gancheros, A mi querida mamá en el día de su santo, Arturo… Creo que ninguno de los directores de mi generación hemos podido hacer el cine que hubiese sido necesario en el momento histórico por el que hemos atravesado, por presiones externas a nosotros”.
Lencería erótica
Además de sus constantes enfrentamientos con los censores y con el embajador Sánchez Bella, que llegaría a ser ministro de Información y Turismo en las postrimerías del franquismo, Berlanga también mantuvo desencuentros con Luis Buñuel, del que se distanció cuando el director de Calanda aseguró no gustarle Tamaño natural. Con la llegada de la democracia Berlanga consigue hacer la trilogía de ‘La escopeta nacional’, que están entre sus películas más celebradas, en la que convierte en actor berlanguiano al autor y director del Teatro Español Luis Escobar.
Pero pronto surgen nuevos problemas. Nombrado director de la Filmoteca Española con la llegada de la democracia, en 1977, cuando llega Pilar Miró a la dirección general de cine con el primer gobierno socialista, surge un durísimo enfrentamiento con ella. Berlanga, anárquico por naturaleza, era enemigo de cumplir horarios y Pilar Miró le consideraba como un funcionario. La entonces directora general de cinematografía le destituye con gran escándalo en 1982. Berlanga no se calla y acusa a la ley de cine que había hecho la directora de acabar con la renqueante industria cinematográfica española al supeditar todo el cine español a las caprichosas e interesadas subvenciones estatales. Erotómano contumaz, cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1986, envió a Pilar Miró lencería erótica, asegurando que ella “hubiese dado el premio a cualquiera antes que a Berlanga”.
Berlanga se quejó amargamente que en aquellos años de la Transición, “nadie nos agradeció a Bardem y a mí el haber abierto caminos en años difíciles. Se ayudó a gente que no se merecía y se negó la posibilidad de empujar a otras gentes que parecían más formadas para poder hacer cine”. Posteriormente reflejaría aquellos años de gobierno socialista en su película ‘Todos a la cárcel’.
Premios
Berlanga era fundador y Presidente de Honor de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Además del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el cineasta había obtenido todos los premios posibles en su profesión: En 1993 ganó el Goya al mejor director por ‘Todos a la cárcel”. Su película Plácido fue nominada para el Oscar a la mejor película extranjera en 1961. Ha recibido también la Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1981, el Premio Nacional de Cinematografía en 1980 y la orden italiana de Commendatore. Ha sido también Doctor Honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid. Ha obtenido premios y galardones internacionales en los más importantes festivales (Cannes, Venecia, Montreal, Berlín…). En el Festival de Karlovy Vary fue elegido como uno de los diez cineastas más relevantes del mundo. Además, poseía un incontable número de reconocimientos nacionales.
Publicó un peculiar libro de memorias, Bienvenido Mr. Cagada, en donde aseguraba que se consideraba “un gilipollas que sigue intentando ir por libre en un país donde eso de ser independiente es imposible. Un ejemplar humano sin otro credo que la libertad personal”.