La marca España se desinfla
“Se juzga con los parámetros de la deuda y de la prima de riesgo de España. Eso no nos beneficia”. Hace dos semanas, Alfredo Sáenz, vicepresidente y consejero delegado del Banco Santander, dijo en público durante la presentación de resultados de la entidad lo que muchos ejecutivos comentan en privado desde hace tiempo. El riesgo país supone un lastre para las compañías en su relación con los mercados de capitales. Ya se vio en mayo, durante la crisis de Grecia, y se ha vuelto a poner de manifiesto ahora con el rebrote de los problemas de Irlanda que han contagiado al resto de economías de la periferia europea.
Las empresas españolas han diversificado las fuentes geográficas de sus ingresos. En teoría, este perfil multinacional debería haber servido para que los inversores hubieran diferenciado entre la situación de las finanzas públicas y la salud de las cuentas corporativas. Sin embargo, en la práctica, la reacción no ha respondido a este patrón de comportamiento. El Ibex 35 lidera las caídas en 2010 entre los principales índices bursátiles. El selectivo se deja un 14,35% desde enero, frente a subidas del 13,05% en el Dax alemán, el 7,42% en el Dow Jones de EE UU o el 7,09% del Footsie 100 británico.
Además, cuando las empresas españolas acuden al mercado en busca de financiación se están viendo forzadas a pagar una prima superior a la de sus homólogas. El precio de los seguros de impago de deuda (CDS por sus siglas en inglés) de Telefónica, por ejemplo, es el doble de la cotización de los CDS de empresas como TeliaSonera, France Telecom o Vodafone. Es decir, el mercado ve mucho más probable una hipotética quiebra de la operadora española que la de telecos con su misma calificación crediticia. Una situación similar ocurre con los grandes bancos o con
Iberdrola.
“El origen español de las empresas ahora mismo es un problema”, señala Víctor Peiro, director de análisis de Caja Madrid Bolsa. “Los inversores extranjeros, entre opciones parecidas, prefieren no tener riesgo en España. La historia de una compañía local tiene que ser muy atractiva para que se fijen en ella”, comenta Peiro. Este experto cree que la diversificación geográfica de las empresas ha servido al menos para amortiguar el castigo de los inversores y señala que la situación continuará a corto plazo. “La presión va a seguir hasta que las previsiones financieras de los países periféricos se transformen en hechos. Hay que recordar, por ejemplo, que el propio Fondo Monetario Internacional ha puesto en duda los objetivos de déficit anunciados por el Gobierno español”, indica el analista de Caja Madrid.
Las compañías saben que la marca España no atraviesa su mejor momento en los mercados de capitales. Por eso aprovechan cualquier ocasión para desmarcarse del mercado local y vender el mensaje de diversificación geográfica. Durante la presentación de la compra del 25% de Garanti, el presidente del BBVA, Francisco González, destacó que al entrar en Turquía, el banco amplía las fuentes de ingresos, y avanzó que en los próximos cinco años la aportación de España a los beneficios bajará desde el 30% actual hasta el 10%. Otro ejemplo de esta estrategia lo ofreció Emilio Botín la pasada semana al presentar la unificación de la marca del banco en Brasil. El presidente del Banco Santander, resaltó la importancia creciente del país latinoamericano en los resultados de la entidad: “Brasil es el país más importante para el grupo”.
Javier Rodríguez, director general de la Asociación Española para las Relaciones con Inversores (AERI), constata el recelo que despiertan ahora las compañías españolas en los mercados: “Las empresas deben hacer muchos más esfuerzos si quieren tener encuentros con inversores. Además, cuando se consigue una cita, las preguntas sobre la situación económica de España suelen ocupar un 80% del tiempo y solo el 20% se dedica a cuestiones corporativas. Antes la distribución era al revés. Este problema es innegable, aunque tengo la sensación de que la situación ha empezado a mejorar un poco en los últimos meses”.
Estel Martín, responsable de relaciones con inversores de Criteria Caixacorp, confirma esta percepción: “A nosotros no nos está yendo mal porque hemos hecho un esfuerzo importante para explicar que solo el 49% de los resultados de nuestras participadas procede de España. Sin embargo, sí es cierto que cuando haces un road show tienes que ir más preparada que antes para hablar de temas económicos”.
El directivo de AERI, cuyos asociados funcionan como un termómetro del mercado, advierte de que a la situación específica de las empresas españolas hay que añadir otra traba sobrevenida con la crisis como es la reducción del número de analistas en casas de Bolsa y bancos de inversión, lo que provoca “que muchas compañías, especialmente las de menor tamaño, se queden fuera del radar del mercado”.
La dependencia de cómo perciban en el exterior a las compañías cotizadas en España es cada vez mayor. Las necesidades de bancos y cajas de reducir sus carteras industriales, sumada a la huida del pequeño inversor de la renta variable por sus necesidades de liquidez y por la competencia de los depósitos, han encumbrado a los inversores extranjeros como los reyes absolutos de la Bolsa con más del 40% del valor de las cotizadas en sus manos, según datos del Servicio de Estudios de BME correspondientes a 2009.
“Lo que estamos viendo es un contagio en el sector privado de la desconfianza en los mercados acerca de la solvencia de la economía española. Aunque suene fuerte, lo cierto es que la marca España perjudica en estos momentos a nuestras empresas”, reconoce Robert Tornabell, profesor emérito del departamento de control y dirección financiera de ESADE.
Cuando han surgido dudas acerca de la solidez de las cuentas públicas españolas, a los inversores poco les ha importado que en la última década las compañías españolas hayan acometido el mayor proceso de internacionalización de su historia. Al cierre del primer semestre de 2010, de cada euro que facturaron los grupos del Ibex 35 (sin contar a ArcelorMittal), algo más de 53 céntimos se generaron en el extranjero. De hecho, la apuesta exterior les ha servido para amortiguar los efectos de la recesión: mientras que las ventas semestrales en el mercado doméstico de los miembros del Ibex cayeron un 1,5% respecto a un año antes, la cifra de negocio exterior experimentó un crecimiento del 13,2%.
Beatriz Tejero, directora de estrategia de Banco Sabadell, cree que más que la marca España, lo que están pagando las empresas es la etiqueta de pertenecer a un país de la periferia europea. “El aumento de los problemas en Irlanda ha metido presión a Portugal y luego a España. Es un movimiento similar al que ya ocurrió en mayo con la crisis de Grecia”, señala.
En opinión de Tejero, la mayor caída en Bolsa de las empresas españolas frente a sus homólogas francesas, alemanas o británicas se debe simplemente al sistema de valoración que usan inversores y analistas. “Es cierto que las compañías españolas son multinacionales. Sin embargo, el método de valoración más usado es el que suma las partes de una empresa. El repunte del bono español supone que al descontar los flujos de caja futuros del negocio español, la valoración sea menor”, resume la experta de Banco Sabadell.
Conscientes de las dificultades que aún presenta el mercado doméstico, en los últimos meses muchas empresas españolas han reforzado su presencia internacional con la compra de algunas compañías extranjeras. Telefónica ha adquirido Brasilcel en Brasil, Banco Santander se ha hecho con la entidad polaca Zachodni, BBVA ha desembarcado en el mercado turco a través de la compra de un 25% del banco local Garanti, ACS ha presentado una opa para hacerse con la mayoría de su filial alemana Hochtief, Ebro Foods ha lanzado una oferta por la compañía australiana Ricegrowers…
A estas operaciones hay que añadir la salida a Bolsa de filiales en otros mercados: Santander ha sacado a cotizar su división brasileña y el próximo año prevé hacer lo mismo en Reino Unido, mientras OHL ha realizado el estreno bursátil de su filial mexicana de concesiones a través de una oferta pública de venta.
José Luis Martínez, economista jefe de Citi en España, cree que la marca España sigue siendo un activo bien valorado en el exterior, pero reconoce que, en un contexto como el actual, cualquier síntoma de incertidumbre es penalizado. “Los mercados no están funcionando de forma adecuada. Están dominados por el miedo, y eso es muy contagioso. Hay muchas dudas acerca del futuro de Irlanda, y eso termina afectando a España. Esta situación tiene que ver más con la cautela que con una visión negativa del país. A los mercados quizá les falta información para actuar de forma racional. Si a eso se añade que hay poca liquidez, se entiende la sobrerreacción de los inversores y la elevada volatilidad”, indica Martínez.
En su último informe de estrategia, Goldman Sachs advierte de un daño colateral que no debe pasar desapercibido: las consecuencias financieras para las compañías del incremento de la prima de riesgo en algunos países europeos. “Mayores diferenciales de la deuda soberana en determinados países periféricos supondrán mayores costes de financiación para el sector privado”, señalan los analistas del banco de inversión.
Según Goldman Sachs, el factor del riesgo soberano impacta en el tejido empresarial de una forma directa a través de mayores primas que tendrán que pagar las compañías cuando acudan al mercado con la emisión de bonos u otros productos de deuda, e indirectamente porque encarece la financiación de los bancos, una circunstancia que las entidades traspasarán a las empresas que les soliciten préstamos.
Las dificultades, explican desde la entidad estadounidense, son mayores para aquellas empresas de países de la periferia europea como España, que depende principalmente de los préstamos bancarios y tiene un acceso limitado a la financiación en el mercado de capitales. “Gracias a la fuerte entrada de dinero en el mercado de bonos corporativos, los emisores han sido capaces de acceder este año a financiación con un coste adicional relativamente bajo en relación con los tipos libres de riesgo (entre 150 y 180 puntos básicos más que el bono estadounidense). Por el contrario, el interés de los préstamos permanece en un rango entre el 4% y el 5% a pesar de que el euríbor haya caído al 1%, es decir, una prima dos veces por encima de los niveles previos a la crisis”, argumentan.