«Cambio piso por licencia de taxi»
En pleno siglo XXI el trueque está a la orden del día. La crisis económica ha resucitado este sistema, tan antiguo como la propia humanidad, por el que es posible intercambiar bienes, servicios e incluso tiempo sin que haya dinero de por medio. Cualquier cosa es susceptible de permuta: pisos, ordenadores, videoconsolas, coches, licencias de taxis, sexo… e incluso tiempo. Internet facilita estas operaciones con páginas especializadas como truequi.com o truequeweb.com, en las que los usuarios pueden anunciar qué quieren intercambiar. Y todo sin limitaciones geográficas.
Las dificultades a la hora de vender un piso o un terreno por el parón inmobiliario se encuentran detrás de muchos casos de trueque. Ante la imposibilidad de deshacerse de una propiedad, son cada vez más las personas que optan por el cambio. Pero no siempre se trata de un canje entre bienes similares. Daniel R., por ejemplo, está dispuesto a darle su piso a quien le ceda una licencia de taxi en la capital. «Lo tengo en venta desde hace bastante tiempo y el teléfono no suena», cuenta este malagueño, taxista de profesión, en paro desde hace un mes. A cambio de la vivienda, en el centro de Málaga, pide la licencia de taxi más 50.000 euros. En total, valora su piso en unos 138.000 euros, pese a que el precio de salida cuando colgó el cartel de ‘Se vende’ era de 180.000.
Daniel, que reside en Alhaurín de la Torre, afirma que la idea del intercambio se le ocurrió «en una noche de inspiración», y confía en que su anuncio, publicado en Internet, surta efecto y pronto le llame alguien interesado. «Si no, tendré que pedir un préstamo para poder comprar la licencia», dice.
Te cambio mi casa
Ignacio E. M. tampoco consigue vender su chalé en Pizarra. En un año y medio lo ha enseñado unas seis veces, pero no ha logrado cerrar ninguna operación. Tiene un hijo de tres años con problemas de salud que le obligan a desplazarse constantemente hasta la capital para ir al Hospital Materno Infantil, por lo que quiere vender su casa para comprar un piso en Málaga. «También por la cercanía del mar», comenta. En vistas de que es imposible encontrar un comprador, ha decidido publicar un anuncio en varias páginas de Internet en el que propone un intercambio. Busca algo valorado más o menos en 180.000 euros, que es lo que le costó su vivienda, sobre la que tiene pendiente una hipoteca de 90.000 euros. Este carnicero en paro, padre de dos niños, ha recibido varios correos electrónicos, pero ninguno le ha interesado.
El intercambio de inmuebles está cada vez más extendido por la Red. Tanto es así que han nacido páginas especializadas como www.teapetecemicasa.com, en la que ya hay medio centenar de viviendas anunciadas en la provincia de Málaga.
Pero no todo trueque es material. El tiempo libre cotiza al alza en una sociedad que se mueve contra reloj y cada vez son más aquellos que ofrecen sus ratos libres para ayudar a otras personas. Pueden hacerlo a través de sitios en Internet como www.kroonos.com o participando en el Banco del Tiempo, un proyecto impulsado por el Ayuntamiento de Málaga en el que colaboran la Asociación Arrabal y la ONG Ágora. Empezó a funcionar en junio del año pasado y ya cuenta con casi doscientas personas en su base de datos dispuestas a ofrecer algún servicio de forma altruista.
El bricolaje es uno de los servicios más demandados y Antonio Lucena sabe mucho de esto. A sus 67 años, este jubilado malagueño se define como un auténtico manitas. Y debe de ser verdad, ya que desde que se apuntó al Banco del Tiempo, hace más de un año, no le falta trabajo. «A cambio pedí que me enseñaran informática e Internet», recuerda este técnico de estudios geotécnicos del subsuelo. Y lo consiguió. Una de las personas a las que suele visitar para hacerle algunos arreglos en el hogar le está introduciendo en las nuevas tecnologías. Se trata de María Ángel Rando, de 51 años, que además del bricolaje, gracias a este proyecto ha retomado clases de guitarra, está aprendiendo a bailar y disfruta de viajes culturales sin pagar un euro. «Supone un ahorro económico, pero lo hacemos de manera altruista y con todo el cariño del mundo», dice.