¿Constitución o Prostitución española?
6 de diciembre: Cualquier cosa menos un motivo de alegría y de optimismo. Sobre la base de aquel texto normativo se ha dibujado una España en la que apenas me reconozco. No encuentro un sólo motivo, ni uno sólo, para conmemorar una fecha que confinó lo mejor de nosotros mismos para trasladarnos al angostamiento moral, a la estrechez del horizonte económico y a la estulticia política del momento presente. Estas son algunas de mis razones para decir alto y claro ‘NO’ a una Constitución que ha sido fuente de todo lo que es contrario a mi condición humana.
-No es muy coherente celebrar la efemérides de un sistema político que termina poniendo en manos de las Fuerzas Armadas la subsanación de los gravísimos problemas para la vida nacional que han sido creados y alentados por una clase dirigente inutilizada para otra cosa que no sea servirse ella misma.
-No veo motivos para celebrar la aprobación de una Constitución en cuyo nombre se prohíben los crucifijos mientras se apoya la construcción de mezquitas. Los encargados de dictar las normas han saltado del aconfesionalismo al laicismo radical, sin que la Constitución les sirviese de freno.
-No puedo celebrar el aniversario de una Constitución tan ambigua y bipolar en su articulado como para dar lugar a erróneas interpretaciones legales sobre hechos tan rotundos como la unidad indivisible de la nación.
-No puedo celebrar la Constitución que institucionaliza la criminalización de una etapa de nuestra historia en la que medraron políticamente la mayoría de los ponentes constitucionales. Paradójicamente, la misma etapa histórica que proclamó como heredero a título de Rey a quien se considera el gran artífice y garante de la Carta Magna, eje de la España democrática actual.
-No veo motivos para celebrar el aniversario de una Constitución sobre la que ha sido moldeada una sociedad que no nos garantiza, antes al contrario, que el éxito sea fruto del trabajo bien hecho o de la rectitud de intenciones.
-No creo decente festejar el aniversario de una Constitución que consagra el derecho de matar a un tetrapléjico y cobrar por contarlo en las televisiones.
-No veo motivos para celebrar la Constitución que ha restado autoridad al profesor, al padre de familia, al funcionario público, a quienes en definitiva tendrían el deber de garantizarnos una sociedad moralmente fuerte, culturalmente cohesionada y territorialmente unida.
-No veo motivos para celebrar la Constitución que fomenta entre las regiones enfrentamientos cainitas y hechos diferenciales; una Constitución incapaz de establecer los límites a los que una nación soberana no puede renunciar sin menoscabo de su propia esencia.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre resultaría perfectamente legal atenuar la pena de un borracho que violara a una niña de 12 años y agravarla si ese mismo borracho abofetea a su mujer por un asunto de cuernos.
-No puedo celebrar la Constitución que desampara el derecho de los niños a la protección de su imagen y a una educación elegida por los padres y no por el Estado.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se otorgan licencias televisivas que obedecen a criterios políticos y que reduce lo mejor de la sociedad civíl al papel contemplativo del que nada grande puede hacer ni emprender sin conexiones políticas al más alto nivel.
-No puedo celebrar la Constitución que ofrece cobertura legal a la subsidiariedad económica, la precariedad laboral y el parasitismo clientelar.
-No puedo celebrar la España constitucional devenida páramo cultural, que subvenciona las peores taras creativas, que fomenta el botellón y no la cultura, que proscribe el esfuerzo y la disciplina como vestigios del pasado, que acepta como arte cinematográfico lo que es simple manipulación demagógica…
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se mandan cada año al holocausto a decenas de miles de no nacidos, que protege el derecho de las mujeres a abortar en cualquier caso y circunstancia y no el de un facultativo para oponerse a ello por razones de conciencia.
-No puedo celebrar la Constitución que concede a las niñas de 16 años el derecho al aborto sin el consentimiento de sus padres.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se establecen acuerdos y consorcios políticos que el pueblo no ha elegido; que avala fórmulas de reparto electoral mediante las cuales el representante nacionalista de 100.000 electores tiene la posibilidad de decidir en contra de los intereses de millones de votantes españoles. No puedo celebrar que el voto de un nacionalista vasco valga tanto que el de 200 electores de Murcia, Logroño, Valencia, Burgos, Cádiz, Lugo o Almería.
-No puedo adherirme a la Constitución en cuyo nombre se conceden a las operaciones de cambio de sexo las ayudas que se les niega a nuestros ancianos y a nuestros parados de larga duración.
-No puedo celebrar la Constitución que vulnera los derechos humanos de los niños que viven en comunidades bilingües y que tienen el español como lengua materna.
-No puedo celebrar la Constitución que discrimina legalmente a los ciudadanos por razones de sexo y que, pese a ello, no ha impedido que estemos a la cabeza europea en número de divorcios y abortos, en casos de fracaso escolar y en presencia de ilegales en nuestras calles.
-No puedo celebrar la Constitución que ampara y protege el adoctrinamiento educativo de los niños en centenares de ikastolas, en las que se promociona el nacionalismo etnicista y donde literalmente se niega que España sea una obviedad geográfica y una realidad nacional por espacio de siglos.
-No puedo celebrar la Constitución supuestamente democrática de un país donde los sentimientos nacionales no pueden ser expresados ni defendidos en algunos de sus territorios y regiones.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se banaliza la educación escolar y se canoniza la mediocridad o el aprendizaje de técnicas masturbatorias.
-No puedo celebrar la Constitución incapaz de ofrecer amparo jurídico al 60% de las familias que quieren la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas.
-No puedo celebrar la Constitución que pone las bases culturales de Europa en Voltaire y Robespierre e ignora a Aristóteles y Santo Tomás.
-No puedo celebrar la Constitución que ha permitido la centrifugación del Estado y convertido la Administración central en un instrumento incapaz de cumplir las funciones imprescindibles que tiene encomendadas.
-No puedo aceptar la Constitución que nos ha dotado de unos servicios policiales incapaces de arrancar una confesión al supuesto asesino de una menor, que ha introducido el gérmen de la división y el sectarismo en el poder judicial y la desmotivación y el absentismo en miles de funcionarios.
-No puedo celebrar la Constitución que ha propiciado el crecimiento indeseable de la Administración Pública en las comunidades autónomas y un enorme sector público empresarial, con una segmentación del mercado nacional a través de normas autonómicas irracionales que perjudican a la actividad económica.
-No puedo admitir una Constitución que concede a los sindicatos las ayudas que se niegan a pequeños y medianos empresarios para la continuidad y desarrollo de sus empresas.
-No puedo celebrar la Constitución que no pone freno a esos gobiernitos regionales que aprueban sus propias recetas económicas a costa de arañar un poco más del pastel de la financiación autonómica.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se considera un signo de exclusión la difusión de la moral cristiana y no, por ejemplo, los contenidos de innumerables espacios televisivos y programas educativos.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se ignoran los valores que están en la base de la identidad española y europea.
-No puedo celebrar la Constitución incapaz de sentar unas bases imperativas para que el ejercicio de la libertad responsable no termine convirtiéndose en libertinaje; es decir, en la otra cara de la libertad.
-No puedo celebrar la Constitución que antepone el derecho de un okupa al del propietario de una vivienda; el derecho del que quema una bandera nacional al de quien exhibe con absoluto respeto la misma bandera con el escudo aguilar instaurado por Carlos I.
-Y por último, no puedo ni debo celebrar una Constitución que ha servido de refugio a cientos de políticos y funcionarios públicos, ladrones y corruptos, que un día juraron o prometieron defenderla. Por desgracia, no de ellos mismos.
Creo que somos muchos los que no la celebramos porque no es nuestra, es de los cuatro listillos que la hicieron con el Borbón.
Muy bueno el artículo, aunque la Constitución no sea responsable de lo que hagan con ella los malos gobernantes. De todas formas, yo no tuve opción a votarla.