No a cualquier precio
Es muy común que el PSOE en Andalucía confunda el partido con las instituciones a pesar de lo sencillo que resulta comprender que esa sensación de posesión no se justifica nunca. De todas formas creo que el concepto erróneo de lo público es una de las señas de identidad del socialismo español y no sólo del andaluz. Atribuirse ciertos derechos exclusivos es una característica de la izquierda. Veamos dos ejemplos.
El otro día el portavoz del PSOE en el Parlamento de Andalucía aseguraba que oponerse a las medidas del gobierno autonómico para superar la crisis significaba ser mal andaluz. En el mismo sentido se han expresado frecuentemente Zapatero y diversos miembros de su gabinete, llegando a denominar antipatriotas a los que no pensamos como ellos. Escaso talante demuestran estos socialistas que no aceptan la discrepancia. Curiosa la hegemonía impuesta por la demagogia del “progresismo”.
Tanto se han repetido estas consignas que demasiada gente se pregunta de buena fe cual puede ser el motivo para que gobierno y oposición no alcancen un acuerdo que mejore la actual situación. Y es una pregunta tan básica que a veces se convierte en complicada. Todos en principio estamos a favor del consenso, pero éste ni siempre es posible ni siempre es positivo.
No puede ser bueno para nuestro país que demos el apoyo a las medidas adoptadas por un gobierno responsable de que la crisis en España sea mucho más agresiva que en el resto de Europa. No puede ser bueno que respaldemos todo aquello que nos distancia de la recuperación. No puede ser bueno, en definitiva, que nos sumemos a decisiones que creemos absolutamente perjudiciales.
En aras del consenso no podemos compartir políticas ruinosas que sólo han generado desconfianza, que han convertido al gobierno de España en el más cuestionado de Europa, que han situado a nuestro país cerca del rescate y de la vergüenza que eso supone para el prestigio de la españolidad. En aras del consenso no podemos avalar políticas que son el resultado de las revanchas ideológicas y personales de un presidente incapaz.
No se puede pedir a nadie que traicione sus convicciones, máxime cuando éstas han demostrado que funcionan para el progreso. No se puede pedir a nadie que traicione su amor a España sólo para quedar aparentemente bien dando forma a un consenso inútil e improductivo. No se nos puede pedir que traicionemos nuestro derecho a defender medidas alternativas ante el fracaso de las adoptadas. No se puede esperar de nosotros que nos incorporemos a esta caída espantosa de credibilidad en la que se encuentran las instituciones españolas.
Lo que el partido socialista pretende es que nos desplacemos a su sitio, que nos coloquemos a su lado, que acatemos sus más disparatadas decisiones. Lo que el partido socialista pretende es de un grado de manipulación infinito. Lo que pretende es el chantaje moral a unas ideas diferentes para que demos el visto bueno a todo lo que no está bien. Y lo hace victimizándose con las consecuencias de una crisis que sólo ellos han incrementado y prolongado.
El consenso es otra cosa. Es llegar a acuerdos que se consideren efectivos cediendo a favor de lo que objetivamente da resultado. Es la ausencia de imposición ideológica sustituyéndola por la generosidad de la aceptación. Es reconocer el error para poder corregirlo. Es respetar al adversario en lugar de aprovechar las circunstancias para culparlo de cualquier mal. Es la relación entre iguales para comenzar por un análisis frío y riguroso como herramienta de trabajo imprescindible. Es buscar exclusivamente el éxito de nuestro país más allá de los personalismos y partidismos.
Estas premisas no figuran en la hoja de ruta de los socialistas. Por ello aseguro que querer a Andalucía es desear su desarrollo y prosperidad. En contra de lo que opina la izquierda, ello no es compatible con la resignación ante más de un millón de parados en nuestra tierra. Quererla es defender otra cosa.
Ser patriota es desear para España el mayor crecimiento. Es desear que nuestro país se convierta en referencia europea por su progreso. Es desear que todos los españoles vivamos con dignidad y oportunidades de futuro. Es sentir orgullo por lo que somos y logramos. Ello es incompatible con la resignación ante más de cuatro millones de parados. El patriotismo es defender otra cosa.
Este socialismo egoísta sólo está dispuesto a consensuar la decadencia de España. A eso jamás nos vamos a prestar.
*Alcaldesa de Fuengirola y portavoz del PP en el Parlamento de Andalucía.