La agonía del canario
Muchos creerán que esto no va con ellos, que solo es un tema judío. Y como ha ocurrido a lo largo de la historia, se equivocarán. Lo expresó muy bien el pastor protestante Martin Niemoeller en pleno nazismo: “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque no era judío, Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.
A lo largo de la historia, y para su desgracia, las comunidades judías han sido el termómetro del grado de tolerancia de la sociedad, y su persecución siempre ha sido la fiebre que denotaba una enfermedad social. Alguien lo definió con la bonita metáfora del canario, pájaro usado históricamente en algunas minas, porque es muy sensible a la contaminación. Cuando el canario empezaba a morir, la mina devenía peligrosa. Y en la historia de Europa, los primeros en ser perseguidos eran los judíos, cuando nuestras sociedades sufrían el virus de la intolerancia. Han sido, pues, en cierta medida, los canarios de nuestra civilización.
¿Lo son aún, en la actualidad? Personalmente, no tengo ninguna duda, y para muestra centenares de casos que recorren la piel de Europa. Pongamos el último ejemplo, alarmante por tratarse de la modélica sociedad sueca. Desde hace un tiempo, las comunidades judías se sienten tan hostigadas por sectores radicales, tanto de izquierdas como del islamismo, que están empezando a irse del país. Leo en Haaretz el caso de la familia Eilenberg. Después de múltiples choques, incluyendo violentas manifestaciones, y después de aguantar todo tipo de insultos del estilo “Heil Hitler”, esta familia de Malmö ha decidido emigrar a Israel. Los padres de Marcus, abogado de 32 años, sobrevivieron al holocausto y se refugiaron en Suecia en 1945. Los padres de ella llegaron en el 68 desde Polonia, después de la última purga antisemita de Stalin.
Hoy vuelven a hacer las maletas y con sus hijos en la mochila emprenden el camino hacia la vieja Eretz. En su pequeña comunidad, otras decenas de familias están planteándose la salida de Suecia, porque la situación empeora día a día. De los miles de musulmanes que hay en Suecia, los radicales son la minoría, pero son una minoría grande y, alentados por los grupos de extrema izquierda que han convertido el odio a Israel en su biblia particular, todo confluye en una contaminación severa de la convivencia.
Lentamente, se va produciendo la fusión entre el radicalismo fundamentalista y el radicalismo de extrema izquierda, y el resultado es un severo deterioro de las libertades. Fíjense en la familia Eilenberg, perseguidos por los nazis, perseguidos por el estalinismo y ahora perseguidos por el integrismo islámico, con la aquiescencia de la tontería izquierdosa. Y todo ello en el paraíso de la tolerancia, Suecia, allí donde los canarios nunca agonizaban… ¡Ay!