No quiero que me representen “mis” sindicatos. ¿Qué puedo hacer?
Antonio García Amado/Universidad de León.- En opinión de algún catedrático amigo, se avecina la destrucción de la Universidad a manos del partido gobernante y su elite presidencial. El medio elegido puede ser el Borrador del Estatuto del Personal Docente e Investigador de las Universidades Públicas. Antonio García Amado, de la Universidad de León, ha escrito lo que sigue: “Intentaré ser breve, pues está más claro que el agua. Y comenzaré contando cuál es la razón de hoy para esa postura que avanzo en el título de la entrada: no quiero que los sindicatos hablen por mí ni se ocupen de mis intereses ni de mis derechos como profesor de universidad pública. ¿Está claro?
Puntualmente los sindicatos dizque mayoritarios (quiere decirse los que sacan más votos entre los que no obtienen casi ninguno: uno doscientos y pico votos, y otro, ciento y tantos, de los varios miles de profesores que en mi universidad trabajamos; me invento las cifras, pero las reales no serán muy diferentes. ¡Que cuente la abstención, rediez!) me vienen informando, como al resto de los compañeros, de la marcha de las negociaciones para esa dichosa ley que se va a llamar de Estatuto del Personal Docente e Investigador. Otro Estaputo, sí. Ya dije aquí el otro día que en un próximo número de Faneca habrá que darle su merecido. Pero déjenme que les anticipe algo, para que luego entiendan mi inquina sindical.
Según ese proyecto de Estaputo, para acceder a catedrático de universidad ya no existirá sólo la vía de la acreditación, sino que se podrá también mediante una evaluación distinta, en la que se van sumando puntos, puntos que se establecerán en “evaluaciones académicas globales del profesorado” (art. 16.2). Pues bien, a tenor de lo que figura en el art. 16.4 y en elAnexo del Borrador de Estatuto, tales puntos se asignarán por:
a) Antigüedad (hasta un máximo de 20 puntos; para que digan que envejecer no es chollo);
b) Méritos docentes (hasta 50 puntos).
c) Méritos de investigación (hasta 50 puntos, máximo; es decir, que ser la mar de antiguo cuenta casi la mitad -véase el apartado a)- que ser premio Nobel).
d) Méritos por innovación y transferencia de conocimiento (la pamplina de moda: hasta 40 puntos; compárese esto también con lo que valen los méritos de investigación).
e) Méritos de dirección y gestión académica universitaria (un máximo de 30 puntos; ya ven uno que haya sido toda la vida decano suma más de la mitad de los puntos que puede alcanzar uno que no haya hecho más que investigar hasta que consiguió el Nobel).
f) Formación (hasta 10 puntos; esto ya se sabe que es para que puedan seguir los pedabobos de las narices dando sus imbecilidades bajo la forma de cursitos; y cobrándolos).
El que en una de esas evaluaciones con este baremo alcance 120 puntos y sea profesor titular será acreditado como catedrático. Y, si ya es catedrático y llega a 140 puntos, alcanzará el cuarto grado de excelencia para catedráticos, el más alto de los posibles según esta pendejada legislativa.
Bueno, pues ahora sumen ustedes. O, mejor, yo les adelanto el veredicto de la aritmética:
– La suma total de puntos posibles da 200.
– Si descontamos los 50 que como máximo se pueden obtener por méritos investigadores, quedan 150 puntos.
– Puesto que para tener que ser acreditado como catedrático basta que la evaluación otorgue un total de 120 puntos, no sólo SE PUEDE ALCANZAR LA CÁTEDRA SIN UN SÓLO MÉRITO INVESTIGADOR (0 -cero- puntos), sino que se puede llegar “sobrao” si se es bastante viejo, se ha sido vicerrector y se han hecho unas cuantas gilipolleces más, como asistir a cursitos para dummies y colgar en la red unos materiales en colorines.
– Pero no sólo eso: puesto que para ser cátedro top alcanza con 140 puntos, también se puede acceder al paraíso académico sin haber dado un palo al agua como investigador.
Ahora háganme el favor de echar la cuenta de los puntos que puede lograr un tipo que en su disciplina es el número uno del mundo -bueno, o el dos o tres-, pero que se ha pasado toda la vida en su laboratorio y con sus publicaciones y que no ha tenido cargos, no ha escuchado las mamarrachadas de los pedabibitos en sus cursos para retrasados mentales, no ha innovado marcándose un convenio con la empresa de basuras del municipio y no es demasiado viejo todavía. Éste no llega a catedrático en su puta vida, ni con la ANECA ni con estos puntos del súper. ¿Solución para él? La emigración, of course. Vente a Alemania, Pepe (saludos, querido Manolo). Y a tomar por el saco nuestros sindicatos, nuestros mamporreros ministeriales y nuestros rectores, que tal para cual.
Estupendo.
Democrático.
Excelente.
Sostenible.
Cojonudo.
Pues por eso. Yo quiero saber qué méritos investigadores tenían los que, como representantes sindicales míos y del resto del profesorado, estuvieron en la negociación de este puerco Estatuto. Y lo mismo por el lado ministerial. Currículos sobre la mesa, please.
Y por esto y por otro millón de razones, exijo, aunque sea vanamente y sin esperanza, que los sindicatos saquen sus zánganas manos de la universidad; o, para decirlo mejor, que representen y defiendan al PAS en lo que proceda, pero que nos dejen en PAZ a los profesores; o, al menos, a los profesores que trabajamos y que no somos como suelen ser nuestros representantes sindicales.
¡No queremos en nuestras universidades más liberado que el liberado sexual!
Los otros, éstos, hacen las normas a su medida. Y, para más inri y como también se comprueba en el proyecto de Estaputo, ¡la dedicación sindical puntúa para ser titular y catedrático!
¡La madre que lo parió y el padre que los concibió! ¡Al río con ellos! ¡Ya! ¡Fuera los parásitos de la universidad!
Bueno, concesión al realismo y a la melancolía: como nunca se irán, como nadie les va a quitar sus privilegios y su jeta y como debe de ser medio fascistoide y totalmente incompatible con el Estado social y sus principios esto que demando, pues…, tendremos los otros que ir pensando en irnos en cuanto se pueda y discretamente. Pero cómo fastidia que estos tipos hayan prostituido a ésta que queríamos tanto, nuestra universidad. Malditos roedores.