Arriate (Málaga) espera en tensión el desenlace del crimen de María Esther
Conmocionados, asustados e impacientes. Así están viviendo los vecinos de Arriate el asesinato de María Esther, la niña de 13 años cuyo cadáver fue encontrado hace dos semanas en el casetón de una depuradora de una piscina privada a tan sólo 200 metros del pueblo. La desgracia ha marcado irreversiblemente la rutina de un municipio que apenas alcanza los 4.000 habitantes y en el que la calma es una de sus señas de identidad. Además, ha imprimido un antes y un después en la Serranía de Ronda, comarca en la que nunca había ocurrido un suceso de tal magnitud. La localidad espera el desenlace del capítulo más cruel de su historia más reciente mientras se pregunta sin cesar quién será el asesino o asesinos de la menor y si está o están entre ellos.
Y es que la tragedia puede ser doble. «Todo el mundo espera que no sea del pueblo, ya que si lo es va a ser un problema sobre todo para la familia», cuenta Carmen Delia Márquez, que describe cómo desde el asesinato de María Esther se ha impuesto casi un toque de queda en el pueblo, alrededor de las 20.00 horas. «A medida que comienza a caer la noche, la imagen es de calles desiertas, no hay gente en los bares ni los pubs, hay miedo», explica la joven. El día a día de Arriate se ha visto quebrado por la estampa de corrillos de vecinos y vecinas en las esquinas con un solo tema de conversación que sustituye a los típicos cotilleos; calles vacías y miradas de desconfianza tras ventanas y balcones unidas a las idas y venidas de vehículos de la Guardia Civil cuyos movimientos son seguidos con impaciencia.
Gesto de intromisión
«Antes, por ejemplo, los niños salían del colegio e iban solos a sus casas, aquí nunca ha pasado nada, y después era habitual verlos jugar en las plazas, ahora los padres los acompañan, han incrementado la vigilancia », corrobora María Ruiz, otra vecina que también apunta a una actitud más autoritaria por parte de los progenitores cuando, por ejemplo, le imponen a los jóvenes hora de llegada a casa por la noche.
A medida que pasan las horas, la esperanza de que el asesino no sea de Arriate se desvanece. La tensión, casi latente desde que desapareció la niña, se palpa en el ambiente. «Queremos acabar con esto ya», afirma Juan Francisco Márquez. Los vecinos empiezan a estar hartos de periodistas, cámaras y micros de televisión y del espectáculo que la situación genera. El trabajo de tantos medios de comunicación, nunca visto en el pueblo, se va transformando poco a poco en un gesto de intromisión en la vida de un pequeño municipio que ansía volver a su a veces criticada tranquilidad.
«La gente ve a los periodistas a las puertas del Ayuntamiento, en la casa de los padres o en los alrededores del lugar donde encontraron el cuerpo y ya creen que han detenido a alguien o se echan a la calle a esperar directamente noticias, incluso yo he visto a algunos comiendo pipas mientras esperan no sé qué, como contemplando un espectáculo, la gente no sabe qué pensar y vive pendiente de los periodistas, de lo que dicen los programas», relata María Ruiz. La presencia mediática se incrementó en la jornada de ayer debido a la posibilidad de que en las próximas horas se pudiera producir alguna detención puesto que la resolución del caso podría llevarse a cabo en las próximas jornadas.
Mientras, la falta de noticias empieza a alimentar la rumorología. Algunos vecinos se estremecen al contar que en determinados foros ya se dan nombres y apellidos del asesino o asesinos. Algunos se preguntan cómo es posible que nadie escuchara nada en la noche que mataron a María Esther ya que el lugar en el que hallaron el cadáver está muy próximo al casco urbano. Los arriateños y arriateñas creen que tuvo que ser alguien del pueblo, muy a su pesar, ya que es difícil conocer la zona en el que el pasado martes la familia homenajeó a la niña con motivo de su cumpleaños. Lo único que sí es cierto y tienen claro los vecinos es que el pueblo tardará en olvidar la desgracia.