El Madrid vuelve a una final de Copa siete años después
Gracias a su solidez, a su buen trabajo defensivo, al excelente resultado de la ida y a una genialidad de Özil que acabó con las ilusiones del Sevilla, a nueve minutos del final, el Real Madrid volverá a luchar por un título. Disputará el 20 de abril una final apasionante contra el Barça. Será un Miércoles Santo de pura pasión que engrandecerá la Copa del Rey, una competición maravillosa pero maltratada por el calendario y, en otras ocasiones, por la dejadez de los grandes. Después de siete años sin competir en una final de Copa, el Madrid estará en el gran duelo. Un éxito del que ya puede presumir Mourinho, aunque la sola presencia de los culés enfrente asuste al más pintado.
El Bernabéu acabó entregado a su gente, con algunos ultras pidiendo la muerte a Del Nido y toda la hinchada celebrando el estreno goleador de Adebayor en el último suspiro, pero la afición local tuvo el corazón encogido durante muchos minutos. Sí, porque el Sevilla no se rindió de antemano, se manejó bien con el marcador igualado, agradeció la presencia de Rakitic y no se sintió inferior. Pero dice mucho a favor de los locales que apenas cedieran ocasiones de gol.
El Madrid arrancó fuerte. Recordó a ese equipo rápido, potente y corajudo que Mourinho preparó antes del punto de inflexión que supuso la humillación en el Camp Nou. Con Benzema a la cabeza, los blancos presionaron a tope. Es curioso lo del francés, capaz de hacer fácil lo difícil y de perderse en lo que parece pan comido. Hace regates inverosímiles dentro del área y luego falla el control más fácil.
Estuvo atento para recoger antes que nadie el rechace del poste a tiro de Di María, pero la pegó con el tobillo a portería vacía. Y eso que tenía tiempo para parar el balón y meterse con él en la portería. El galo pudo convertir el duelo casi en un trámite, con sólo cuatro minutos de juego, pero tiene estas cosas. Con sus aciertos y sus errores, sí parece un jugador más comprometido ahora que tiene la sombra de Adebayor. Ofrece soluciones a sus compañeros, se desmarca para ambos lados y se mata a la hora de evitar que el rival la saque plácidamente.
Cristiano, sin chispa
Cristiano evidenció que no está en su mejor momento. Le falta chispa, esa frescura necesaria para definir. Tuvo una falta de las suyas y le pegó fatal. Sobre todo, erró un mano a mano con Varas que era gol o gol. Echó por tierra una combinación extraordinaria que iniciaron Benzema y Di María, activo y punzante hasta que se queda sin fuelle.
El Sevilla se pareció más a sí mismo que a lo largo de todo el curso. Como si el recién llegado Rakitic, un centrocampista suizo de origen croata con buen manejo de balón al que Manzano concedió la titularidad, hubiera conseguido un milagro en tiempo récord. El ex del Schalke consiguió que todos sus compañeros se asociasen muy bien a su alrededor, que todo el equipo tocase como antaño.
Hubo una jugada clave, de esas que pueden definir una eliminatoria. Si la ida nos dejó ese gol fantasma de Luis Fabiano, la vuelta ahondó en la polémica. El asistente de Teixeira observó un fuera de juego de Negredo en una acción que luego acabaría en gol. No cabe hablar de un tanto anulado pero esa posición adelantada era más que dudosa. Tampoco protestaron apenas los sevillistas, más molestos con el rasero del juez a la hora de indicar faltas y mostrar cartulinas.
La segunda mitad arrancó con lío, pero más tras la repetición de las jugadas por televisión que en vivo. En directo, nadie dudó de una mano de Kanouté. Carvalho le desequilibró con la solvencia de un central veterano. Si pita penalti, el Bernabéu se come a Teixeira. Hubo después una acción similar de Escudé a Cristiano que también quedó en nada.
El Madrid cerró filas y apostó por el contragolpe, y al Sevilla le faltó un plus para asediarle. Manzano tuvo que arriesgar. Retiró a Rakitic, exhausto, y apostó por Luis Fabiano. Había que marcar como fuera. Del mismo modo que los hispalenses pueden quejarse de ese ‘offside’ indicado a Negredo, los madrileños pueden lamentar un fuera de juego indicado a Cristiano a diez del final. El Madrid encontraba huecos a medida que el Sevilla se abría, y Özil cerró la eliminatoria con sangre fría. La guinda la puso Adebayor. Control con el pecho y remate. Frialdad y contundencia. El Madrid vuelve a pelear por un título.