Apuntaciones sobre la memoria histórica
1 . SOBRE el atentado del 11-M
El terrorismo es siempre terrorismo, cualesquiera que sean sus autores y sus víctimas. Por eso siempre es condenable. Pero la condena no debe ser siempre igual, porque no en todos los casos merecen idéntica repulsa los organizadores y los autores de los muertos, heridos y damnificados. En el atentado del 11-M no da lo mismo que fueran árabes o musulmanes quienes por su cuenta pensaran y llevaran a efecto tan tremenda trama o que actuaran bajo el impulso y la recompensa de terceros mas interesados en beneficios políticos o económicos que en retribuciones religiosas o espirituales. Por eso tanto la inteligencia europea como la americana se admiraron y se siguen admirando de que las autoridades políticas y judiciales de España no hayan investigado y castigado a fondo, de modo ejemplar y satisfactorio, un hecho tan sangriento y tan provocador de consecuencias inmediatas en orden al gobierno público.
2. Sobre la continua ilegalidad catalana
El artículo 3 de la Ley 39/1981, de 28 de octubre de dicho año, señala: “La bandera española deberá ondear en el exterior y ocupar lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del Estado”. Dejando a un lado la deficiente redacción de este precepto, que pone de manifiesto la baja preparación intelectual de nuestros políticos, está claro lo que con sumo acierto remarca la sentencia que el 14 de abril de 1988 dictó la Sala de lo Contencioso Administrativo del Supremo Tribunal de Justicia: “La expresión ‘deberá ondear’ que utiliza el legislador, formulada en imperativo categórico, viene a poner de relieve la exigencia legal de que la bandera de España ondee todos los días y en los lugares que expresa”. Parece, pues, históricamente memorable el que -desde hace 30 años- en muchos y significativos pueblos y ciudades de Cataluña se viva una clara ilegalidad. La bandera de España, la definida en la Constitución vigente, no existe, no preside la vida cotidiana, en muchos y significativos lugares catalanes regidos principalmente por CiU, ERC y el PSC. Todos ellos viven por tanto “fuera de la ley”.
Algo por el estilo, en mayor o menor número, sucede también en Vasconia, Galicia y en otros sitios de España, pero ello no es obstáculo para que el clan político que nos gobierna, desde el Rey para abajo, presuma de que vivimos en un ejemplar “estado democrático de derecho”…
3. Sobre la Hispanidad y la política exterior de España
Casi todo el mundo está de acuerdo en que España -esa unidad de convivencia histórica que integra a la mayor parte de cuantos poblamos la península ibérica- se fundamenta en cuatro pilares básicos: el cristianismo (que incluye Roma, los godos, la Reconquista, el camino de Santiago como vía de y hacia Europa), el Mediterráneo (mare nostrum, apertura a Oriente y a África), la defensa y el aprendizaje de lo europeo, y el descubrimiento y la hechura de América. Este último pilar, el plus ultra, el más allá, desde 1926 no es el modo peculiar de hablar y escribir español que se aparta de las reglas comunes de la gramática, como lo definía en 1817 el Diccionario de la Academia, sino el peculiar modo de hacer y vivir la política cotidiana y con ella y por ella la historia, según nos enseñó con acierto el sacerdote vasco -y por ello español- Zacarías de Vizcarra, empeñado en diferenciar nuestra realidad histórica y nuestro modo de ser de cualquier vinculación con una concreta raza… Por ello su descubrimiento, de diferente entidad que el colombino, prendió pronto en otro insigne vasco, Ramiro de Maeztu, en un andaluz universal, Antonio Machado, en otro vasco insigne, Miguel de Unamuno, y en un catalán excepcional, Isidro Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España, que el 12 de octubre de 1934 lo difundió en el magnífico discurso que pronunció en Buenos Aires con motivo del Día de la Raza… Pocos años después Franco decretaría, a la vista de la difusión y la eficacia diplomática y popular obtenida por tal concepto, que existiera en Madrid un Instituto de Cultura Hispánica con posibilidad de crear centros similares en otras capitales españolas o americanas, y que el 12 de octubre se celebrara todos los años como Día de la Hispanidad y máxima Fiesta Nacional de España. Como es lógico, la monarquía parlamentaria democrática renunció pronto a tal honra y suprimió el Instituto y el Día.