Tsunami
No recuerdo bien cuando supe del significado de esta inquietante palabra. Creo que fue cuando nos llegaron noticias tristes de un país de Asia en concreto Indonesia en 2004. Nos decían que todo aquello había sido un tsunami. ¿Y qué es eso?, me preguntaba. No tuve que leerlo, tan solo me limité a verlo a través de la pantalla. Aquello era sencillamente un horror. Sin embargo, antes de aquel hecho, hubiera apostado porque el tsunami era un nombre de comida japonesa o china, por tanto, disculpen mi ignorancia.
A los terremotos, maremotos, fenómenos terribles de la naturaleza se une el tsunami. Es impresionante contemplar las imágenes que nos llegan desde Japón. La destrucción masiva de una parte del país. Muertos, heridos, desaparecidos, caos, son la penosa nómina de la furia de la naturaleza. El mar invadiendo la tierra con una facilidad pasmosa, arrasando con todo lo que se le pone por delante como diciendo, esto me pertenece cuando se me apetece. Es escalofriante ver como el agua arrastra cualquier obstáculo que se encuentra en su camino, ya sean barcos, coches, casas. Imagínense a las personas.
Da la impresión que la naturaleza nos avisa de vez en cuando para recordarnos, que nosotros estamos aquí de paso, y que ella dispone de sus acciones, y de nuestras vidas cuando le viene en gana. Conviene no olvidarlo.
Japón está muy lejos de aquí. Lo supe mejor cuando tuve que ir a jugar un torneo de preparación antes de disputar las Olimpiadas de Sidney en el 2000 con la Selección Española. Un torneo que nos servía para aclimatarnos a aquellas tierras y horarios. Fueron unas ¡24 horas! montado en un avión desde Madrid con paradas de una hora en París y en Singapur hasta llegar a Tokio. Piensen despacio, 24 horas casi seguidas dentro de un avión. A veces cuando tenemos que volar desde Melilla a Málaga o Madrid nos parece eterno el vuelo. Échenle pues, casi un día. Fue un viaje interminable.
Pero las distancias tan grandes que nos separan, no impiden comprobar que todos, estamos dentro siempre del riesgo que supone un envite de estas características. Cuando observo consternado una embestida de la naturaleza con estas lamentables condiciones, siempre pienso, por qué los humanos somos tan torpes. No sabemos, ni cuándo ni cómo algo así, puede suceder. Nadie nos avisa.
En Japón, acostumbrados, o al menos bastante entrenados para su desgracia, a los terremotos, tienen todos los avances científicos y tecnológicos a su alcance, y no pueden predecir la tragedia, ni mucho menos la magnitud del seísmo y sus consecuencias. La naturaleza nos advierte simplemente que no es controlable. Que decide ella, y que nuestro paso por ella no sea dañina. Parecen venganzas contra nuestra estupidez.
Mi solidaridad siempre, a pesar de la distancia con el pueblo japonés. Un pueblo admirable. Me llama la atención como en medio del desastre, la gente guarda sus colas en lo que queda de supermercado o tiendas de abastecimiento con un aplomo y una dignidad a destacar. En otros países, los saqueos en masa, y demás fechorías llenarían titulares de prensa en esas mismas circunstancias. Allí veremos si hay algún caso aislado.
Asombroso y repito, admirable. Las tecnologías de información nos permiten in situ conocer una parte del drama, porque la totalidad es imposible de saber. Millones de dramas personales imposibles de asimilar. Solo visualizar unas imágenes que nos desbordan.
Si tuviéramos más presente estos hechos, estoy seguro que seríamos más humanos. No se olviden que andamos de paso.
*Ex entrenador de la selección española y del Real Madrid de baloncesto.