Parar la guerra
Echo de menos a mi vieja e inolvidable amiga Gloria Fuertes, ahora que los españoles, más allá de los discursos del Parlamento, empiezan a percatarse de que las guerras, la de Libia o cualquier otra, son un problema grave, porque van contra la vida y se sabe por qué y cuando empiezan, pero no cuando y como terminan. Uno sabe que es un deber de conciencia luchar contra los asesinos que matan y, más aún, contra los que masacran a su propio pueblo, pero, con veinte siglos de cristiandad en el alma, uno sabe que nunca, bajo ningún pretexto debe quebrantarse la ley divina del amor. Me repugnan las obcecadas arengas de Gadafi anunciando guerra a muerte contra todo el que pretenda oponerse a su tiranía y contra los extranjeros que traten de pararle los pies.
He conocido a bastantes pacifistas. Alguno de ellos, ciertamente, se la lían con papel de fumar y otros, por desgracia, sólo son pacifistas cuando su adversario político decide entrar en guerra. Pero no me refiero a los pacifistas sectarios, sujetos a la disciplina de un partido político. Me refiero a personas que, como la memorable poeta Gloria Fuertes, mantuvieron siempre, con Franco y sin Franco, su firme no a la guerra. Compartí con ella, con Massiel, con el cantautor segoviano Ismael, desaparecido en combate, y con otros artistas de renombre, en casa del pintor Ginés Liébana, allá por los años sesenta del siglo pasado, muchas horas de alegría y compañerismo. Gloria era humilde y muy cordial, yo la quería mucho y lloré con ella el desamor y la ignorancia de algunos coetáneos que la despreciaron, porque decían que era roja y homosexual.
Gloria era hija de una sirvienta y de un bedel, pero tenía la sabiduría y el talento de otros amigos y contertulios nuestros del Café Gijón – Aldecoa, Cela, Nuria Espert, entre otros célebres – y digo que la echo de menos, porque ella, con toda razón y al margen de todos los intereses políticos y económicos que comporta siempre una guerra, le habría preguntado al Carpintero de Nazaret: “¿Dónde vas carpintero tan de mañana?” Y Jesús le habría contestado: “Yo me marcho a la guerra, para pararla.”
Es claro que Zapatero no es el Carpintero de Gloria. Y Rajoy tampoco, por supuesto…