Ni pegatinas ni dolor
En el año 2004 pertenecer al Partido Popular podía resultar desagradable. Recuerdo con estupor los gritos de la progresía española llamándonos asesinos por la calle con un odio impropio de personas que se consideraban pacifistas. Recuerdo también las pintadas en nuestras sedes despreciándonos por existir. Sinceramente creo que todo era pura hipocresía.
Veíamos las pegatinas del “No a la guerra” en edificios públicos y privados, en despachos de responsabilidades más o menos encumbradas, en las oficinas de auxiliares administrativos, en las carpetas de los estudiantes, en motos y en coches. En definitiva, una invasión de mensajes idénticos nos acompañaba en cada instante para convencer a la sociedad de nuestra maldad.
Me pregunto por qué razón esas personas tan sensibles y comprometidas con la Paz guardan silencio desde entonces. Motivos para quejarse y lamentarse no les han faltado. Muertos españoles en misiones bélicas con los que justificar sus protestas, tampoco. Sin embargo, no han emitido sonido alguno. No se han desgarrado por el dolor.
El apoyo continuo de Zapatero a la guerra de Afganistán, en la que han fallecido casi 120 soldados españoles, no les ha preocupado. La pérdida de tantas vidas de compatriotas en un país lejano no les ha conmovido. La crítica a esta incursión militar del ejército español no se ha producido. Los actores de la ceja agradecidos por las subvenciones no han aparecido. Las pegatinas no se han repartido.
En Irak no participó nuestro ejército ni murió ningún soldado español. El apoyo político, que no militar, de Aznar a la guerra iniciada por EEUU e Inglaterra fue aprovechado por Zapatero para una campaña de movilización sin precedentes. Se envolvió en la bandera del talante y la solidaridad, se convirtió en referente de paz y amor y se lanzó con frenesí al sueño utópico de su increíble Alianza de Civilizaciones. La gente participó de su engaño haciéndole el juego en todo momento.
Pero las mentiras tienen un recorrido muy corto. Su debut estelar antibelicista fue diluyéndose pronto en Afganistán, implicándose con más furor que Aznar y con muchos muertos sobre las espaldas de sus decisiones políticas. Y de nuevo ahora se enfrenta a su segunda guerra en toda regla, que tampoco despierta la misericordia de los activistas contestatarios de Irak. Se repite el silencio inexplicable.
Aquella no contaba con el aval de la ONU, y las dos de Zapatero sí. Pero con todo respeto pienso que mientras en ese organismo internacional se mantenga el derecho a veto de varios países, las resoluciones positivas o negativas poseen escasa credibilidad. Francia se negó entonces por defender sus propios intereses económicos en Irak. Este ardid no puede convertirse en el salvoconducto para expresar tanta repulsa organizada.
Por otro lado, no me creo en modo alguno que todos los portadores de pegatinas y todos los vociferantes insultadores del PP fueran muy conscientes de la relevancia de las deliberaciones de la ONU. Más bien me inclino a pensar que la inmensa mayoría de los manifestantes doloridos no se había preocupado jamás por el gigantesco organismo internacional, lleno de conveniencias particulares.
Respecto a Libia, tiene un plus que evidencia la inconsistencia de Zapatero. Sabemos que en esta guerra participa el ejército español como en Afganistán y que ésta es una guerra de verdad con misiles, bombas, aviones de combates y muertos. Irak, en lo que respecta a España, no fue nada de eso. Pero el matiz al que me refería es la cacareada Alianza de Civilizaciones que ha servido en muchos discursos como juguete del presidente del gobierno, con el que ha pretendido embadurnarse de prestigio y originalidad.
Estará arrepentido o no, pero bajo ese paraguas se ha fotografiado con todos los líderes de los países musulmanes rebelados incluidos los de Siria y Libia. Eran los mismos dictadores que ahora, eran tiranos que maltrataban a su pueblo, eran opresores de la libertad. Nada de ello borró la sonrisa del rostro absurdo de Zapatero ni provocó su rechazo cuando presumía de las amistades peligrosas. El sufrimiento de la población no fue bastante resorte para provocar la comprensión en el presidente del talante.
Por el contrario, Zapatero le ha vendido armas a Gadafi en 2007. ¿Por qué no hay pegatinas en 2011? ¿Por qué no hay protestas ni dolor?