Libia, ejemplo y epicentro de una guerra de cuarta generación
Javier Belda.- La mayor de las amenazas que hoy sufre la humanidad, por encima de la amenaza nuclear y de las catástrofes naturales, lo más devastador y lo más alarmante son nuestros propios gobiernos. La invasión a Libia es una muestra clara de la magnitud criminal de sus políticas. Lejos de comprender la situación crítica mundial, nuclear, geológica, o de asfixia generacional…
Lejos de captar que nuestras posibilidades de futuro sólo pasan por la paz y la cooperación, con nula visión de proceso ni a medio palazo, su única preocupación es la apropiación de recursos tan innecesarios y desfasados como sus políticas económicas.
Libia es hoy el ejemplo y el epicentro de una guerra de cuarta generación. Insensibles al sufrimiento de la humanidad la actitud de occidente ha sido y sigue siendo la promoción de la violencia a gran escala. Una violencia informativa basada en el ocultamiento, la manipulación y la falsedad; una violencia política, cerrando las vías del dialogo y una violencia bélica cuyo fin es la apropiación de los recursos, aprovechando cualquier circunstancia.
La sociedad Libia, paradigma de nivel de vida
La afirmación de que en Libia hay una dictadura es simple manipulación informativa. El estado revolucionario, a partir de 1971, consolidó la nación y la nacionalidad libia incorporando una milenaria estructura social, a la sociedad Libia. Compuesto por 140 jefes tribales se creó el Comité Popular de Liderazgo Social, que en la práctica funciona como el parlamento de las tribus originales.
En Libia no existen partidos políticos, pero las 22 principales y más numerosas tribus libias están representadas en el gobierno nacional. El poder legislativo lo ejerce el Congreso del Pueblo, con casi dos mil representantes, elegidos directamente por cada distrito territorial y por cada una de las ramas sociales que componen la nación. Hay separación de funciones entre lo espiritual sunita y lo político. Hay completa independencia del poder judicial.
Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2010, Libia ocupa la posición 53 considerada de nivel alto según el IDH. El índice de desarrollo humano es una medida comparativa de la esperanza de vida, la alfabetización, la educación y el nivel de vida correspondiente a países de todo el mundo. Se utiliza para distinguir el desarrollo de un país y el impacto de las políticas económicas sobre la calidad de vida.
La educación es gratuita y obligatoria hasta nivel superior. El analfabetismo se redujo al 1,01 en 40 años de proceso revolucionario.
La atención de salud es universal y gratuita. No existen centros privados de atención de salud, sino que hospitales, maternidades, clínicas, consultorios, centros de atención primaria y farmacias, son del Estado. Las medicinas se distribuyen con receta en cada barrio y centro poblacional.
Las intervenciones médicas que no pueden realizarse en el país son asumidas por el Estado, que paga la consulta internacional, la hospitalización, las pruebas, el viaje y alojamiento del paciente y de un acompañante.
El bienestar general en el país, no solamente cuenta con el reconocimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, sino por toda la sociedad Libia.
Ciudades como Trípoli y Bengasi, han experimentado un crecimiento poblacional asombroso. La una con 1.025.244 habitantes y la segunda con 629.824. Existe el Programa de vivienda popular. Todo varón, ciudadano libio a punto de casarse, recibe del Estado un bono para la vivienda, costeada hasta el 58 directamente por el Estado. La mujer recibe el 60 de su dote matrimonial. Esto ha permitido el establecimiento de nuevos barrios en cada una de las principales ciudades, que se ofertan con todos los servicios incluidos.
Libia tiene un PIB estimado de unos 76.557 mil millones de dólares, con incremento anual de 6,7. Actualmente sus exportaciones anuales de unos 63.050 millones de dólares comparadas con sus importaciones de 11.500 millones le otorgan una balanza comercial ampliamente favorable y le posibilitan acumular reservas por unos 200.000 millones de dólares, que respaldan una insignificante deuda externa de 5.521 millones de dólares. Ello le reporta el mayor PIB per cápita (14.534) y el mejor Índice de Desarrollo Humano en África.
Los primeros misiles siempre son informativos
Se anuncia en todo el mundo supuestos bombardeos contra manifestantes causando 10.000 bajas civiles. El ejército ruso demuestra con imágenes satelitales que tales ataques no ocurrieron. Algunos medios envían equipos al área, donde no encuentran rastro de bombardeos.
En las manifestaciones del supuesto bando rebelde emitidas por televisión no hay mujeres, niños o mayores. En ocasiones los medios occidentales juegan a la confusión mostrando movilizaciones de apoyo al gobierno Libio tratando de hacer ver que son de signo contrario. Tampoco hay rastro de oposición en las redes sociales de internet como en los casos de Túnez y Egipto.
El supuesto movimiento rebelde reconocido como legítimo por la comunidad internacional, tiene un comportamiento de mercenarios asaltando cuarteles, apropiándose de las armas y sembrando el caos.
Finalmente la cruda guerra
La resolución de la ONU y su ofensiva bélica contra Libia ha tomado por sorpresa a una sociedad civil internacional con la atención puesta en revoluciones en otros países árabes y, al tiempo eclipsada por la catástrofe del tsunami en Japón. Todo ello ha sido aprovechado por nuestros dirigentes para crear confusión y meternos en una guerra tan ilegítima como lo fue la guerra de Irak, con el mismo y único fin: la apropiación del petróleo.
Resulta insostenible la descabellada propaganda occidental sobre la protección de civiles de Bengasi para implementar la zona de exclusión aérea en toda Libia mediante las operaciones bélicas de la coalición del la ONU.
En la operación “Odisea del Amanecer” las fuerzas de la coalición están lanzando centenares de misiles Tomahawk, ahora sí contra civiles y contra un ejército legítimo. Cada uno de estos misiles cuesta 1 millón de euros. Esta guerra tiene por el momento un coste estimado de 152 millones de euros semanales. Es fácil imaginar que con ello esperan obtener un botín que compense los gastos.
Esta actitud deshumanizadora por parte de los países de la coalición, destruyendo la prosperidad y apropiándose de recursos ajenos solo puede traer consecuencias nefastas para todos.
Con tanta razón como en la guerra de Irak la sociedad civil mundial debería movilizarse y hacer un llamamiento a organismos, a medios de comunicación, a instituciones, a partidos políticos para denunciar esta guerra, así como sacar del poder a sus promotores; con el fin de evitar que sigan cometiendo sus crímenes contra la humanidad.
TVE, con Ana Blanco y Pepa Bueno, no dice nada más que anécdotas sobre Gadafi para desacrediarle ante la opinión pública española. Gadafi no es perfecto, pero es lo mejor que Libia puede tener. Dejemos a Gadafi en paz, que siga gobernando el país.
Gadafi nos evita una avalancha de inmigración centroafricana y la precarización y depauperación de nuestras sociedades todavía más.
Una “falsa guerra” o “guerra artificial” más del imperialismo judeo-yanki.