¿Cuantas más muertas mejor para los objetivos políticos progres?
El uso político que se está haciendo de los asesinatos domésticos es claro y ya ha sido denunciado muchas veces. Tal uso llega a los extremos de negarse la existencia de denuncias falsas por parte de mujeres que hacen un uso fraudulento, aunque quizás no imprevisto, de la ley y de los recursos judiciales. Esto no es nada nuevo, pues quien hoy parece defender a la mujer, dándole una irracional credibilidad. Ayer se le negaba el voto por creer que las mujeres de entonces eran tan tontas que no tenían criterio propio para pensar por sí mismas y votarían lo que los curas les dijeran.
Hoy, la política revanchista de género, tiene un rédito electoral del 8% de votos capaz de decidir el color del gobierno, lo que ha llevado a la política actual de género sin atender a las voces que clamaban sobre los efectos negativos de tal enfoque neonazi. Ahora empiezan a hablar del “efecto imitación”, y no dudan en “reorientar” el tratamiento informativo que ha de darse a esta cuestión política.
La pregunta que nos hacemos es: ¿cuántas mujeres asesinadas, hoy, vivirían si no hubiesen dado el tratamiento informativo a esos asesinatos?. Al efecto imitación y el prestar atención a quien ve en el asesinato una forma de conseguirlo, que estarían reforzados por la propaganda de género, habría que añadir el efecto de la violencia compensadora que ya denunciamos en su momento. Tres incentivos con las que los progres de turno pueden estar contribuyendo a que haya más
Según el predicador de género Lorente Acosta, nada menos que el 50% de las mujeres estarían muriendo para mantener viva la propaganda de género: “… el 50,4 por ciento de los casos de homicidios a mujeres por violencia machista ocurren en los tres días siguientes a que se haya producido otro asesinato de las mismas características”.
Todo esto, ya lo dijo en el 2006 Amando de Miguel: “Las actuales leyes sobre la llamada “violencia de género” no solo no van a erradicar la violencia doméstica, sino que van a fomentarla todavía más”.
A Amando, al más puro estilo nazi y estalinista, las “miembras” de la Santa Orden de Género le llamaron misógino entre otras lindezas. José Manuel Cosío dice que la “culpa” del editor de AD había consistido en: “decir cosas que todo el mundo que está relacionado con este tema ?abogados, jueces y mujeres supuestamente maltratadas? sabe y que nadie se atreve a decir”… “Lo peor ?y nadie se quiere dar cuenta? es que el problema real de las muertes de mujeres por parte de sus parejas no cesa simplemente porque la ley solo sirve para que las mujeres que quieran hacer daño a sus parejas tengan la ley de su lado. Lo más triste es que nadie vela por los niños [en esos casos]”.
Aquí queda muy bien retratada la gran diferencia entre los que saben de lo que hablan y los bocazas de género nacidos a la sombra del poder. Cuatro años han tardado en reconocer una pequeña parte de lo que Amando ya predijo con toda claridad y concreción que sólo mereció, en su día, el reproche del poder, al más puro estilo nazi y estalinista.
El predicador Acosta nos enseña que en verano hay más muertas porque están más tiempo juntos, cuando la policía lleva años diciendo que el calor dispara las delitos violentos “de todo género”, incluido el de género demencial, hasta los lectores de periódicos locales como el de Durango lo saben o en Méjico. De hecho Quetelet estableció las leyes térmicas del crimen que establece que los delitos contra la persona aumentan con el calor, mientras que los delitos contra la propiedad aumentan con el frío. A esto hay que añadir que la propensión a los actos violentos aumentan entre los jóvenes varones.
O sea, la violencia, de todo género, aumenta con el calor y con ser hombre. La versión intelectualmente tarada del predicador de género Acosta es: “La violencia machista aumenta en verano”.
Todo esto señala donde siempre: el adoctrinamiento de género a través de la propaganda y la pseudociencia.