Como ser una buena madre de terrorista
Poco puede sorprender el desconcierto y la indignación que producen este tipo de noticias. Como si no tuviésemos anticuerpos contra el dolor y la inmunidad no fuese efectiva contra ciertos avatares de la historia. Como si no hubiéramos comprendido las infinitas muestras de totalitarismo y de maldad que el islamismo nos ha enviado desde que Occidente en general y las mujeres en particular son la obsesión por excelencia del integrismo más radical. Nunca han engañado a nadie. Primero fue con los atentados de Nueva York o Londres y su odio a Estados Unidos por todo lo que significa. Más tarde con el ahorcamiento y la fustigación de homosexuales en Irán y en otros países.
Después con la lapidación de mujeres y la condena a muerte de la cristiana Asia Bibi, sólo por el hecho de no someterse a los designios del fanatismo religioso. Todo ello sin que el orden de los factores altere el producto. Así que tras estos capítulos de los despropósitos y el bochorno sideral, faltaba la publicación de Inspire, una revista para jóvenes musulmanes en Occidente destinada a extender la guerra santa global, y editada en árabe, pastún e inglés. Así que, ¿nos debería sorprender que tras el tumulto que trajo consigo apareciese ahora su versión femenina? No debería si tenemos en cuenta que el Islam llevado hasta el extremo es propio de una misoginia patológica que reduce a la mujer a la nada y cuya presencia en esos países se sostiene impertérritamente en la sumisión al hombre y a un apartheid integral.
Uno podría pensar en su ingenuidad que la revista sería comparable a otras similares de occidente -y cuya popularidad disparó una serie de televisión cuyas cuatro protagonistas contaban sus andanzas con la ciudad de Nueva York de fondo-. Pero, desgraciadamente, no es el caso. Sólo hay que leer una de las páginas a todo color de Al Shamikha, sufragada por la propia Al Qaeda, para darse cuenta de que entre los habituales consejos de limpiezas faciales y exfoliantes, se incita a las mujeres musulmanas al yihadismo radical mediante la violencia y el terrorismo. Es decir, con esta especie de Cosmopolitan neoterrorista, que convierte a las mujeres en meros trapos con patas, la banda terrorista trata de adoctrinar a las mujeres musulmanas en el salafismo más siniestro.
Y es que debe ser de lo más normal educar a las mujeres en cómo colocarse el burka, manipular bombas o cómo ser una buena hija, madre o esposa de terroristas suicidas. Por tanto, en cómo deben educar a sus retoños para que llegada su etapa adulta, se conviertan en buenos asesinos por Alá. Y estas son sólo algunas de las dádivas de la publicación. Todo digno de instintos enfermizos cuya obsesión por controlar las mentes no tiene fin. Pero por si esto no fuese poco, cuando pretende aleccionar sobre la belleza se produce una mezcla por igual de arcadas y de rabia. No sólo porque la revista se explaya en cómo llevar el velo islámico como lo indica el propio Alá, lo cual es falso de toda falsedad por cuanto no hay una prescripción coránica ni ningún versículo ni ningún texto de la Sunna que obligue a las mujeres a vivir en esa prisión de tela. Sino porque, además, aconseja a las mujeres en cómo comportarse si sus maridos les dejan salir a la calle indicándoles que no hay que caminar mirando a izquierda y a derecha sino hacia abajo para así no caer en el pecado. Por tanto, las mujeres que lean la revista deben tener claro su cometido. Que su belleza no debe ser deleitada por ningún hombre que no sean sus maridos. Ponte el burka y acata la voluntad de Dios, les dicen con desprecio. Eso sí, sin rechistar. El silencio ante todo.
Tenía toda la razón, pues, la ex diputada holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Ali- amenazada de muerte por defender la libertad de la mujer- cuando afirmó que el enemigo del Islam no son las mujeres que defienden la libertad. El enemigo está en casa y utiliza a Dios en pro de una ideología malvada. ¿Olvidamos que el cineasta holandés Theo Van Gogh fue asesinado por haberse atrevido a realizar un documental sobre el Islam? La cuestión, ahora, es si nuestra casta política -auténtica maestra en jugar a ser kumbayás multiculturales- sobre todo la cuota oficial y oficiosa, con sus ministras a la cabeza- sabrán interpretar fehacientemente la enésima vulneración de los derechos humanos y, por ende, de la mujer o, por el contrario, seguirán inmersos en la pesquisa de la ingenuidad ante determinadas prácticas integristas.
¿Entenderán lo que está pasando o aún creerán que se trata de libertad de expresión o alianza de civilizaciones? No nos engañemos. Occidente y sus valores no son un enemigo más para el yihadismo. Son el epicentro de todas las locuras de una ideología que no sólo es lesiva contra los derechos humanos y la libertad de la mujer, sino que es totalitaria, antisemita y enfermiza y que aspira a descomponer nuestra cultura y nuestras tradiciones, imponiendo sus obsesiones a base de miedo, chantaje, violencia y, sobre todo, gracias a los complejos y a la memez libertaria y trasnochada de Occidente. No nos engañemos. Semejantes comportamientos ya están ocurriendo en nuestros países. La gran pregunta radica en saber hasta cuándo estamos dispuestos a permitirlo. Sin embargo, mucho me temo que esta cuestión le importa muy poco a mucha gente sobre todo a aquella que se ampara en una mala praxis de la dichosa tolerancia.