El huracán Kate arrasa entre los pobres de solemnidad
Platillos, bombos, pompas, dólares, alfombras de terciopelo únicamente para ser pisadas, príncipes y reyes, obispos y obispados, glamour y pieles, moscas y moscones rosas, comilonas y festejos y demás depravados desenfrenos suntuosos, a cuenta de mondongos y mondongas que se dejan la piel a tiras, por ver, escuchar, o poseer simplemente un retazo visual de tan, ¡oh! sublime estolidez nupcial, cual es la simple boda de dos ¡oh! simples humanos anglosajones en decálogo ejemplo del casorio.
El mundo está loco diría yo, pero no, mentiría. El mundo, sobre todo el mundo pobre, sufre de una suprema e incurable sandez, propia de fogosos invitados comensales: Los cuales son ajenos, por rubor propio, de que simplemente representan las migajas que al perro tiran desde las opíparas mesas. Porque digo yo, la razón, y la vida; ¿quién es el príncipe Willian?… pues, nadie, excepto el hijo de otro príncipe y princesa. ¿Qué virtud posee el mismo? Ninguna, excepto haber nacido en casa de mami y papi, como todos, con la única salvedad de que sus papis fueron coronados, por la propia plebe de mondongos y mondongas que aún no acaban de comprender que los príncipes y princesas, comen, orinan, y defecan. De sangre azul, nada de nada, a no ser que padezcan de “hepatitis azulina” De valor extra en comparación con los demás, ninguno, excepto sus extras suntuosos pagados por los demás, que les permitirán vivir como auténticos, príncipes, nunca mejor dicho.
Lo mismo se puede decir de ” Kate ” Middleton, de profesión maestra de la artes. Muchacha con la carne bien puesta, de silueta acicalada mediante bisturí que un día se acercó al príncipe, el cual al verla, tan tierna ella, se le puso el pavo cachondo y la lengua larga. ¡guauuu, Kate guaunn!
Este es el resumen carnal de esta apareja de enamorados, cuya boda ha congregado a millones de personas de oficios varios, paros largos, necesidades, muchas perentorias, y otras impagadas hipotecas, algunos incluso, forzados a dejar su hogar, viven a cuentas de sus mayores… Pero, no importa, a esta gentes no les importa, sufrir las consecuencias de una casta monárquica caduca, para los tiempos que vivimos, además de inútil a la sociedad, excepto, para las gentes necesitadas de morbosidad ajena para poder sentirse vivos. Es decir, aquellas personas, generalmente pobres, que se emocionan y lloran, cual posesos, incluso más que cuando casas a sus hijos, mientras contemplan amondongados el pomposo evento elitista de las selectas castas que se alimentan de los sudores ajenos. A estos pobres de solemnidad jamás les verán tener la misma actitud cuando el asunto trate de visualizar a los millones de niños que mueren cada año en los países pobres. Raudos, como la rauda avidez, cambian de canal, pues les avergüenza ver el reflejo de su propia inopia.
Claro, digo yo, no es igual ver a estas pobres familias con sus hijos a cuestas, plenos de moscas, que a Kate lucir talle, sedas, joyas y corona. ¡Hombre! no se puede comparar a la modosa y modélica Kate con los mocos y moscas de estos famélicos pobres hijos del universo. Además Kate es una princesa y como todas las princesas Kate no usa compresa. Kate evacua perfume, suda oro y por supuesto no expele ventosidades… ¡amos por dios eso es cosa sólo de pobres!
Lo mismo se puede decir del príncipe, todo perfumado, maqueado y esterilizado, cual dios del olimpo carnal. Sabido es que los príncipes orinan colonia cara y hacen el amor con guantes y pantuflas.
Sin pobres, sin lacayos sin plebes, que les mantuvieran, estas castas hubieran desaparecido siglos ha, pero la raza humana es incapaz de vivir, sin dueños, sin dioses, sin vanidad, gula y demás “pecados capitales”
No miento si digo, y digo, que el mayor enemigo de los pobres son los propios pobres.
Yo he visto a miles y miles de personas, la mayoría pobres de solemnidad, emocionarse, llorar, algunos, incluso ahítos de babas, mientras, extasiados de fervorosa lujuria esperan entre largas colas, la venida del príncipe o princesa, rey o reina, de turno, ante la posibilidad de ver, notar, o oler, las hechuras carnales, vestidos, o gestos de estos simples seres humanos tocados por los polvos hereditarios de la burguesía elitista. Reyes y reinas y otros cargos regios, culpables de miles y miles de confrontaciones a través de la historia, de hermanos contra hermanos, plebes contra plebes, parias contra parias, pobres contra pobres, con el único objetivo de mantener sus reinados.
Sin embargo, estos mismos pobres cuando suena el timbre de sus casas lo primero que hacen es miran a través de la rejilla… Si se trata de un indigente que apenas solicita un pequeño trozo de pan que llevarse al estomago, no les quepa la menos duda, de que no abrirán la puerta.
Ignoraran por completo al indigente porque no desean reconocerse entre los pobres. Al igual que los polos opuestos, ricos y pobres se atraen, mientras que pobres y pobres se repelen La realidad no deja lugar a dudas, los pobres son víctimas de los propios pobres. Mientras que los ricos, los reyes, los amos, los gobernantes, mediante la atracción de los pobres, rigen el mundo, hastiados de vicios y execrables lujurias.
Incomprensible, pero cierto. La raza humana es así de mema y cruel.
Ooohhh, claro. El único inteligente es usted, que sabe a ciencia cierta que los príncipes orinan y defecan. El pueblo llano es tonto de solemnidad. Es de suponer que existirán republicanos con algo más de sentido común que usted… de lo contrario, les quedan siglos de aguantar a esas monarquías que detestan.