Cataríes, os recibimos con alegría
Esto de recibir a los tiranos y agasajarles es una costumbre general tanto de la progresía, que presume de libertaria -mientras se encama con dictaduras atroces- como de la derecha millonaria, que cuando ve a un magnate los ojos le hacen chiribitas. No es de extrañar, por tanto, lo que hemos visto estos días. Con la llegada del emir de Qatar, hemos presenciado como los cuellos de nuestra casta representativa se han ejercitado practicando el noble deporte de la genuflexión unísona ante el déspota y su señora jequesa- cuyo parecido a una vedette de El Molino con invocaciones a María José Cantudo es prodigiosa.
El comentario sonaría a sarcasmo –que no a machista- si no fuera porque detrás sabemos de la enorme represión con la que el emirato trata a sus mujeres. De este modo, los besamanos monárquicos, las sonrisas forzadas del gobierno, las carantoñas de la oposición y el agradecimiento cósmico ante el tirano se han mezclado con la intención de inyectar a las entidades financieras la nada trivial cifra de 3.000 millones de euros. Lo cual es tan burdo como amoral. Y como claro ejemplo de amoralidad está el acuerdo firmado entre el F.C. Barcelona, paradigma hasta hace bien poco de universalidad y de apoyo a la infancia -gracias a su patrocinio de UNICEF- y la Qatar Foundation, con la cual ha firmado un contrato multimillonario por el cual percibirá 150 millones de euros en cinco años por lucir su publicidad en la camiseta azulgrana.
Sin embargo, me parece curioso que el mismo país que se ha ido a la guerra de Libia a no se sabe bien qué y que adoraba hasta el tuétano a Gadafi vendiéndole armas y entregándole las llaves de la ciudad de Madrid, no le merezca igual elucubración el caudillo catarí. Pero claro, según Ruiz-Gallardón se trata de un país abierto y moderado. ¿Abierto y moderado un despotismo medieval, señor Gallardón? ¿Abierto y moderado un emir, señor Gallardón, del que sólo hemos visto a una de sus tres mujeres, pues las otras dos viven sin descubrir su rostro en el emirato, envueltas en una prisión de tela y en un apartheid social, civil y cultural? ¿Abierto y moderado, señor Gallardón, un emirato sin libertades y paradigma de la desigualdad?
Por lo tanto, haciendo uso del sentido crítico que nos caracteriza, entre ágapes y reuniones diplomáticas, ¿habrá hablado Su Majestad con el tirano acerca de los principios de la fundación que lleva el emirato por nombre y que venera a un salafista radical –léase Youssef Al-Qaradâwî- que afirma que Hitler fue una bendición divina? ¿Le habrá preguntado Su Majestad por qué considera que hay una conspiración judía en los dibujos de Pokemon- de los que sus nietos pueden disfrutar en libertad- y que hay que eliminarlos? ¿Le habrá advertido al emir el señor presidente del gobierno, en el marco de su Alianza de Civilizaciones, que detrás de semejante atrocidad se esconde una incuestionable intención de adoctrinar al pueblo y cuyo exponente más vergonzoso radica en convertir como libro de cabecera de los cataríes uno de los pasajes antisemitas más espantosos de la historia, los Protocolos de los sabios de Sión? No quiero pecar de pesimismo antropológico. Quizás el señor Rajoy, cuya oposición destaca tanto como el silencio con el que actúa, más allá de haber hablado de economía y aceptar de buen grado la invitación de visitar el país, habrá hablado con el emir sobre derechos humanos y le habrá recriminado con exquisita educación el sometimiento a la esclavitud, a la miseria y la pobreza que padecen sus súbditos. ¿O tal vez también piensa que también es un país abierto y moderado? Como nunca quiere hablar de política, sólo de deporte, no sabemos lo que piensa.
Está claro. Es un país abierto y moderado, pero se penaliza y castiga a los homosexuales. Es un país abierto y moderado, pero no es más que una dictadura cuyo poder político está reducido en torno al emir de turno y los partidos políticos están vetados por ley. Es un país abierto y moderado, pero los trabajadores extranjeros no tienen derechos. Es un país abierto y moderado, pero a los ladrones le cortan las manos. Esta es la realidad, les guste o no a nuestra casta política y monárquica. Esta es la verdad de este país abierto y moderado del que presumen Gallardón y demás acólitos. Con todo, hubiera sido al menos deseable que antes de haberle rendido pleitesía, por lo menos se hubieran tapado la nariz antes de claudicar. Aunque sólo hubiera sido por un poco de decencia y de dignidad.