Hablemos sin tapujos y claro de una vez
En el último comentario publicado en nuestras páginas, cuando escribo estas líneas, se muestra la carta de una farmacéutica de Alcobendas, sobre los intolerables abusos de inmigrantes en nuestra Seguridad Social. Algo ya archisabido y comprobado, del que en incontables ocasiones y al igual que otros compañeros me he hecho eco en varios de mis artículos. Como habrán podido comprobar tras la lectura de esta farmacéutica, se están cometiendo numerosos y continuos abusos en la prescripción y entrega de medicinas caras, que algunos de nuestros médicos recetan sin reparos a los que sin haber cotizado un euro a nuestra Seguridad Social, se afanan en solicitar mediante engaños y fingidas dolencias. La citada denunciante de estos abusos incluso nos indican que muchos los cambian por cremas y productos de belleza y otros, aún peor, los venden y envían a sus países respectivos donde no tienen el botiquín tan generosamente abierto a las demandas y caprichos de los supuestos enfermos.
Mientras ellos nos toman el pelo y se divierten a nuestra costa, confundiendo lo que es solidaridad con papanatismo, los que hemos estado cotizando a base de de sacrificios e impuestos durante tantos años, vemos como nuestro futuro sanitario y atenciones médicas se ven amenazados y hasta nos va a suponer ese “copago” o desembolso económico que antes no era necesario, por culpa de una serie de advenedizos que no sólo se han colado en nuestro país ilegalmente, sino que utilizan de manera gratuita y hasta sin necesidad, medicamentos de los más caros y se someten a los más complicados y costosos servicios médicos y quirúrgicos a causa de enfermedades que ya padecían antes de llegar. Pero allá tenían que pagarlas y aquí la reciben por la cara, sin dar siquiera las gracias, ya que a juzgar por lo que escribía nuestra comunicante “nos llaman tontos a los españoles ” y dicen que trabajamos para que ellos puedan recibir medicinas, atenciones médicas y todo cuanto precisen, sin tener que molestarse lo más mínimo.
Hay ayuntamientos que facilitan la leche, papillas y hasta los “dodotis” a los niños de inmigrantes moras y subsaharianas sin tener que desembolsar un solo céntimo. Y todo ello, a cargo de nuestros impuestos. Una serie de ventajas que muchas madres españolas con sus maridos en el paro no disfrutan. No me extraña que la mayoría de las “pateranas” vengan embarazadas para parir en España, ya que han encontrado aquí su paraíso de gangas y cretinos. Las previsiones que hicimos los “quijotes” de siempre para que en la enfermedad y en la vejez no nos faltaran las atenciones médicas, sanitarias y sociales que necesitáramos, ahora están en el aire por la mentecatez de unos gobernantes y la desfachatez y abuso de unos foráneos demasiado espabilados. Pero en este país denunciar las barrabasadas que estamos padeciendo por la ineptitud de nuestros políticos, azules o rojos, produce el mismo efecto que lavarle las orejas a un burro. Es como dirían los franceses: “ Rien de rien”.
Dijeron que la población española estaba envejecida y no se le ocurre otra “parida” al señor Caldera, que entonces era ministro de Trabajo y una especie de eminencia gris en los entramados del PSOE, que abrir de par en par nuestras fronteras para que se cuelen como auténticas plagas todos los marginados, inconformistas, vagos y descontentos del mundo mundial, como dicen los pijos. De cada diez que han entrado, seis de ellos deberían haberse quedado en sus países dando la coña a sus gobernantes peores aún que los nuestros. Para colmo de males, como ya he referido, llegan las mujeres embarazadas para endosarnos el fruto de su vientre y que nosotros le paguemos todo tipo de gastos sanitarios y manutenciones, a costa de lo que usted y yo hemos estado cotizando con sacrificios y esfuerzos a lo largo de muchos años de trabajo.
Más aún, si la entrada masiva, desbordada e incontrolada de la llamada de Caldera y sus sucesores, era para paliar el gasto por el envejecimiento de nuestra población, ¿cómo dejamos que estos inmigrantes colados de rondón y de manera fraudulenta, se traigan nada más instalarse a sus padres y abuelos para que aquí nos hagamos cargo de todas sus necesidades y atenciones?. Es decir, que a los gastos de los nuestros, que hacían peligrar las arcas de nuestra Seguridad Social, sumamos los que ocasionan los que llegan de fuera amparados en esa “eficaz y acertada solución”. Todo esto, a mi entender, es más propio de un “Jaimito” que de un gobernante de país europeo. Somos el hazme reír de Europa y los tontos ante el Tercer Mundo que ha encontrado su mejor chollo en nuestra necedad. Es decir que nos atosigan, llegan como moscas y encima nos traen a sus hijos, padres y demás parientes para que les atendamos en todas sus necesidades y servicios y además de todo esto hasta se mofan en nuestras propias caras de tan ridícula y quijotesca solidaridad.
En Francia e Italia, han tomado ya las debidas medidas sobre este asunto y han cerrado las fronteras a esta marabunta humana que copa nuestras calles, plazas, mercadillos, puestos de trabajo, bares, restaurantes, etc en perjuicio del trabajador del país, debido a que se ofrecen a trabajar por menos dinero. Pero no queremos darnos cuenta que todos los rumanos, albanos, africanos, marroquíes y demás, que son expulsados y vetados por italianos y franceses, no regresan a sus países de origen, sino que incrementan nuestra ya saturadísima población inmigrante, tan molesta, innecesaria y costosa en este periodo de crisis que estamos padeciendo. Es realmente ultrajante ver en la cola del paro a jóvenes y maduros españoles, mientras las grandes empresas , los supermercados, los recepcionistas telefónicos de bancos, telecomunicaciones y financieras ,bares, restaurantes, comercios y demás trabajos que no necesitan especialización son copados por estos foráneos, que encima se empeñan en imponernos sus nada modélicas costumbres, extrañas creencias y demás lindezas que ya creíamos desterradas de nuestra cotidianidad. Hasta el antiguo colegio de San Ildefonso, cuyos alumnos se encargan de extraer y cantar las bolas en los sorteos de la lotería nacional, que en sus principios decían era el “colegio de huérfanos de periodistas”, está dominado por esta fiebre inmigratoria y de los doce o catorce alumnos que realizan cada sorteo más del setenta por ciento son foráneos. Dicen que ya hay más de cincuenta millones de musulmanes en Europa. En España, ni se sabe, porque como están haciendo proselitismo entre la población, su número aumenta incomprensiblemente. Estas cifras unidas a al fanatismo del que hacen gala, suponen una influencia y un efecto mucho más impactante y peligroso para nuestras creencias y tradiciones, nuestra forma de vida habitual. Además, como ningún grupo de librepensadores, ateos, universitarios provocadores y demás compañeros de tendencias, se atreven a atacarles y provocarles como hacen con los católicos, pues campan a sus anchas, como si de nuevo el moro Muza dominara el país.
Comprendo que nos sintamos algo más compenetrados con el procedente de países americanos de habla hispana, por eso de los ancestros, la lengua común y hasta la mezcla de sangre, aunque observando a algunos ejemplares que “ornan” nuestras calles, dan la impresión de carecer por completo de estos antecedentes, pero estimo que deberíamos realizar un control más selectivo y riguroso de estas entradas y no abrir las fronteras y brindar nuestras escasas oportunidades a individuos incivilizados, ajenos a toda norma de convivencia y que no poseen capacitación, mérito o circunstancia que nos pueda servir de utilidad. Vamos, aceptamos sin reparos a los que ni en sus propios países lo quieren en sus vecindarios. Son los que se colaron en la operación” llamada “ del nefasto Caldera que tan malas consecuencias nos ha traído. Y no tenemos la rotunda decisión y el sentido común de franceses e italianos para decir un “ ¡basta ya” y mandar a sus casas, sin contemplaciones, ni plazos de espera, a estos pandilleros, competidores ilegales y pendencieros. Estos últimos que continuando con sus acostumbradas luchas y peleas han logrado adueñarse ya hasta de nuestras plazas, jardines, parques y lugares de esparcimiento. Como ven todos son beneficios para una España que hace aguas por todas partes, sin que el timonel y su tripulación hagan nada por impedir su naufragio. ¡Dios nos asista cuando lleguemos a ser minoría en nuestro propio país!. Que no tardará mucho al ritmo que vamos.
Completamente de acuerdo. Solo con medidas drásticas se puede acabar con ésta situación, pero es imposible: si ya el personal tiene miedo a llamarles la atención, no sea que te linchen (los propios inmigrantes o bien el cantamañanas progre de turno), imagínate tomar ese tipo de medidas.
Los europeos ya se están bajando de la nube tonto-progre. Aquí no, ni caerá esa breva. Aparte de subnormal, la sociedad española actual es cobarde.
Exportamos licenciados, importamos basura (no siempre, pero casi).
El futuro de España es… no quiero ni pensarlo.