La Zona Cero rompe en sonrisas y lágrimas
«¡Yujuuu! ¡Matamos a ese hijo de puta!», gritaba esta madrugada, cerveza en mano, uno de los tantos jóvenes que se habían dado cita en la Zona Cero. El triste camposanto donde todavía reposan desnudas las cenizas de las víctimas era, por primera vez en su historia, sede de un macabro carnaval en el que se mezclaban anoche sonrisas y lágrimas.
Los primeros en tirarse a la calle fueron las víctimas, esos que perdieron el 11-S de 2001 a algún ser querido al que por fin han logrado vengar. «Nunca pensé que llegaría este día», decía emocionada Diane Massaroli, que por primera vez en diez años decía sentir paz. Les acompañaban en la celebración los que durante semanas contribuyeron como voluntarios a buscar cadáveres entre los escombros, como Nelson Pérez, que acudió como zombie a la escena del crimen sin poderse quitarse la sonrisa de la boca.
Muchos de estos dejaron flores sobre las vallas, hablaron con las cámaras y se fueron a dormir con la paz recién estrenada que les ha dado la muerte del hombre que destruyó sus vidas. Los que quedaron en la calle, intoxicados por las gaitas y el alcohol, bajo la mirada inusualmente permisiva de la policía, que celebraba así a su manera, eran veinteañeros marcados indirectamente por la tragedia del 11-S. Bajo sus gritos sudorosos y cánticos patriotas, la escena empezó a volverse agresiva.
El cántico inicial de ‘Obama got Osama!’ (¡Obama cogió a Osama!) pasó a un crispado ‘Fuck Osama’ (Que se joda Osama), y algunos, como Jonathan Jirak, se sintió obligado a salir a la calle con el signo de la paz en una pancarta. «No celebramos la muerte sino la paz», decía su cartel. «No quiero que el mundo piense que EEUU es un país sediento de sangre», explicaba. «Tengo la impresión de que todos estos cánticos transmiten una imagen equivocada de nosotros. Con la desaparición de Bin Laden se abre una esperanza para el mundo y eso es lo que estamos celebrando».
Karim Delgado, ex marine a los 25 años, le daba la razón. «Normalmente no celebraría la muerte de nadie pero a Osama Bin Laden nunca lo he visto como un ser humano, sino como un simbolo. Él mismo profanó la santidad de la vida cuando dio la orden de matar a toda esta gente», dice señalando al enorme agujero que aún es la Zona Cero. «Cuando vi su nombre en televisión le puse cara al enemigo y desde entonces supe que no descansaría hasta que lo cogieran, por eso me alisté en los marines. Ahora por fin puedo decir ‘Misión Cumplida’».