Las revueltas fallidas
Una de las primeras conversaciones que tuve en El Cairo durante los días de la revuelta fue con gente de la comunidad cristiana, aterrorizada con la idea de que cayera Mubarak. ¿Porque eran amantes de una dictadura? No, porque sabían que aquella dictadura era un muro de protección ante la violencia islamista. Y sabían de qué hablaban, no en vano los ataques contra cristianos por parte de los radicales habían aumentando en los últimos tiempos. El acoso contra los cristianos en todo el mundo islámico es un hecho aterrador que ha llegado al cenit en Pakistán, donde incluso montan hostigamientos legales. Y no hablemos de las zonas palestinas donde han vivido durante dos mil años, y donde son sistemáticamente violentados.
No tardaremos mucho en ver un Belén totalmente musulmán. La aparición del fenómeno integrista y el uso de millones de dólares del petroislam en la propagación del salafismo ha comportado uno de los momentos más negros para los cristianos que viven en tierras musulmanas. Egipto es un laboratorio privilegiado, vista la importancia de la comunidad copta. Y era evidente, pese a la euforia de algunos corresponsales que parecían confundir el periodismo con la pancarta, que aquellas revueltas escondían el huevo de la serpiente. Lo dije al volver: no todo lo que se manifiesta en la plaza Tahrir es democrático. O dicho al revés, mucho de lo que se manifiesta sueña con una dictadura peor que la anterior. Esta afirmación también vale desgraciadamente para Túnez y para Siria, y para Bahréin. Hay que ser muy ciego para no ver que, hoy por hoy, los movimientos más populares en el mundo islámico, no son precisamente los democráticos y que las organizaciones radicales dominan barrios, pueblos y universidades. De momento han conseguido un éxito escalofriante: excluir a cristianos y a mujeres del redactado constitucional. Y el 8 de marzo, escupieron y violentaron a las mujeres que se manifestaron. Al mismo tiempo, los Hermanos Musulmanes van asumiendo cotas más altas de poder.
El futuro de Egipto, tal como denuncian feministas e intelectuales, presenta sombras tenebrosas. Pero como ocuparon la calle en contra de una dictadura, aquí nos pusimos el sombrero de Quico el Progre, lo confundimos con nuestras manis contra los grises y se hizo una lectura naif, ingenua y simple de lo que estaba pasando. Algún periodista enviado a la zona llegó a parecer el jefe de la revuelta. Y sin embargo, estaba claro que nada estaba claro. No se puede decir que no pasará nada con el islamismo radical, si los Hermanos Musulmanes son millones y dominan la oposición organizada. Ciertamente, significa no conocer nada de lo que pasa en el mundo musulmán. Y así vamos, con la flor de la revuelta marchita en manos de los corresponsales entusiastas, que ahora no deben saber qué hacer. Egipto no pinta bien. Los coptos y las mujeres lo saben. Quizá algún día lo sepamos también nosotros.