Corrupción, maldito tesoro
E.C.- «Todos son iguales». «No se ponen de acuerdo en nada, salvo para subirse el sueldo». Si a la lista de prejuicios habituales hacia la clase política se añade un chorro generoso de brutal crisis económica, otro de desconfianza en unos dirigentes cada vez más profesionalizados y medio vaso (como mínimo) de corruptelas en los titulares de los diarios, el resultado es un cóctel explosivo y especialmente amargo para quienes intentan honradamente cumplir con su vocación de servicio público. Corren malos tiempos para la política. O más bien, para los políticos. ¿Qué ha sucedido en España para que los viñetistas dibujen a Mariano Rajoy permanentemente tumbado, para que presidente del Gobierno y líder de la oposición compartan una nefasta valoración en las encuestas, para que los políticos se hayan convertido en el tercer problema de sus votantes según el CIS, para que los escándalos cincelados a golpe de ladrillo, trajes o suculentas comisiones apenas tengan efecto, paradójicamente, en la intención de voto?
La corrupción es sólo la punta del iceberg de la creciente desafección política. Nada nuevo en todo caso: ya Dante envió a los políticos corrompidos al octavo círculo de su Infierno. Hoy parece que el estigma no pesa tanto y que, lejos de achicharrarse en el averno, incluso los cargos implicados en sumarios judiciales por presuntos delitos de cohecho, malversación o prevaricación tienen boletos para conservar sus puestos. Y los partidos a los que pertenecen no tienen por qué temer un especial correctivo en las urnas. Por poner sólo algunos ejemplos, la lista que encabeza el popular Francisco Camps en Valencia subiría el próximo 22-M, según los sondeos, de 54 a 60 escaños, pese a los escándalos de la trama ‘Gurtel’. En el País Vasco, las irregularidades que la oposición ha denunciado en el Ayuntamiento de Barakaldo no afectan a la hegemonía del PSE en el municipio y el PNV, según las encuestas, sigue boyante en territorio alavés pese a las presuntas tramas de cobro de comisiones y espionaje en que se han visto envueltos exmiembros de la cúpula del partido.
Según el estudio elaborado por los candidatos a doctores en Ciencias Políticas de la Universidad de Nueva York Gonzalo Rivero y Pablo Fernández-Vázquez para la Fundación Alternativas sobre los efectos de los casos municipales de corrupción entre 2003 y 2007, los alcaldes corruptos y no corruptos pierden apoyos tras un primer mandato en proporción similar. Los autores analizaron diversos ayuntamientos de Andalucía y la Comunidad Valenciana -las dos autonomías que, junto con Madrid, acaparan el 60% de los casos de corrupción- y los resultados fueron demoledores. La estimación de voto en Andalucía para un alcalde ‘limpio’ que partiera con el 51% de los sufragios era del 48%; la de otro que llevase sobre sus espaldas alguna corruptela investigada en los juzgados del 46%. Solo dos puntos de diferencia, tres en el caso valenciano. Los autores concluyeron que la brecha -mínima- podía deberse a diversas variables pero en ningún caso permitía deducir un castigo expreso a la corrupción.
La tinta de calamar
La pregunta es por qué. ¿Por qué los chanchullos políticos irritan visiblemente al ciudadano pero carecen de reflejo en las urnas? Politólogos, sociólogos y asesores en comunicación política consultados ofrecen diversas explicaciones, que se resume en que el ciudadano percibe la corrupción como un manto pegajoso que envuelve por igual a toda la clase política en lugar de poner cara y ojos al corrupto y castigarle por ello. Tres de cada cuatro españoles creen que hay corrupción en la vida política y sitúan a los partidos como las instituciones más corruptas y menos transparentes, según recuerda el director del Euskobarómetro, Francisco Llera. «Existe la percepción, sin embargo, de que los escándalos afectan a todos o que todos son igualmente corruptos o corruptibles», puntualiza el catedrático de la UPV. Francisco José Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid y coautor del libro ‘La corrupción en España’ lamenta la «horrorosa pedagogía» que hacen los partidos con el asunto: básicamente lo utilizan como «arma arrojadiza» para zaherir al adversario pero evitan la autocrítica.
La desconfianza anega entonces la percepción ciudadana de los políticos sin que eso afecte, paradójicamente, al voto. El politólogo y profesor de la UPV Alfredo Retortillo habla de la estrategia de «tinta de calamar» que utilizan los dirigentes o los propios imputados: «Para defenderse, acusan a otros. Al final, todo acaba convirtiéndose en una nebulosa que afecta al descrédito de la política», explica. El desigual comportamiento de los electores identificados con un partido y el de la bolsa de indecisos, así como de los de tendencia conservadora y progresista es otra de las claves para explicar el escaso influjo electoral de la corrupción. Según todos los expertos, los fieles prefieren culpar al contrario y se reafirman en su voto; los «volátiles» tienden a desmovilizarse y refugiarse en la abstención. Y así se contribuye a mantener el ‘statu quo’.
Algunos estudiosos del fenómeno sostienen asimismo que el votante conservador es «menos sensible» a los casos de corrupción. Es la teoría de Laporta, que ofrece una explicación gráfica: «Los partidos de derecha son, por definición, partidos de intereses. Si gestionan mejor los intereses de uno, a sus seguidores les da igual que roben. El votante de izquierda se mueve más por ideales, la honestidad entre ellos. Cuando eso se quiebra, se siente más defraudado y se queda en casa». «En el ámbito territorial la eficacia en la gestión de los intereses clientelares es un factor determinante», abunda Llera.
Yuri Morejón, asesor de comunicación política y director de Yescom Consulting, añade otra explicación: «El ciudadano, a la hora de votar, se preocupa más de cómo está su bolsillo que de como dejan los políticos las arcas públicas». De hecho, el muy relativo valor que parece dar la ciudadanía a los fondos públicos es otro factor determinante. «En España no hay conciencia del dinero público como algo ‘nuestro’. Por eso tienden a admitirse como ‘normales’ prácticas como defraudar a Hacienda o cobrar ayudas sociales de manera fraudulenta», puntualiza Retortillo.
‘No les votes’
La crisis económica, de hecho, todo lo inunda y todo lo explica. Ocho de cada diez ciudadanos la señalan cuando se les pregunta por sus angustias. Podría decirse que es el nuevo factor determinante para explicar el galopante deterioro de la imagen de los políticos. Morejón, experto en acotar lo que el votante espera de sus dirigentes, lo tiene claro: «Emplean demasiado tiempo en contestar, rebatir y reaccionar a lo que dicen sus rivales. La gente está deseosa de ver que aportan guía, luz, un camino. No solo diagnóstico, sin también pronóstico», analiza. «Echan en falta determinación y liderazgo», insiste. Ésa es la razón, según los analistas, del sistemático suspenso de los líderes en las encuestas. Y aclara también el ascenso del populismo de extrema derecha en otros lugares de Europa.
¿Podría suceder en España? Los expertos creen que sí. «No es imposible que aparezca algún iluminado, que triunfe un demagogo cualquiera tipo Berlusconi», advierte Laporta. También Morejón ve cierta tendencia española a «italianizar» la política y a dejarse seducir por los cantos de sirena del populismo. Algunos, como el ultraderechista y xenófobo Josep Anglada ya han empezado a asomar la patita. No obstante, cree asimismo que una mayoría de indecisos -que responderían al perfil de votante «urbano, preparado y crítico», que «no se casa con nadie» y asiduo de las redes sociales- demanda líderes frescos, diferentes y «transversales», capaces de ilusionar y aglutinar a ciudadanos de distintas sensibilidades. Es el caso de figuras emergentes como el actual viceprimer ministro del Reino Unido, Nick Clegg, o el matemático colombiano Antanas Mockus, adscrito al Partido Verde.
Un perfil que, por el momento, no ha calado en España, donde se explota el derecho al pataleo y el abstencionismo militante. La muestra más palpable es la iniciativa ciudadana ‘No les votes. Democracia Real Ya’, que logró sacar a miles de personas a la calle el domingo en cincuenta ciudades españolas gracias al impagable boca oreja en que se ha convertido Twitter. Ciudadanos indignados, que no dudaron en expresar su hartazgo -en Madrid llegaron a provocar disturbios-, hacia los «políticos, empresarios y banqueros» al grito de ‘esta crisis no la pagamos’, o ‘no más corrupción, pasamos a la acción’. Otra vez, el estigma. No en vano, la web de este movimiento ciudadano cada vez más pujante -siguen corriendo por Facebook las invitaciones a no votar el 22-M- abre página con una denuncia: «La corrupción en España ha alcanzado niveles alarmantes». Desde su sitio en Internet se puede acceder al ‘Corruptódromo’, que incluye un mapa de los presuntos delitos que salpican a políticos e instituciones en España. Apenas quedan libres algún pedacito de Extremadura y las dos Castillas. Y ‘nolesvotes.org’ no habla sólo de la corrupción urbanística, sino de la que afecta a «los mismos fundamentos del sistema».
Políticos profesionales
Ésa es precisamente, según los expertos consultados, una de las raíces del problema. La de político se ha convertido en una profesión más, aunque de los aproximadamente 10.000 cargos públicos que hay en España no todos viven, ni mucho menos, de la política. La profesora titular de Ciencia Política de la UNED Lourdes López Nieto lo explica en un artículo sobre lo que denomina ‘cartelización’ de los partidos. «La política pasa a convertirse en la principal ocupación a largo plazo, en una profesión. La estabilidad es más importante que el triunfo, la política es más un trabajo que una vocación. Los políticos comparten solidaridad profesional con colegas de otras ideologías, reducen el conflicto». ¿Son las listas abiertas la solución? Según la profesora López Nieto, no son «la panacea» porque, entre otras cosas, profundizan las tensiones internas. La reconciliación entre ciudadanos y clase política parece todavía lejana. Ver Mapa de Corrupción por Partidos Políticos
NO HE VISTO NINGUNA BANDERA ESPAÑOLA ENTRE TODOS ESTOS .MAL ASUNTO SI QUIEREN SALVAR A NUESTRO NO QUERIENDOLO.