Los acampados y ‘sálvese quien pueda’
Crece el número de los acampados en Madrid, en Barcelona, en Granada y en otras ciudades españoles que han perdido la fe en los partidos políticos y postulan una democracia real.
No me refiero a los veintitantos millones de compatriotas que, desde hace años, padecen la crisis, cuyo origen no es otro que la ineptitud y fechoría de algunos políticos y gobernantes que, junto con los banqueros, han robado a manos llenas y han dejado, por el momento, a cinco millones de personas sin trabajo y sin esperanzas.
Me refiero a los que, jóvenes, viejos y mediopensionistas, se reúnen en las plazas más emblemáticas del País y piensan estar en vela hasta el domingo que viene, 22 de mayo, día señalado para las elecciones autonómicas y municipales de varias Comunidades. Pretenden que los partidos, todos sin excepción, se percaten de que el pueblo no se resigna a vivir en una democracia ficticia y se sientan en el asfalto, clamando contra los que propician la crisis, se organizan su lucro particular, robando a manos llenas el dinero de todos o se sienten satisfechos, como borrego bien alimentados y bien pagados en los diversos cargos y bicocas que genera el desgobierno de toda la Nación.
Sus intenciones, proclamadas pacíficamente, salvo en algunos casos de exaltación ultramontana y de la consiguiente intervención policial, son intenciones muy dignas y muy humanas.
Estos acampados reciben críticas y vituperios por los cuatro costados de la política nacional. Hay columnistas, en la extrema izquierda y en la extrema derecha, que los califican de mugrientos, desarrapados y neonazis. Todos los partidos dicen ahora que hay que escuchar a ese colectivo. Esperanza Aguirre dice tener pruebas de que la organización de tales acampadas corresponde a la izquierda y que basta con ver el nombre y apellidos de sus portavoces y representantes más destacados. El conquense Raúl del Pozo y el catalán Andreu Buenafuente se limitan a ironizar y a florear el asunto con su proverbial ironía. Sólo el manchego Cayo Lara, en su comunismo y quijotismo ancestral, se ha pronunciado a favor de los acampados.
A propósito de don Cayo, en su pueblo natal, Argamasilla de Alba y, concretamente, en la Cueva de Medrano, velamos armas de caballeros andantes Raúl del Pozo y yo. A lomos de un penco y de un pollino, recorrimos La Mancha con el libro inmortal de Cervantes en el zurrón de reporteros y el corazón. A nuestro modo, también pedimos en 1971 democracia real y verdadera, buen gobierno y libertad de pensamiento, educación, trabajo y buena salud para todos. Acampamos durante veinte días y veinte noches, escribiendo la ruta del Quijote que se publicó en veinte días sucesivos en el diario “Pueblo”.
Creo sinceramente que las acampadas del 15-M con su eslogan de “Democracia real, YA” no entorpecerán las votaciones del día 22-M. Si se ocasiona algún impedimento entre mi libertad de voto y la acción de los acampados, renegaré sin tapujos de los que hayan organizado y protagonizado el conflicto. Si la plataforma de los acampados logra hacer ver al resto de los españoles que las cosas no han sido bien hechas por parte de los partidos, y despierta la conciencia de los gobernantes o la de los que pretenden gobernar, haciéndoles comprender que nadie reniega de la democracia, sino de los “demócratas” que la malversan con sus mentiras, fechorías, chanchullos, leyes y sentencias contrarias al bien común y programas educativos perversos, me sumaré de buen grado a la causa de los acampados, aunque reconozco, a mi edad, ya no se tiene aquel culo de mal asiento que nos permitía sentarnos en el asfalto del paraninfo y recibir un manguerazo descomunal de los “grises”, sólo por haber ido a escuchar las canciones de Raimón, el de Játiva, paisano de los Borgia.
Los indignados de la acampada me recuerdan la letra y el espíritu del panfleto “best seller” del abuelo Stéphane Hessel y la literatura adorable del maestro José Luís Sampedro que nos incita a la rebeldía pacífica contra la tiranía financiera internacional.
Por último, lo de decir y escribir 15-M y 22-M, en vez de 15 de mayo y 22 de mayo, me parece una zanganería idiomática inaceptable, pero menos da una piedra…
En castellano el verbo “acampar” sólo significa “detenerse y permanecer en despoblado, alojándose o no en tiendas o barracas.” En mallorquín, acampar significa también “salvarse” y “acampi qui puga! equivale a “ ¡ sálvese quien pueda!”. De eso se trata…
Me parece una maniobra del gobierno lo de la acampada. Las leyes amparan la formacion de un partido nuevo, podria ser el de ellos, se denominan Democracia Real, pues que lo hagan, pero no lo que estan haciendo. Esto anima mas a votar, y si desean seguir que sigan, en algun momento se les vera el plumero y esto todavia favorecera mas a lo que necesitamos en España, creo que la gente no quiere repetir la historia y para muestra, los partidos que se estan formando y creciendo en el resto de Europa, de derechas.