Otro fin del mundo desafía el futuro
Alejandro Agostinelli*.- Una sensación de pánico apocalíptico difícil de mensurar se instaló en ciudades tan distintas como Johannesburgo, Managua y Toronto, señalando que el fin del mundo comienza el 21 de mayo. La predicción corrió con prisa, pero entró en pausa a medida que nos acercamos a la fecha, ya que –ante la proximidad del enésimo chasco–, no es signo de gran talento profético vislumbrar un repliegue abrupto y vergonzoso del tema.
El fin del mundo sucedió otras veces, y aquí estamos.
En los días que corren su espectro recuperó protagonismo. Sólo en los Estados Unidos el programa Radio Family, conducido desde los años 60 por el ingeniero civil Harold Camping, tiene 150 estaciones retransmisoras. Hace meses que este ministerio cristiano, con sede en California, se hizo más popular que nunca gracias al anuncio según el cual el 21 de mayo regresará Cristo a la Tierra y se llevará consigo a los muertos y al pueblo elegido, condenando a los infieles al Infierno o a la indiferencia acusados de haber vivido ajenos al ojo vigilante de Dios.
Contra mucho de lo que se dijo, es inexacto afirmar que Camping y su séquito han anunciado el fin del mundo para el sábado. Dicen que, apenas, el suelo se moverá y aterrorizará a los que no creyeron hasta ayer. Estos movimientos sísmicos darán pie a una cuenta regresiva que concluirá en cinco meses, lapso durante el cual la humanidad sufrirá una horrible agonía. Según Camping, el planeta recién estallará bajo la ira divina el 21 de octubre de 2011. O sea que aún tiene tiempo para reclutar nuevos prosélitos, quienes tienen derecho a quemar sus ahorros como gusten o al menos de azuzar temores infundados.
La profecía que postula Harold Camping es ampliamente rechazada por la comunidad evangélica de los Estados Unidos, y también es tomado de charlatán por los medios seculares (no sin razón, aunque, como veremos, no siempre con justicia).
Sin embargo, Camping ha encontrado entre sus repetidoras a un aliado infinitamente oportunista: si ahora hablamos de sus presagios es porque los medios no han desaprovechado la ocasión para inflar fantasmas, generar angustia a través de amenazas ambiguas o fogonear temores, racionales o no, entre su querido público. A veces todo, menos la ética, vale para ganar audiencia. La motivación de buena parte de los lectores de este post probablemente responde a una inquietud generada por los medios.
Decíamos también que el sarcasmo de los medios seculares, que cuestionan el lenguaje profético porque les fastidia su rareza religiosa, no siempre es justo. Y no lo es porque quienes se ríen de la fe apocalíptica ajena tampoco han estado libres de cometer abominaciones similares. La misma retórica ha invadido a medios y movimientos que poco o nada tienen que ver con la religión tal como la entendemos habitualmente. Cultivan este milenarismo corrientes inspiradas en ideologías políticas (como el nazismo y el marxismo), grupos ecologistas (siendo el Unabomber su expresión más pura), iglesias racistas como Nation of Islam, de Louis Farrahan o mágico-tecnocráticos, como el culto a los extraterrestres, que pueden llegar a ser “muy laicos” como los raelianos, que esperan a Elohím y, a la vez, promueven el ateísmo.
Otra forma laica de milenarismo surgió a fines del siglo XX, cuando corrió el rumor del Y2K o “problema del 2000”. También llamado “Apocalipsis informático”, fue un “pif frustrante” para las empresas de la tecnología y acaso una victoria de Dios, que habrá quedado asombrado ante su propia creación al ver a tanto yuppie, nerd y geek rezándole al sofware.
En el año 2000 medios como los que ahora denostan a Camping agitaron una clase de milenarismo al utilizar un florido repertorio de esloganes parareligiosos para celebrar el inminente siglo XXI, como si el cambio de dígito fuera a determinar otro futuro. Todo este asunto llamó la atención de los científicos sociales. “El tema no parece provenir, como podría haberse esperado, de la esfera religiosa. Por el contrario parecen ser actores seculares quienes se han apropiado de la idea del milenio y la han convertido en un acontecimiento social. Los medios de comunicación han convertido en noticia al milenio y le han otorgado una realidad pública que no parece hallar correspondencia en las preocupaciones cotidianas de los individuos”, escribió en 1999, en la revista Ciencia Hoy, el doctor Alejandro Frigerio, antropólogo e investigador del CONICET.
El bug del milenio pasó con más pena que gloria, como sabemos todos los que éramos usuarios de computadoras en el año 2000.
En materia de fe, la religión presenta una larga ristra de catástrofes que nunca sucedieron. Y así como miles de finales de los tiempos se confundieron como una brisa en la tempestad, otros fueron anunciados por movimientos que autocumplieron sus profecías.
Ahí están la Orden del Templo Solar, con sus suicidios y crímenes planificados, y Puerta del Cielo, con el rapto vía ingesta de pócima venenosa que despojó a los fieles de sus cuerpos para ascender a la nave que –creían– los esperaba detrás del cometa Hale-Boppe.
El 22 de diciembre de 2012, en el ciclo calendárico maya, terminará …
Camping tiene también una amplia trayectoria en fines del mundo fallidos. Y es que el calendario apocalíptico de los profetas es como un reloj arreglado por Uri Geller. El líder de Radio Family ya había ofrecido un Juicio Final similar para el 6 de septiembre de 1994. Pero aquella vez fue más prudente. “Yo podría estar equivocado”, advirtió. Con el fin del mundo de ahora no tiene dudas. Su voz, grave y sentenciosa, afirma que el sábado será el primer día del Día del Juicio, y que no hay Cristo que lo detenga. Más bien lo contrario. “Ese día va ser el final del plan de salvación de Dios para el mundo. Ocurrirá un gran terremoto, como el mundo nunca lo ha experimentado. Toda tumba se abrirá y ocurrirán dos cosas: los cuerpos o restos de los verdaderos creyentes, quienes han muerto en los últimos 30 mil años, serán elevados al cielo con Cristo”, explicó en Radio Nacional Colombia, en una entrevista que hizo trinar a los voceros de la Iglesia Católica de aquel país, ya que “nadie sabe la fecha ni la hora”.
Los mil años de la concepción bíblica del milenio –en el Apocalipsis de San Juan o en el Libro de Daniel– hacen referencia a los mil años en el que Cristo, tras su segunda venida, reinará en la Tierra junto a los justos, al cabo de lo cual tendrá lugar el Juicio Final. Solo hay diferentes interpretaciones, donde esos mil años pueden ser el período histórico o una metáfora que significa una idea más conveniente a los fines del exegeta.
La matemática bíblica de Camping –es decir, los cálculos con que defiende sus ideas apocalípticas– no es primeriza en la historia de las ideas científicas. En el año 1704 Isaac Newton, el sabio que descubrió leyes físicas fundamentales para entender cómo funciona el mundo, también le puso fecha al Apocalipsis. Según manuscritos donados por un coleccionista particular a la Universidad Hebraica de Jerusalén, el físico-matemático anunció que el final de los tiempos se iba producir en 2060. Sus predicciones no se basaron en cálculos astronómicos sino en especulaciones teológicas basadas en su fuerte creencia de que la Biblia es una fuente de información que da cuenta de eventos precisos.
Newton escribió más sobre la Biblia que sobre ciencia. Y firmaba sus manuscritos con seudónimo tal vez porque era consciente de que sus ideas eran demasiado radicales. Nunca creyó en un acontecimiento que destruiría el planeta, sino que estábamos por entrar en un nuevo orden de cosas, representado por la segunda venida de Jesús y el establecimiento de su reinado en la Tierra. Sus documentos (que según los estudiosos no parecen haber sido escritos para ser publicados) hoy están a disposición de los interesados en el Proyecto Newton.
Las creencias hasta hace poco secretas del genial científico deberían contribuir a aquietar las aguas entre tanto intelectual iracundo, o católico fundamentalista, que relaciona la fe apocalíptica con charlatanismo, ignorancia o idiotez.
El pensamiento milenarista es, como se ve, una trama compleja, donde el legado cultural de los padres también es atravesado por la marea de los tiempos, las preocupaciones sociales e incluso los dramas personales.
Mientras tanto, nadie, menos aquí, objetará contradecir los pronósticos que propagan climas alarmistas mediante el recurso de exponer la larga nómina de profecías fallidas. Tampoco se trata de desestimar el efecto-pánico, máxime porque es irritante predecir el repertorio de justificaciones a las que echarán mano cuando resulte evidente el fracaso, que tanto los gurúes como sus apóstoles se apurarán en resignificar, ya sea para sobreponerse al papelón, no sentir que el esfuerzo fue vano o para poder seguir viviendo del cuento.
Si bien es cierto que es necesario contradecir las afirmaciones que propagan climas alarmistas, la tendencia es imposible de revertir mediante el recurso de exponer la larga nómina de profecías fallidas.
Las motivaciones que convergen en el efecto-pánico son bombas de tiempo que solo se desactivan el día después, al comprobar que nada malo ha sucedido.
Por lo demás, siempre es irritante predecir el repertorio de justificaciones de los gurúes y sus apóstoles, quienes se apurarán en resignificar el fracaso profético, ya sea para sobreponerse al papelón, no sentir que han dilapidado esfuerzos y otras recompensas que en estos casos provée la llamada disonancia cognitiva.
Ocasionalmente, la vitalidad creativa del creer es digna de encomio. Sin desmerecer, como queda dicho, cualquier esfuerzo orientado a conjurar el morbo, el charlatanismo cínico de los aprovechadores y el efecto paralizante de las doctrinas, provengan de la religión, la política y hasta de versiones o visiones idealistas de la ciencia.
No es que la fe no sepa de razones, sino que es dura de entendederas. El dogma es más fuerte que el pensamiento crítico; éste sí, siempre permeable al sabio atenuante de la duda.
*Alejandro Agostinelli es periodista y editor del blog Factor 302.4.