Que el Barça quite Unicef
Supongámoslo. Supongamos que sea comprensible que el Barça abandone sus buenos propósitos históricos y necesite manchar la camiseta con publicidad comercial. Pero entonces, ¿por qué tiene que ser normal que la venda al primer petrodólar que se le pone delante? ¿No habría sido muy valiosa en el mercado? ¿No habrían pagado por ella muchas marcas comerciales de primer nivel, tal vez haciendo mejor negocio? Y, sin embargo, corrieron a ponerse en manos del primer jeque que les compró el alma. Incluso, pues, con la voluntad de entender la imperiosa necesidad de venderse, resulta imposible entender la celeridad con que se aceptó la propuesta de Qatar. ¿Antiguas amistades?
Y supongamos que también decidimos entender que el Barça ya no es el club que llevaba orgulloso el emblema de Unicef, porque la solidaridad no redondea las cuentas de explotación. Pero entonces –como bien decía Vicent Sanchis en el Oracle de Xavier Grasset–, ¿por qué mantener el logo de la organización internacional? ¿Mala conciencia? ¿Ejercicio desacomplejado de doble moral? Y encima hacerlo con el recochineo de poner la palabra Unicef detrás, justo allí donde se acaba la columna y empieza la parte innombrable del cuerpo. Como si fuera lo que parece, el sobrero del ruedo. ¿Por qué acepta Unicef esta evidente humillación? Y, sobre todo, ¿por qué no dejan de hacer este ejercicio de cinismo y lo quitan definitivamente? Al fin y al cabo, supongo que no serán tan ingenuos de creer que todavía pueden proyectar la idea de un club con valores solidarios, cuando acaban de venderse a una dictadura islámica. No.
El problema es que incluso suponiendo buenas intenciones, es imposible creer que esta directiva viva fuera del mundo, no lea diarios y no haya oído hablar nunca de la barbarie del fundamentalismo islámico. Como también es imposible imaginar que hayan confundido la fundación de una dictadura islamista con una oenegé de hermanitas de la caridad dedicadas a la cultura. Más bien es de suponer que han decidido no mirar el color de la ética, porque se han deslumbrado con el color del petroislam. Y a partir de aquí, la vergüenza. A partir de aquí, la camiseta de un gran club deportivo proyectará con normalidad el logo de una tiranía y minimizará el peligro que estas ideologías radicales representan. ¿Cómo lucharemos contra los imanes integristas en nuestra propia casa si el Barça publicita una dictadura integrista? ¿Cómo pediremos derechos para las mujeres musulmanas catalanas, cuando el Barça ganará títulos luciendo la camiseta de una tiranía donde las mujeres no tienen ningún derecho? Es un despropósito. Pero como el daño ya está hecho, al menos que quiten el logo de Unicef. No evitaremos que el Barça renuncie a los valores que representa, pero evitaremos que se humille todavía más la vieja institución. ¿Quieren Qatar?, ¡pues que sea por delante y por detrás!