La indignación vota derecha
Sube la derecha y baja la izquierda. En un ambiente generalizado de malestar y preocupación esto puede parecer un contrasentido. Y quizás lo sea, en el fondo.
Seguramente la izquierda que tenemos se ha desgastado tanto en su mal y difícil ejercicio del poder, que ni aquellos que, en momentos críticos, debieran confiar en ella su amparo y defensa ya han perdido buena parte de la esperanza que le otorgaron. Esta izquierda, que ha desencantado incluso a los suyos, tiene nombres: Zapatero claramente a nivel estatal . y de algún modo Jordi Hereu y el Tripartito en Barcelona y Cataluña.
Entonces, la ciudadanía indignada que no ha montado campamentos en las plazas, ha buscado refugio en los que saben de economía y de creación de riqueza, aunque con frecuencia barran más para sus bolsillos que para repartirla.. Tal vez por esto no se ha castigado, como se merecía, la corrupción, que, por otra parte, se ha demostrado que existe en todas partes.
Y los votantes, posiblemente, han optado por la seguridad. El miedo es conservador. Y la indignación busca el cambio, incluso cuando no ve muy bien donde está el cambio que le conviene. Harta de lo que hay, se pone a correr más para huir que para alcanzar lo que seguramente tampoco encontrará, a corto plazo al menos, en lo que ha votado. El panorama es complicado, y no hay Rajoy ni Trias que lo arreglen para mañana.
Pero si es verdad que de ilusión no se vive, la ilusión ayuda a vivir. Una nueva etapa, como la que empieza, puede infundir alguna esperanza. Que los de izquierda pierdan su confianza en ellos mismos, es grave, como es anómalo que la den a la derecha. Quizás ocurra porque todo es más cuestión de nombres, de etiquetas, que de realidades. Y Bildu, que ha dado la sorpresa, es un misterio que pronto se revelará.
Lo más real es que la preocupación y la indignación, que antes iba por barrios, ahora va llenando plazas y calles. Lo llena casi todo. Los de los campamentos, que no parecen apostar por ningún partido, son la voz de este grito amargo y potente de los que no tienen trabajo, de los que cierran sus empresas y de los ciudadanos que piden cambios en la forma de hacer política en nuestro país.
En estos campamentos, si se escucha bien su voz de cambio profundo, polifónica pero clara, también ha nacido una esperanza, que alguien ha de recoger y abanderar.