El Barça imparte una lección magistral en Wembley y conquista su cuarta Champions (3-1)
El Barça trazó una final maravillosa en un templo sagrado y agrandó su leyenda al conquistar su cuarta Copa de Europa donde hace 19 años Cruyff y Koeman enseñaron el camino a posteriores generaciones de en sueño. Wembley ya es diferente, un símbolo de la modernidad y no del fútbol clásico, pero también rebosa misticismo. Casi tanto como este Barça que abandera Messi, un equipazo que en solo seis años ha conquistado tres galardones máximos. Gracias a su modelo contrastado, a sus éxitos y a un sello fiable, ya es capaz de afrontar un duelo de esta envergadura con poso, sin que el corazón se imponga al cerebro, sin que las urgencias destrocen las calidades.
Don Pedro, el mago de las finales, ya que en las citas decisivas suele convertir en oro lo que toca, y un Messi de otra galaxia, fabricaron un triunfo inolvidable. Y Villa puso la rúbrica en la escuadra. Lo celebró con la felicidad del que sabe lo acertado de su decisión de recalar en el Barça. Quería títulos y en un año ha ganado los dos más importantes.
‘La Pulga’ no había picado nunca en Inglaterra, pero esta vez resultó letal. Como anticipó Puyol, que sólo jugó los últimos minutos para sentirse partícipe y ceder a Abidal el brazalete de capitán para que leventara la Copa, el mejor jugador del mundo siempre aparece en los momentos determinantes. Sus regates minimizaron al campeón inglés en cualquier zona del campo y su disparo desde fuera del área ejecutó la despedida más amarga de Van der Sar, el cuarentón que deja paso al niño De Gea.
Si hace dos años le ganó 2-0 en Roma, por obra y gracia de Eto’o y Messi, en la mismísima Inglaterra barrió del campo a un equipo que llegaba invicto en esta ‘Champions’. Ferguson estudió el duelo al detalle, dijo haber hallado fórmulas maravillosas para frenar al argentino, pero, por suerte, el fútbol está muy por encima de los entrenadores. El talento, el carácter y la precisión, son irrefrenables. Como la pasión, o las dotes de gobernante de Xavi, uno de los mejores centrocampistas de la historia. Y porque es de Terrasa…
Después de un inicio preocupante, donde el Manchester United mostró sus garras y trató de marcar terreno, igual que hizo el Madrid en la final de Copa de Mestalla, los de Guardiola les pasaron por encima. Más en el juego y en la sensación de dominio que en el resultado, porque ese empate posterior de Rooney en un error de concentración de la defensa y de cálculo del linier, generó incertidumbre.
Talento, madurez y compromiso
Guardiola, con diez títulos en el petate de tres años, arengó a sus pupilos con un vídeo que combinaba aspectos tácticos y psicológicos. Quizá fue suya también la idea de que los aficionados se encontraran en Wembley con un escrito, firmado por los cuatro capitanes –Puyol, Xavi, Víctor Valdés e Iniesta-, en el que les pedían ayuda para tocar la gloria de nuevo en otra jornada memorable, después de un largo y difícil camino recorrido con una lección de talento, la madurez y el compromiso. Y a fe que lo hicieron.
La tensa espera disparó los rumores sobre el once culé. Primero se aseguró que actuaba el equipo gala, el de la ‘manita’ al Real Madrid. Luego, que Abidal se quedaría en el banquillo. Y al final, Guardiola sorprendió al dejar a Puyol fuera. Por su fiabilidad atrás, su carisma y su ascendencia sobre el grupo, es un hombre clave. Su presencia parecía garantizada. Ya jugó los duelos ante el Real Madrid con su rodilla maltrecha pero luego descansó y en la víspera de la final habló y aseguró que se encontraba bien. Quizá era una forma de jugar al despiste. Pep pensó que cerca de un mes de inactividad entre choque y choque es demasiado para afrontar con garantías una final de esta magnitud.
Así que apostó por el ‘jefecito’ como central –estuvo inmenso– y el francés en la izquierda. Si alguien le dice hace dos meses y diez días, cuando fue operado de un tumor en el hígado, que estaría en Wembley, el propio Abidal lo hubiera tomado por loco. Pero Guardiola creyó encontrar en el ‘factor Eric’ un símbolo de superación, un ejemplo del espíritu que el Barça requería para salir victorioso.
Enfrente, un Manchester sobre el papel ofensivo. Con frecuencia se le acusa a Sir Alex Ferguson de ser reservón, de prescindir de algunos de sus delanteros para supuestamente equilibrar el centro del campo, pero esta vez arriesgó. Se había especulado con que ‘Chicharito’ podría ser carne de banquillo y que Rooney jugaría como único punta, pero salió con los dos, y Valencia como extremo más retrasado, ante una zaga cogida con alfileres. Un esquema versátil, que pasaba fácil del 4-4-1-1 al 4-4-2 y al 4-3-3. Y jugó Giggs, un veterano que ha perdido velocidad y desborde pero ha ganado madurez, personalidad e inteligencia a sus casi 38 años. El galés siempre tuvo una cabeza privilegiada, ideal para los grandes partidos. Lo volvió a demostrar en la acción del empate.
La puesta en escena resultó inquietante. Después de que ‘Chicharito’ se arrodillase para rezar en el mismo centro del campo, El Manchester salió como una fiera. Utilizó una presión asfixiante para atosigar al Barça. Sus centrocampistas no podían pensar, a Messi le maniataban entre Carrick y Vidic, y los defensas sufrían para sacarla. Valdés tenía que quitarse el balón de encima, algo inusual. La atención del portero en algún desajuste evitó más problemas.
El ritmo endiablado del ManU apenas duró diez minutos, hasta que Xavi sacó la batuta y se puso a dirigir como un maestro. Es el Von Karajan del fútbol. El Barça empequeñeció al adversario hasta el punto de que a Rooney se le vio pelear por el lateral derecho. Los gambeteos de Messi, partiendo desde una posición centrada pero bastante atrás, eran como puñaladas para los ingleses. Tras un par de avisos, protagonizados por Villa y Pedro, habituados ya a permutar sus posiciones en banda, llegó el gol. Se veía venir.
Xavi encontró espacio, templó, mandó, esperó el momento justo le dio un pase extraordinario a Pedro. El canario superó a Van der Sar con una sangre fría extraordinaria. Un toque sutil transformó al espigado holandés en un molde. Media final parecía ganada. Para un equipo al que en el tramo final de temporada le ha faltado gol, ponerse por delante era un sinónimo de victoria.
Los ‘diablos’ agonizan
Los ‘diablos rojos’ agonizaban. Pero encontraron premio, apenas siete minutos después, en una jugada muy discutible. Primero porque llegó en un error azulgrana, ya que un saque de banda de Abidal derivó en un robo. Y luego porque Giggs, cuando hizo la pared con Rooney, se encontraba en fuera de juego. No por mucho pero algo más incluso que en el gol anulado a Pedro en Mestalla. Esta vez, el asistente del húngaro Kassai no tuvo la misma vista de lince que el auxiliar de Mejuto. Para que luego critiquemos tanto a los árbitros españoles.
Guardiola persuadió a sus pupilos en el descanso de que había que seguir igual. Sabía que correr detrás del balón pasa factura física y mental a cualquier adversario. Alves empezó a ser letal por la derecha. Van der Sar salvó un gol cantado con el pie. Pero se vio impotente, quizá tapado, para desviar un zapatazo de Messi, matador incluso de lejos. Villa solo certificó la rendición del Manchester, un equipo soberbio pero de este mundo. Y la afición culé alcanzó el clímax preguntándose por qué son campeones.