El dedazo en el PSOE: Griñán y Rubalcaba
Antonio Barreda Alcobet.- Los dos comparten en hecho de ser nombrados herederos a dedo. Griñán se comió el marrón que dejó Chaves en Andalucía y Rubalcaba se va a comer el que deja Zapatero en España. Pero tienen una diferencia, Griñán ostenta la presidencia de la Junta y continúa en el poder a pesar del descalabro electoral del 23-M. Rubalcaba deberá dimitir y dedicarse a recorrer España. Griñán, además, sufre como candidato el desgaste de un gobierno que vive secuestrado de su propia incompetencia, con una rebelión en medio de palacio, de esas que hacen tumbar regímenes, un acoso judicial por los ERES, una crisis que no sabe cómo taponar y unos Consejeros que cada vez se desmarcan más de su figura.
El castigo de Griñán en las últimas elecciones ha sido doble, por un lado se ha castigado la nefasta gestión que ha hecho de la crisis que ha llenado Andalucía de 1 millón de parados, y por otro, su liderazgo en el PSOE está siendo cuestionado por todas las familias desde el 23-M, el caso de su apoyo a la exalcaldesa de Jerez fue el culmen de la inutilidad política. Además, a esto se le une que Griñán tiene un grave problema y es que no cala entre el votante andaluz, tiene una imagen que parece que va o viene de un tanatorio antes que investirse del glamur de presidente de la Junta de Andalucía. El votante lo ve opaco, demasiado artificial, enrocado en San Telmo y con el pecado capital de no escuchar a la ciudadanía.
Hoy la marca PSOE no vende, Espadas es el ejemplo. Otro candidato a dedo impuesto por Griñán que ni cala, ni tiene carisma, ni su mensaje ha llegado a una sola calle con la intensidad suficiente. La pelea de gallos en que se convirtió el PSOE de Sevilla desde la segunda defenestración de Caballos les está pasando factura. En Sevilla ya ni Felipe levanta las masas, y Guerra tiene la voz rota. No tienen nada que ofrecer. Y en esa telaraña Griñán impuso un candidato, Espadas, que lo primero que hizo es ningunear sus propias agrupaciones, porque este entendía la política como la lealtad al líder como a lo Pompeyo o a lo César. Y esta soberbia recogió la mayor debacle del PSOE en la historia en Sevilla.
Los únicos responsables del naufragio del PSOE de Andalucía y de su enorme hemorragia de votos son Griñán y su equipo salido del último congreso extraordinario. Los griñaninis los llevan al precipicio y a la derrota. Además se une el hecho de que él solo, como nadie, sabe meterse en líos en la política interna de su partido. Apoyó las primarias y apostó por Carme Chacón y se fue al Comité de Madrid con su corte de pretorianos solo para ver cómo Rubalcaba era elegido a dedo. Zarrías, listo como pocos, aprovechó el hueco que dejaba Griñán y se apresuró a ser el primer andaluz que apoyaba en público a Rubalcaba. Toda una lección política del Tigelino de Cazalilla que demuestra que sigue vivo.
Griñán está cada vez más solo. Las provincias, tras el descalabro electoral de las municipales, le empiezan a pedir responsabilidades. Hay muchos alcaldes, concejales y cargos de diputaciones que van directos al paro por culpa de él. Y la Junta está ya tan sobrecargada de cargos como para colocarlos a todos. Hoy se escucha ya la voz de la disidencia. Pizarro lo advirtió en voz alta y fue ejecutado políticamente. Y los de Cádiz no le perdonan lo de Jerez y su empeño de dejar a una perdedora como candidata, frente a un Fustegueras elegido por Chaves, Pizarro y Zarrías. Griñán tiene tics políticos que recuerdan las formas del viejo Stalin. Él pone e impone. Sevilla se lo agradece porque se libra de Monteseirín, Torrijos y Espadas.
Hoy comparte destino con Rubalcaba, un tipo que me genera la más absoluta de las desconfianzas, que no tiene escrúpulos a la hora de hacer política, caiga quien caiga. Pero que representa el triunfo de Chaves, de un Chaves que le pone todas las zancadillas que puede a Griñán, de un Chaves que sabe para sus adentros que se equivocó eligiendo al gris Griñán que, además, se revuelve contra él cada vez que tiene oportunidad. Chaves sabe que el PSOE de Andalucía es hoy un barco a la deriva sin capitán, que es un ejército cuyo general se equivoca cada vez que da una orden. Y esto le cuesta cada día que el contador de votos de su partido se le vaya vaciando.