Gracias Regina
Se funde a negro la pantalla de mi ordenador y todavía tengo esa extraña mezcla de indignación, de rabia, de impotencia, de pena desmedida, de llanto sin lágrimas. El documental de Libertad Digital TV ha acabado y cuesta hacerse a la idea de que Regina Otaola se va. Y lo hace del mismo modo que vino. Sin hacer ruido. Se va la alcaldesa que ha osado plantar cara al terror de las pistolas con la palabra y la ley como únicas armas. Y ahora, más que nunca, cuesta aceptar que se acaba todo y que Lizarza volverá a ser un bastión de los proetarras. Máxime porque gracias a la corruptela constitucional regresarán las amenazas y las coacciones. ¿Por qué lo bello suele ser tan breve? ¿Por qué nos cuesta tanto digerir que se acaba un tiempo de libertad y que algunos prefieren ver cómo pasa la vida mientras otros se la juegan día a día?
Y pese a todas estas preguntas, Regina Otaola seguirá ahí. Haciendo cola a las puertas del INEM, pero tan noble y tan genuina. Tan inolvidable que ni el tiempo, ni el apagón informativo, lograrán que la olvidemos. Porque todas las sociedades tienen sus símbolos. Porque ella va a seguir sin callarse y no va a claudicar. Aunque su vida se encamine, como la de tantos y tantos exiliados, fuera del País Vasco. Porque ella, que nunca ha querido protagonismo, ha sido tan honesta que ha adecentado la política con su presencia. Ha sido tan valiente que sólo una heroína puede sonreír a sabiendas que los del terror van a heredar su legado. Y no sólo ha sido capaz de mirarles cara a cara, clavarles la mirada y desafiar su odio, sino que nadie ha podido hacerle inclinar la cabeza. Ni siquiera la del párroco del pueblo, que en estos años no se ha querido dirigir a la alcaldesa, tan sólo mediante una carta exponiendo sus necesidades.
Se nos va un símbolo. Sin embargo, tengo la sensación que pocos conocen que existe un municipio enclavado en un hermoso paraje de Guipúzcoa, de unos 600 habitantes, de carácter rural y que durante los últimos treinta años, hasta la llegada de Regina, ha estado gobernado –con sus diferentes marcas blancas- por Batasuna. Pero la historia puede cambiar. Y así lo hizo. Y Regina gobernó para todos, atendiendo las necesidades de sus vecinos, como una alcaldesa más, sin preguntar por la ideología ni por la bandera. Y no sólo eso. Solamente una mujer valiente y sin complejos puede tomar como primera medida izar la bandera española en un Ayuntamiento, que había estado presidido exclusivamente por la ikurriña. Sólo una mujer valiente puede mantenerse firme ante la presión y las amenazas por parte del entorno batasuno. Sólo alguien por cuyas venas corre una sangre especial, puede seguir hacia adelante sobrellevando la crudeza del miedo, los gritos malsonantes y las amenazas de muerte. Sólo una mujer con semejante casta puede cambiar el nombre de la plaza del pueblo que homenajeaba a un terrorista por el de Plaza de la Libertad. No han sido gestos sin más. Ha sido una batalla quimérica que, entre otras medidas, ha permitido que se borraran las pintadas proetarras de las calles del pueblo. Y esto nunca se olvida.
Ahora Lizarza, el paradigma de la libertad por excelencia, agota sus últimos días. Nadie podrá borrar las huellas de este símbolo que ha hecho cumplir la Ley por igual a todos, que ha amparado a las personas frente al despotismo de los violentos y que ha reivindicado la libertad frente al totalitarismo. Vuelvo a poner el final del documental. Y mientras pienso que estoy presenciando el final de un ciclo, me doy cuenta que tienen razón aquellos que afirman que las emociones requieren de un tiempo prudencial para ser asimiladas. El sol se esconde entre la frondosa arboleda del paisaje guipuzcoano y allí mismo, entre una espera sin esperanza, se calla la libertad. Regina ha escrito una pequeña parte de la historia de España con su entereza y su dignidad. Y Lizarza será siempre un referente. Siempre. Porque, por fortuna, los referentes no se aniquilan tan fácil. Ni con Bildu, ni con el silencio, ni con las coacciones, ni con las pintadas. Gracias Regina por tu dignidad y tu buen hacer. Y por haber defendido la libertad, la memoria y la justicia en el epicentro del batasunismo, allí donde hacerlo es el súmmum de la hazaña.